Entrevista. Richard Serra: «Cuesta imaginar que algo que pesa tantas toneladas pueda desaparecer»

Está en plena forma -física y creativa- a sus 69 años. Tras la existosa retrospectiva que le dedicó el año pasado el MoMA y su reciente paso por el Grand Palais con «Promenade», Richard Serra acaba de inaugurar muestra con obra reciente en la Gagosian Gallery de Londres. Recién llegado de Alemania, donde prepara dos piezas nuevas -una para la casa de Norman Foster en Ginebra y otra para un coleccionista en Florida-, iba a vivir su Semana Grande en España. El lunes se instaló en la terraza posterior del Guggenheim de Bilbao «Plow» (Arado), una escultura en acero patinable de 1992 que ha prestado a largo plazo un coleccionista particular. Tras su inauguración, el escultor californiano tenía previsto viajar a Madrid para supervisar hoy mismo la instalación de «Equal-Parallel/Guernica-Bengasi», pieza de 38 toneladas que, como adelantó ABC, perdió el Museo Reina Sofía (ni rastro de ella) y él ha creado de nuevo. Vendrá a Madrid, sí, pero hoy no habrá instalación.

Y es que el director del CARS, Manuel Borja-Villel, paralizó anoche «in extremis», y con la escultura a pie de obra, la operación, porque la grúa que debía cargar la pieza no le daba todas las garantías; el sistema no era seguro. Se va a crear una plataforma y se espera que la obra se instale en un par de días. De momento se guardará en un almacén. Como para echarse a temblar. ¿Será la venganza de la escultura o simplemente está gafada?

-Por fin se verá en el Museo Reina Sofía su escultura «Equal-Parallel/Guernica-Bengasi». Claro que ha tenido que hacerla de nuevo, porque el museo la perdió. Y eso que pesa 38 toneladas. Sea sincero, ¿cómo recibió la noticia?

-(Medita mucho la respuesta, mide sus palabras... Da la impresión de que se muerde la lengua y prefiere callar lo que realmente piensa). También tenemos una mafia muy interesante en Nueva York.

-¿No se enfadó?

-No. Siempre hay una vaca que va a tirar la cerca.

-¿Le ha ocurrido algo similar en su ya extensa carrera?

-Nunca. Es difícil imaginar que algo que pesa tantas toneladas pueda desaparecer.

El museo ha agradecido su colaboración, comprensión y generosidad. De hecho, Serra aceptó hacerla de nuevo sin cobrar honorarios. Claro que ha habido que pagar, por segunda vez, el material, el trabajo de los operarios, el traslado de la pieza...

-La policía no ha dado con ella. ¿Le han informado de cómo van las investigaciones? ¿Cree que la obra puede estar fundida?

-No tengo ninguna noticia y ya ni siquiera me interesa.

-Si aparece, ¿qué ocurrirá?

-Cuando la gente preguntó sobre la obra y dije que la haría de nuevo suponían que era un objeto encontrado, de acuerdo con la tradición de Duchamp. Pero mis piezas no son objetos encontrados. Se adaptan a unas dimensiones y un peso determinado, se establece una escala para la obra. Se laminan según lo que yo estipulo. No puedes ir a una acería y comprar la pieza sin más. Son obras hechas específicamente para lugares concretos. Yo sigo la tradición de la abstracción, que va de Malevich a Mondrian, Rothko y Newman.

-¿La nueva escultura es, a todos los efectos, una pieza original, no una copia?

-Sí, desde luego.

-Pero, suponiendo que se halle la perdida, ¿se destruiría una de las dos? ¿Cuál?

-Primero debería aparecer e investigar si hubo una intencionalidad criminal o delictiva. Ya veríamos después.

-¿Cómo se gestó esa pieza?

-Me interesaba la noción del caminar y del contemplar y cómo le damos significado al tiempo. Esta pieza tiene que ver con el observador que está en movimiento y con la percepción que tiene a medida que recorre una distancia. La preocupación fundamental de Pessoa era su relación con el tiempo; lo mismo que Borges y Kafka.


-¿Por qué aparece Guernica en el título de la escultura?

-Estaba ultimando la obra el día que bombardearon Bengasi. Me pareció lo mismo que ocurrió con el «Guernica». Posiblemente Picasso no sea sólo el más grande de los pintores del último siglo sino también uno de los mejores escultores, junto a Brancusi y Giacometti. Picasso es un escultor muy fluido, trabaja con la punta de los dedos con mucha fluidez, más que como pintor. Tiene una enorme capacidad de inventiva como escultor.

-Una de las obras de la Gagosian Gallery está dedicada a Pessoa. ¿Por qué ese homenaje al autor de «El libro del desasosiego»?

-He leído y releído ese libro. Cuando estudiaba en la Universidad me impliqué mucho en el existencialismo y lo que me interesa especialmente de Pessoa es la contradicción a la que todos nos enfrentamos en relación con nuestra propia consciencia y nuestra soledad.

-¿Se aprecia esa contradicción en su escultura?

-Todos los buques son productos del sueño siempre y cuando tengamos capacidad de soñar con esos buques.

-¿Sueña usted con ellos?

-Lo intento.

