Murillo no se casó por amor

Ni Bartolomé Esteban Murillo pretendió insistentemente a Beatriz de Cabrera y Villalobos para convencerla de que se casara con él, ni ésta de resistió hasta el punto de llegar a dudar en el altar, ni el pintor sevillano llegó a su boda con escasos recursos económicos. El siglo XIX rodeó la vida de este matrimonio de un halo de romanticismo y una leyenda de amor que acaba de desvanecerse gracias a un amplio estudio biográfico sobre la mujer de Murillo, realizado por el investigador y profesor de Secundaria Francisco Miguel Ruiz Cabello, que ha titulado Doña Beatriz de Cabrera y Villalobos, la doncella que enamoró a Murillo. El Ayuntamiento de Pilas incluye este estudio dentro del VII Volumen sobre Historia de Pilas. El trabajo, elaborado tras varios años de investigación en diferentes archivos, versa sobre la trayectoria vital de esta pileña afincada en Sevilla y casada en 1645 con el pintor sevillano.

La principal novedad que aporta este estudio es la trascripción de la inédita escritura de dote que Beatriz de Cabrera aportó al matrimonio, y que este investigador halló en “pésimas condiciones” en la sección de Protocolos del Archivo Histórico Provincial de Sevilla. Este documento confirma que la boda fue por conveniencia, acordada entre las dos familias, siendo su principal artífice el tío y tutor de la novia, el platero Tomás de Villalobos, al tiempo que ofrece importantes datos sobre la posición económica de los contrayentes.

Beatriz de Cabrera, a la que algunas leyendas consideraban una noble de la época, era una mujer proveniente de una familia desestructurada y alejada de la aristrocracia. Su padre murió siendo ella una niña y su madre fue encarcelada por culpa de su padrastro, que dilapidó la fortuna familiar. Con 20 años, su tío Tomás de Villalobos se la llevó a Sevilla, donde tres años después, en 1645, contrajo matrimonio con el pintor. A esta unión aportó la dote valorada en 2.000 ducados, lo, según explica a este periódico el investigador, supone una cantidad “aceptable, pero que demuestra que no era rica”, sobre todo “porque le llevó tiempo reunirla y precisó de donaciones familiares”. Murillo, por su parte, aportó 500 ducados, “una cifra que en relación con la que solían aportar los varones al matrimonio nos habla de que ya entonces estaba ya bien situado económicamente y no era un zarrapastroso que pintaba por las calles, como algunos sostienen”.

Pese a todo, el investigador defiende que este matrimonio llegó a amarse con los años. Tuvieron diez hijos –Beatriz murió la noche de fin de año de 1663 pariendo al último– y cuando Murillo se quedó viudo, con 41 años, no volvió a casarse. Por cierto, sólo uno de sus hijos, el que se trasladó a América, tuvo descendencia. El resto murió o ingresó en la Iglesia. De modo que la descendencia del pintor, de haberla, estaría al otro lado del charco.

José Gallego Espina, Murillo no se casó por amor, El Correo de Andalucía, 25 de noviembre de 2009