Frank Lloyd Wright: Una espiral de cemento y leyenda

Su espiral ascendente, su asombrosa fluidez y sus paredes curvas forjaron la leyenda del canto del cisne de un arquitecto, también marcaron el nacimiento de un nuevo modelo de museo.

Construido hace 50 años, el edificio del Guggenheim de Nueva York revolucionó con inteligencia el concepto arquitectónico de exposición. Este formidable espacio acoge hasta el 23 de agosto una fascinante exposición dedicada al hombre que le dio forma: Frank Lloyd Wright (Richlan Center, Wisconsin, EE UU, 1867-Phoenix, 1959). Arquitecto visionario en lucha contra la deshumanización de las ciudades y que subrayó la importancia de construir pensando en las necesidades interiores de cada edificio, fue un creador prolífico que no llegó a construir muchos de los proyectos que imaginó. La muerte le atrapó apenas seis meses antes de inaugurar el museo, en 1959.

Frank Lloyd Wright, durante la construcción del Museo Guggenheim de Nueva York, en 1959, poco antes de morir sin que pudiera llegar a inaugurar el museo. THE SOLOMON R. GUGGENHEIM FOUNDATION, NEW YORK

En su obra, de la que aquí se presentan los 64 proyectos más significativos bajo el título Frank Lloyd Wright: de dentro hacia fuera, se pueden encontrar puntos comunes. La exposición viajará en octubre al Guggenheim de Bilbao, donde otro edificio icónico albergará los sueños del gran patriarca de la arquitectura estadounidense. Para él, era fundamental la búsqueda de la armonía entre el edificio, el ser humano y la naturaleza. Poseía una inquietud visionaria por estimular la interacción social a través de la creación de espacios comunes, abiertos y orgánicos. Su meta siempre fue subrayar los efectos positivos de la arquitectura sobre la calidad de vida del ciudadano. "La apuesta por redefinir el espacio, por crear desde dentro hacia fuera, es lo que después ha marcado a otras generaciones de arquitectos. Pararse a pensar primero para qué y cómo se va a utilizar el espacio antes de darle forma. Siempre tenía en cuenta a las personas que lo van a habitar, pero sin olvidar el exterior. Eso es lo más importante del legado de Wright", afirma María Nicanor, una española que forma parte del equipo de comisarios y que incluye entre otros a Bruce Brooks Pfeiffer, director de los Archivos Frank Lloyd Wright, donde se conservan los dibujos, cartas y manuscritos de donde ha salido el grueso de la muestra.

Boceto en papel de la recepción del museo neoyorquino tal y como fue concebida por Frank Lloyd Wright, arquitecto visionario en lucha contra la deshumanización de las ciudades. THE SOLOMON R. GUGGENHEIM FOUNDATION, NEW YORK

Pfeiffer conoció bien a Wright: con apenas 19 años se enamoró de la residencia Taliesin West y decidió estudiar con él. Trabajó a su lado hasta su muerte y después se dedicó a preservar el legado de su mentor. "No le gustaban las ciudades, él abogaba por la descentralización, por acercar a la gente a la naturaleza, por integrar la ciudad en el paisaje. En ese sentido era muy muy verde. La contradicción es que esa idea de ciudad es muy dependiente del coche. Amaba los coches porque amaba la tecnología", comenta Pfeiffer.

Boceto en papel del Guggenheim de Nueva York (1943-59). THE FRANK LLOYD WRIGHT FOUNDATION, SCOTTSDALE, ARIZONA

Esa visión puede verse en una sala dedicada expresamente a la ciudad americana con la que Wright soñaba, cuya obra cumbre fue el proyecto Living City, que nunca se llegó a realizar. En ella, la naturaleza y la arquitectura se integraban en inmensos espacios abiertos. La muestra también se detiene en la visión de Wright de la residencia americana. La más célebre es La casa de la cascada, pero hay muchas otras como la Herbert Jacob House 1 o el proyecto nunca construido de Cloverleaf Quadruple Housing.

Vista exterior del Guggenheim de Nueva York, inaugurado en 1959, seis meses después de que muriera su creador y padre artístico Lloyd Wright. SALOMON R. GUGGENHEIM FOUNDATION, NEW YORK

El recorrido es casi cronológico. Un paseo por la producción de un arquitecto que dedicó el último año de su vida a imaginarse un centro cultural para Bagdad (era un enamorado del libro Las mil y una noches), situado en una isla en medio del río Tigris. Enormes planos de colores ilustran las ideas que Wright barajó para óperas, museos, bazares e incluso casinos en una ciudad que a finales de los años cincuenta aspiraba a convertirse, mediante esa mezcla hoy tan utilizada de arquitectura, cultura, ocio y comercio, en uno de los grandes centros culturales de Oriente Próximo. El testigo parece haberlo recogido Thomas Krens, el ex director del Guggenheim, entregado a la consolidación de un proyecto similar al imaginado por Wright y ejecutado por otros arquitectos pero en la isla de Saadiyat, en Abu Dhabi.

Residencia de invierno. Panorámica del estudio y residencia del arquitecto estadounidense en el desierto de Arizona. Bajo el nombre de Taliesin West se esconde una impresionante construcción en la que el artista vivió desde 1937 hasta 1959, cuando murió a la edad de 92 años. La visión de Lloyd Wrigth integraba naturaleza y arquitectura en inmensos espacios abiertos. THE FRANK LLOYD WRIGHT FOUNDATION, ARIZONA

Edificio demolido. Vista exterior de la sede administrativa de la compañía Larkin, un edificio diseñado por Frank Lloyd Wright en 1904 y demolido en 1950. El edificio de ladrillos de cinco plantas fue innovador para la época porque introdujo varias novedades, entre ellas el aire acondicionado en su interior o las ventanas de colores. THE FRANK LLOYD WRIGHT FOUNDATION, SCOTTSDALE, ARIZONA

Bárbara Celis, Nueva York: Una espiral de cemento y leyenda, El PAÍS, 15 de mayo de 2009