Ron Ferri, el pintor sin lienzo

Sin lienzo, sin tela, sin una mísera hoja de papel Ingres donde embadurnar una brocha. Nada de eso. El artista estadounidense Ron Ferri crea su obra en una pantalla táctil, deslizando su pincel sobre una paleta virtual. De este modo dibuja formas abstractas y coloridas que luego asaltan la fachada de edificios emblemáticos de las ciudades donde realiza su 'performance'. Una técnica novedosa con la que busca convertir lo ordinario en extraordinario.

Luz y color en el Real Conservatorio de Música

El Real Conservatorio de Música de Madrid, ubicado en la plaza adyacente al Museo Reina Sofía, fue en la noche del 14 de octubre de 2008 el lugar escogido por Ferri para recrear un espectáculo de videoproyección que aúna tecnología, precisión y creatividad, todo ello al ritmo de la música y bajo la atenta mirada de un selecto público. El actor Miguel Ángel Muñoz ejerció como maestro de ceremonias. A través de trazos instintivos y contundentes, Ferri pintaba sobre el exterior del Conservatorio una sinfonía de luz y color. Los elementos arquitectónicos se alían con la pintura, creando una sinergia artística que convierte el edificio en una superficie viva, a la que Ferri se adapta para fundirla en un todo con los dictados caprichosos de su pincel mágico. "En realidad las figuras que esbozo no significan nada; son imágenes surgidas de mi mente, de mi corazón. Se trata de crear arte por el puro placer del arte", afirma el creador estadounidense.

El artista que pudo lanzar la bomba atómica

Nacido en Rhode Island hace 77 años, Ferri es un sujeto que transmite una serena pero poderosa energía. Cálido y amable en la distancia corta, parece un entrañable abuelo que se ha enfundado su cazadora de cuero en un arranque 'fashion'. Es su actuación la que revela que no estamos ante un personaje corriente, y su biografía confirma tal extremo. A los 17 años era una estrella del patinaje artístico en EEUU, pero su carrera como deportista se vio interrumpida cuando entró en el ejército. "Entre 1951 y 1956 serví para la Fuerza Aérea. Estaba siendo adiestrado para un eventual lanzamiento de la bomba atómica". Por suerte, la evolución de la Guerra Fría no obligó a Ferri a apretar un mortífero botón. Además, sus estancias como militar en África y en países de Europa como España o Italia contribuyeron a modelar su ojo de artista.

Ron Ferri, con el actor Miguel Ángel Muñoz.

Diferentes materiales, distintas etapas

Íntimo amigo de Andy Warhol, Ferri adquirió fama y prestigio en la década de los 70. En esa época, el neón era el material predominante en sus obras, originales e imprevisibles. En 1983 optó por cambiar de registro, espoleado por una visita que realizó a Japón. "Viajaba con Hubert de Givenchy y Audrey Hepburn, y el diseñador Issey Miyake nos invitó a una pelea de sumo. Me quedé fascinado por la estética de los luchadores, tan enormes y con la piel tan blanca que parecían esculturas de porcelana vivientes". Ferri permaneció en Oriente durante un tiempo, pintando una serie de cuadros con el sumo como motivo de inspiración.

Aquel episodio marcó su vuelta a los orígenes más básicos, a la pintura y el papel. "No se trata de una regresión, sino de reivindicar la esencia". Utilizando trazos primitivos y concediendo gran protagonismo al color negro, Ferri ha firmado obras que se han colado en las vitrinas de numerosas 'celebrities': desde Valentino hasta Jack Nicholson pasando por Oliver Stone o Elle McPherson. "Me dan de comer", proclama un Ferri honrado por la presencia de sus obras en las exclusivas mansiones de Hollywood y Manhattan.

La fusión entre pintura y arquitectura es el último paso en la carrera de este artista obsesionado con reinventarse sin cesar. La formación tecnológica que recibió en el ejército le ha enseñado valiosas lecciones acerca de la profundidad espacial, la perspectiva y la morfología de los objetos, para llenarlos de color a través del juego de luces.

El artista, en plena 'performance'.

El arte como revulsivo del concepto publicitario

Ferri está desarrollando esta nueva faceta dentro de la innovadora campaña de promoción lanzada por la casa de relojes suiza Tudor. Él es el director creativo de una estrategia publicitaria pionera, y que le ha sumergido en una gira por las capitales del arte europeo. Después de su exhibición el pasado septiembre en Milán, Madrid ha sido la segunda escala de Ferri, en un periplo que también le llevará a París y Berlín. Roland Schuler, consejero delegado de Tudor en España, explica que la apuesta por Ferri para orquestar esta campaña comercial jamás vista obedece a la importancia de "hacer algo distinto, alejado del típico patrocinio deportivo o de la contratación de actores como reclamo. Para llegar a un público joven, la promoción ha de resultar tanto sofisticada como desenfadada y novedosa". Ferri, por su parte, se siente como un niño con zapatos nuevos ante la oportunidad que se le ha brindado. Podría pensarse que la convergencia de arte y publicidad ejerce un efecto pernicioso sobre la libertad creativa, mercantilizando y en consecuencia devaluando el producto artístico. Sin embargo, Ferri considera que la propia concepción de la campaña define claramente unos límites en otros casos difusos. "Aquí prima el arte. El arte es lo que importa y al margen quedan los negocios".

Fran Casillas, Madrid: Rob Ferri, el pintor sin lienzo, El Mundo, 15 de octubre de 2008