-A las ocho esculturas que componen «La materia del tiempo» en el Guggenheim de Bilbao, se suma ahora una obra más en el exterior del museo. Se consolida su maridaje con este centro.

-Las piezas del interior del museo tienen que ver fundamentalmente con el movimiento del cuerpo a través del espacio. Esta pieza, que se presentó en el Reina Sofía en 1992, es más pequeña en cuanto a escala (dos por dos metros y unas 40 toneladas de peso). Tiene que ver con su carga gravitacional y aborda un aspecto diferente del tiempo. Como está instalada en el exterior del museo, le da una especie de peso a ese lugar y hace que contemples las piel del museo como si fuese una escenografía.

-¿Le va bien la escenografía de Gehry a su escultura?

-Acabo de identificar sus atributos, pero no voy a emitir ningún juicio sobre eso.

-Es usted ya tan emblemático para este museo como Gehry...

-Me encanta volver aquí. Estoy contento con el museo, con mi obra. No tengo ninguna queja acerca de la arquitectura de Frank Gehry. He estado viendo con los responsables del museo la posibilidad de modificar la iluminación de la sala donde se exhibe «La materia del tiempo».

-Cuando le impusieron en mayo la Orden de Comendador de las Artes y las Letras francesas se le vio muy emocionado...

-Bueno, es que la ministra de Cultura dijo varias veces en su discurso: «Mi querido Richard...» Y nadie me dice: «Mi querido Richard...» (se ríe)

-Parece que era un reconocimiento muy especial para usted.

-Es el galardón más importante que te pueden dar en la profesión. Mi interés por la escultura arrancó en París. Los franceses siempre me han tratado con mucho respeto. Nunca me hubiera convertido en escultor de no haber vivido en París. Brancusi y Giacometti me produjeron sensaciones importantes. Giacometti llegaba a La Coupole a la una de la mañana con yeso en el pelo. Venía de trabajar en su estudio. En su cara se apreciaba cierto grado de esfuerzo, de ansiedad. Daba la impresión de ser un tipo de artista diferente. El trabajo sin pensamiento es un esfuerzo que no tiene ningún tipo de redención. Y eso queda evidente en la obra de Giacometti.

-¿La polémica subasta de Hirst en Londres tiene más que ver con el mercado que con el arte?

-Yo creo que todos los artistas están implicados en el mercado, sin embargo mi obra no está empujada por el mercado. En este caso tenía que ver única y exclusivamente con el intercambio de dinero. A nadie de los que estaban allí le importaba una mariposa en concreto sino la cantidad de dinero que se generó en el intercambio. Los artistas contratan a ciento de colaboradores para que hagan el merchandising a gran escala. Yo sólo trabajo con mi esposa, un ayudante y una secretaria. Mi trabajo consiste en construir algo en relación con una ubicación. Y esperar que quede la obra ahí. Pero no hay ningún tipo de garantía de que sea así, como ocurrió con la pieza del Reina Sofía (Se ríe).

-Una pregunta sobre política...

-¿De Obama, tal vez?

-Pues sí...

-Le conocí en una fiesta hace unos meses y me gustó muchísimo. Cuando me presenté, me dijo: «Conozco tu trabajo». Me pareció muy agradable. Yo había conocido a Carter, a Clinton... Obama es un hombre de Estado de verdad, un hombre muy especial, con un gran abanico intelectual y un saber estar.

-Deduzco que si ganara McCain sería, en su opinión, un desastre para el país.

-Para el mundo. América no es un país de centro-derecha, es un país de derechas. Y para que América pueda modificar sus actuales políticas agresivas necesita empezar de cero.

-¿El mercado del arte se salvará de la crisis económica?

-Va a afectar a todos los mercados. Quizá la situación sea más difícil para los jóvenes artistas. El mercado del arte es uno de los pocos no regulados, es especulativo. Quizá la corrección que resulte de esta crisis resulte de utilidad. El mercado aplica una ficción: dicen que el precio y la relevancia estética son sinónimos. Esta recesión hace que la gente empiece a preguntarse: ¿Por qué nos atrae una obra por algo que no tiene que ver con su valor comercial? No creo que sea un cambio negativo. Los artistas y el arte siempre se cuidarán a sí mismos. La mayoría de los artistas crean arte porque quieren vivir una vida alternativa.

-¿Es su caso?

-Desde luego. Creo que no tenía ninguna otra alternativa.

-Para concluir querría preguntarle por dos personas. Thomas Krens, a quien conoce muy bien, ha abandonado la dirección de la Fundación Guggenheim.

-Si le lanzas en medio del océano, donde no hay nada, Krens saldría a la superficie con una ensalada de langosta.

-Este año nos ha dejado Rauschenberg, su colega y amigo.

-Tuvo una enorme influencia en toda una generación de norteamericanos. Y sigue teniéndola hoy. Era un hombre muy generoso, con mucho sentido del humor e ironía, una persona muy sensible. Era capaz de cambiar su camino en cualquier momento.

Natividad Pulido, Bilbao: Richard Serra: «Cuesta imaginar que algo que pesa tantas toneladas pueda desaparecer», ABC, 8 de octubre de 2008