Una alfombra voladora para Lleida

No va a ser fácil descubrir el nuevo aeropuerto de Lleida a vista de pájaro. Su arquitecto, Fermín Vázquez, del estudio b720, pensó en los campos de labor de la zona cuando lo ideó. Había ganado el concurso para construir una torre de control y tuvo la intuición, o la osadía, de extender esa torre en un zócalo coloreado capaz de absorber las necesidades de la terminal o, al contrario, de camuflar esa torre técnica en un edificio-manto que pudiera confundirse con el paisaje. Así, este aeropuerto-camuflaje es, fundamentalmente, una cubierta. Por arriba, las tiras de chapa metálica perforada pintadas de verde, ocre y tonos amarillos (los del paisaje local) conviven con franjas vegetales de sedums y tiras de madera de pino tratado. Por abajo, está arropado por lamas de roble que ocultan todo el sistema de iluminación, climatización y detección de incendios. Así, el techo-manto protagonista de este edificio semeja, visto desde arriba, un campo cultivado y, desde el interior, los surcos de un campo preparado para el cultivo. El resultado es una nueva arquitectura técnica de aire agrícola, un edificio entre la tierra y el cielo levantado con un gesto rotundo y económico.

Vista del nuevo aeropuerto de la ciudad catalana en el que se aprecia el techo-manto
con sus colores semejantes al paisaje leridano.


No es fácil diseñar un aeropuerto pequeño y con frecuencia los arquitectos se desubican en el intento. Los aeródromos están lejos de los micromundos que son los grandes aeropuertos: alejados de todo, desgajados en terminales y extendidos en cientos de fingers. Sus requerimientos técnicos evitan que puedan ser pensados como inmuebles al uso. Sin embargo, algo cambia al disminuir la escala. La ausencia de fingers destierra todo aspecto alienígena y confiere una libertad formal que, en ocasiones, se utiliza para dotar de escala urbana al edificio. Y otras veces para conferirle expresividad. Rafael Moneo, en Sevilla, eligió para su aeropuerto una fachada más cercana a la de unas viviendas pareadas que a la de una identidad aérea. Esa otra identidad, conformada con imágenes alegóricas del vuelo: aves, alas o aviones fue, sin embargo, la preferida para Sondika, el aeropuerto de Bilbao, por Santiago Calatrava. En El Alguaire de Lleida, Fermín Vázquez explora, y explota, la topografía. Incluso visualmente.

Curtido en los entresijos de los grandes, y muchas veces polémicos, proyectos de Jean Nouvel (Torre Agbar o ampliación del Reina Sofía), David Chipperfield (Ciudad de la Justicia de Barcelona) o Toyo Ito (ampliación de la Feria de Barcelona en Hospitalet), Vázquez ha sabido dar un paso atrás y evitar una bicefalia en proyectos de sello único. Pero ahora la bicefalia es otra. Hace cuatro años que este madrileño asentado en Barcelona abrió despacho también en la capital. El proyecto de Lleida, de altos vuelos y a dos horas de AVE entre sus dos estudios, inaugura una nueva etapa del estudio b720, preparado ya para hablar con idioma propio y volar en solitario. Este aeródromo le ayudará a levantar el vuelo. Lleida estrenará su alfombra voladora el próximo 17 de enero. Parecerá cosa de magia. Vueling inaugurará la terminal desde la que se podrá volar a París en menos de dos horas.

Anatxu Zabalbeascoa, Madrid, Una alfombra voladora para Lleida, EL PAÍS, 16 de diciembre de 2009