Las prostitutas de Amsterdam cambian el Barrio Rojo por la National Gallery de Londres

La instalación de la pareja de artistas estadounidenses Ed Kienholz y Nancy Reddin Kienholz que se inaugura el martes en la National Gallery de Londres es una verdadera provocación para los puristas desde el mismo título, «The Hoerengracht» (el canal de las putas). La instalación es una minuciosa recreación de un par de callejuelas del célebre Barrio Rojo de Amsterdam con sus famosos escaparates iluminados con una melancólica sordidez rojiza, el decorado elemental de las habitaciones, y las figuras de las prostitutas a tamaño natural, encarnando los distintos avatares y personajes que produce el oficio.

En un intento de recordarnos que el tema de la prostitución no es nuevo ni en el arte ni en la National Gallery, el comisario de la muestra, Colin Wiggins, ubicó a la entrada de la exposición cuadros de maestros holandeses del siglo XVII como «Hombre que ofrece oro y dinero a una muchacha», de Godfried Schalcken. Según Wiggins, estas escenas han sido purificadas y neutralizadas por el manto del arte. «Estamos acostumbrados a sacralizar lo que tiene más de 300 años de existencia, se encuentra enmarcado y lo custodian guardias que imponen silencio, pero lo cierto es que el tema de la prostitución y el sexo está presente en toda la pintura occidental. En la National Gallery hay representaciones de pedofilia e incesto que paradójicamente los padres llevan a sus hijos a ver para contribuir a su educación», dice Wiggins a ABC.

La idea de la instalación surgió con un viaje de la pareja a Amsterdam en los 80. Como muchos otros turistas, Ed y Nancy fueron a ver el barrio de las prostitutas, pero en su caso la mirada de artista se terminó imponiendo a cualquier otro tipo de curiosidad. Veinte años antes, antes de conocer a su esposa, Ed había realizado otra instalación con el tema de la prostitución, «Roxys», que reproducía el interior de un burdel de Nevada que había visitado en los años 40. «Roxys» es mucho más recuerdo que radiografía: sus prostitutas son distorsiones del rostro humano que bordean el grotesco y la película de terror. En el trabajo que hace con su esposa, en cambio, hay un deliberado naturalismo, producto de las visitas que hizo la pareja a Amsterdam para hablar con las prostitutas y estudiar a fondo el entorno. La pareja usa los sórdidos interiores de las habitaciones, los ramiletes de flores, las farolas y hasta las viejas bicicletas que, según Wiggins, adquirieron en el mercado de las pulgas de la ciudad, para iluminar el verdadero corazón de la instalación: la galería de prostitutas y nuestro voyeurismo espectador.

El comisario de la exposición explica la muestra. | Video: National Gallery

La artificialidad de los maniquíes está acentuada por un marco metálico delante de sus caras con un cristal que se puede abrir y cerrar y que parece sugerir el atrapamiento y la mecanicidad del oficio. Está la prostituta muy joven e inexperta, recién llegada a la gran ciudad, que mira con gesto asustadizo por una ventana angosta que más que exhibirla parece encarcelarla. Está la trabajadora sexual que hojea distraídamente una revista a la espera del próximo cliente, y la prostituta decadente, rodeada de desechos, que espera en la calle, con lágrimas que se deslizan delicadamente por sus mejillas. Por primera vez una exposición de Kienhloz se realiza rodeada por antiguos maestros. «Kienhloz es uno de los más importantes e influyentes artistas de la posguerra. Al estar rodeado de los viejos maestros, le estamos dando el lugar que merece en la Historia del Arte», dice Wiggins.