Duane Hanson esculpe su peculiar «American Beauty» Las «Esculturas del sueño americano»

El sueño americano se tornó en pesadilla. Al menos eso es lo que se desprende de las miradas desilusionadas, de los rostros nostálgicos y ensimismados, tristes y frustrados de las esculturas hiperrealistas de Duane Hanson, que se muestran por vez primera en España. Veintidós de ellas se han instalado en las salas de la Fundación Canal. Son gente corriente, anónima, con vidas anodinas: obreros en un andamio, un policía, un estudiante, una pareja de ancianos sentados en un banco como si fueran extraños, un vendedor de coches, una limpiadora, un médico... Son aquellos que se han quedado por el camino en pos del sueño americano. Son tan reales que apenas logramos distinguirlos de un puñado de personas de carne y hueso que ayer se escoraban por las salas como si fueran unas obras más de Hanson.

Este artista norteamericano, nacido en Minessota en 1925, hijo unos granjeros, solía utilizar a familiares, amigos e incluso a sus asistentes como modelos. Éstos padecían un auténtico suplicio: les hacía un vaciado de sus cuerpos y rostros con escayola. Previamente debían ser depilados completamente. Al retirarles el molde, parecía como si les arrancaran la piel. Algunos llegaban a desmayarse, cuenta Wesla Hanson, viuda del artista. Ella y sus hijos fueron inmortalizados en algunas piezas. Estas peculiares esculturas a tamaño real sobre modelos al natural eran después moldeadas en fibra de vidrio, polivinilo, bronce o resina epoxi y pintadas a mano. Buscaba tanto el realismo que llegaba a comprarles a los modelos sus prendas de vestir y sus complementos.

¿Piezas del museo de cera?

Los más críticos con este tipo de arte se preguntan qué diferencia hay entre estas esculturas y las figuras de un museo de cera. La respuesta, advierte la comisaria, María Espinosa, es fácil: a Hanson le interesa por encima de todo la psicología humana. Por eso retrató tan fielmente la idiosincrasia americana. Al igual que hizo Sam Mendes en su genial «American Beauty», un retrato no exento de ácida ironía.

Entre las piezas expuestas, «Aborto», su primera obra, de 1965, en la que hace una denuncia de los abortos ilegales. Es una época en la que se muestra muy preocupado por los temas sociales. También se exhibe la última, de 1995: «Hombre en cortacésped», realizada en bronce y para la que empleó como modelo a un pintor amigo suyo. Al final de su carrera trabajaba en bronce, pues las resinas tóxicas son las que le habían provocado el cáncer que acabaría con su vida en 1995. Además, están presentes en la exposición las dos únicas figuras que hizo por encargo: curiosamente, las únicas que parecen haber cumplido ese sueño americano. «Ejecutivo en silla roja» y «Mary Weisman» fueron esculpidas tras la muerte del matrimonio a petición del hijo de éstos. No faltan algunas de sus esculturas más emblemáticas, como «Queenie II» (1988), una mujer negra limpiadora, o su célebre «Cowboy», del que hizo once copias.

Hoy su cotización ronda los 450.000 euros por escultura. Está presente en colecciones como la Saatchi, el Museo Ludwig de Colonia o el Whitney Museum de Nueva York y ha influido en una generación de célebres artistas como Ron Muek o los hermanos Chapman.