La Vanguardia analiza el arte de la primera década del siglo XXI

La escultora colombiana Doris Salcedo 'agrietó' en el 2007 la sala de Turbinas de la Tate

Las corrientes artísticas no surgen ni se entierran cada decenio. Los primeros años del siglo, tras el fin de las utopías, han puesto en cuestión incluso "lo nuevo" (Bajo sospecha, de Boris Groys, fue uno de los libros más leídos), sustituido por los conceptos de novedad reciclado de la moda y de lo más, lo más espectacular, lo más grande, lo más escandaloso, lo más exótico... los autos de Caio Guo-Quian estampados en el techo del Guggenheim; los globos de Koons en Versalles; los bloques de Richard Serra en el Grand Palais; las cascadas (Nueva York) o el sol rojo (Londres) de Eliasson... o la descomunal grieta de la colombiana Doris Salcedo que desgarraba el suelo de la Tate, el nuevo modelo de museo que atrae a "más turistas". Si un plato de Ferran Adrià o el vestido de un modisto son consagrados como arte de referencia, es fácil entronizar al artista "más caro". A los grandes especuladores acostumbrados a manejar las cotizaciones de la bolsa internacional les resulta un juego de niños jugar con la obra de artistas-empresarios (Koons, Hirst, Murakami), inflando el mercado a costa del coleccionista de siempre. Del boom al crac: desde enero del 2008, las cotizaciones han bajado un 38% y muchos de ellos han desaparecido... hasta que la crisis se desvanezca.

El decenio ha completado la globalización, tras las exposiciones de arte africano y la proliferación de centros de arte, con el ciudadano convertido más en consumidor de arte que en espectador.Numerosos artistas prueban con el cine (Tacita Dean, Steve McQueen, Phillipe Parreno...) y se busca la interacción con el espectador (Andreas Fraser llegó a filmar una noche de sexo con un coleccionista, que se adjudicó la primera copia numerada), mientras que junto a las grandes obras y al uso de la tecnología sofisticada, hay una tendencia al microrrelato, historias íntimas o identitarias, al uso de materiales naturales o pobres, a la obra efímera (vídeos que se destruyen una vez visualizados) o al vacío. Roman Ondak fue el artista que suscitó comentarios más elogiosos en Venecia: instaló el pabellón eslovaco como una réplica exacta de los jardines del entorno, de modo que el público, sin ningún cartel que le diera pista alguna, encontraba en su interior lo mismo que en el exterior. ¿Broma televisiva o aguda crítica neoconceptual al espacio vacío del arte?

Para Teresa Sesé, "el vídeo se ha convertido en el medio hegemónico del siglo XXI. Los videocreadores y los cineastas cruzan a un lado y otro de la frontera, con resultados como el de Steve Mc-Queen, que en el 2008 obtuvo la cámara de oro en Cannes por Hunger".También cree que "la irrupción de las nuevas tecnologías, aunque aún no ha dado los frutos deseados, puede provocar una auténtica revolución creativa, que no sólo desafía los modelos expositivos tradicionales y cuestiona el concepto de pieza única, copia y derecho de autor, sino que lleva implícita una nueva forma de contar historias y de intervenir en el mundo". destaca, entre los artistas de la década, aMc-Queen, Jeff Wall, Meireles, Eve Sussman, Dias & Reading, Anri Sala, James Coleman, Rosemarie Troquel, Eulàlia Valldosera o Antoni Abad. En el caso español, considera ejemplar a Pedro G. Romero, que ha encontrado un camino distinto y autónomo, el Archivo F. X."Precisamente - dice-la cultura del archivo y el arte comunitario son dos de las estrategias artísticas que marcan el final de la década".

Juan Bufill tiene una visión amplia del arte, que le hace incluir la danza-teatro de Pina Bausch, la performance musical de John Zorn y el cine, no sólo el de Michael Snowo el de Brakhage, sino también el narrativo de Terrence Malick, Clint Eastwood o Jonas Mekas. "Desde esta década, definitivamente la pintura y la escultura no sólo dejan de reinar en solitario, sino que el auge de la fotografía y de los medios audiovisuales (el cine y el vídeo son ya un mismo arte) hace que incluso sea necesario recordar que esas disciplinas con mayor tradición no han caducado. Aunque el mercado siempre las apoyará, pues necesita vender también esos objetos", dice Bufill para quien "el mundo de las artes plásticas es el único donde es habitual confundir la relevancia artística con el éxito y el valor con el precio. El resultado es que el canon del arte contemporáneo es infumable. La opinión sobre artes plásticas que más cuenta es la que expresa el dinero. Y el dinero sólo percibe plusvalías".

"Posiblemente - dice- el llamado arte crítico ha sido la corriente dominante de estos años: un mainstream en tono alternativo, impulsado desde la Documenta de Kassel. Sin embargo, muchas obras posconceptuales se han ensimismado en sus discursos estéticos y han perdido realidad y vitalidad. En cuanto al arte con más carga política, es muy necesario dado el estado del mundo, pero en la práctica suele ser un sucedáneo del verdadero trabajo dirigido a un cambio político".

Llàtzer Moix aporta los nombres de arquitectos de la década; Herzog& De Meuron, seguidos de Foster + Partners, Rem Koolhaas, SANAA y Tuñón/ Mansilla.

J. F. Yvars contextualiza el decenio en la globalización capitalista, en el sentido de que sólo existe capitalismo, se ha internacionalizado la información, se han abaratado los viajes y el individuo es sólo un consumidor, en el que las culturales locales son simples focos de resistencia en variables locales de esa condición de la globalización. ¿Consecuencia?: la unificación de la experiencia estética. En segundo lugar, constata el hundimiento de los géneros tradicionales, con lo que una primera sensibilidad contemporánea se afirma sobre soportes y ámbitos que no entraban en los canales habituales de la tradición. Para Yvars las culturas de la resistencia - étnica, ficciones narrativas fundacionales...-pretenden ilustrar aquello que no es la globalización, proponiendo modelos alternativos (feminismo, movimiento queer, arte testimonial...), por ello, se tiende a un arte más táctil, performativo, de acción, arte de la tierra. Y por otro lado, queda el arte nutrido por la tradición occidental, con cierto tono documental (mundos sensibles negados antes por esa tradición narrativa, artes de la memoria...) y el que aún defiende el objeto sensible que llamamos obra de arte, el cual, si bien responde a una dinámica de mercado, no está del todo agotado (Juan Muñoz, Barceló, Richter, Gabriel Orozco...), Junto a ellos, pululan estéticas de la improvisación (los Chapman, Cattelan, Tracy Emin), movimientos neo-. Yvars cita a Cristina Iglesias, Susana Solano, Gary Hill, Meireles, Pipilotti Rist, entre otros nombres del decenio.

Josep Massot, Barcelona: La Vanguardia analiza el arte de la primera década del siglo XXI, LA VANGUARDIA, 30 de diciembre de 2009