Un charlatán resucita a Vincent van Gogh

Dirk Hannema sabía, cuando murió, que el molino colorista que lucía en su museo lo había pintado Vincent Van Gogh. Nadie le creyó, hasta ayer. Los conservadores y expertos del Museo Van Gogh de Ámsterdam devolvieron a El molino Le Blute-fin a su lugar en la historia de la pintura. Añadieron además una medalla extra: la de la singularidad tanto dentro de los trabajos del maestro posimpresionista como del período en el que fue creado.

El cuadro del molinoBlute-Fin, de Van Gogh.- AP Photo/Museum de Fundatie

El cuadro, hasta ahora expuesto en el Museo Fundatie de Zwolle, en Holanda, fue adquirido en 1975 por Hannema, un conservador tan conocido como cuestionado al haber confiado ciegamente en la autenticidad de un Vermeer que finalmente se demostró falso. En los años sesenta y setenta, Hannema se hizo con varias obras anónimas que él creía obra de grandes figuras de la pintura. El molino parisino del siglo XVII que ayer se incorporó a la obra de Vincent van Gogh (Holanda, 1853 - Francia, 1890) le costó al experto unos 6.500 francos, menos de 1.000 euros de hoy. Aunque el anticuario parisino que se lo vendió no confiaba mucho en su valor, Hannema lo aseguró por 16 veces el precio de compra y defendió hasta su muerte en 1984 su autenticidad sin mucho éxito.

Para Louis van Tilborgh, del Museo Van Gogh de Ámsterdam, las dudas sobre la autenticidad son comprensibles, ya que no encaja con la corriente impresionista de la época. En 1975, Van Gogh ya era un pintor importante y con obras cuyos precios alcanzaban millones, aunque sólo consiguió vender una pintura en vida. Se trataba de Viñedo rojo, una obra que la pintora belga Anne Boch le compró en 1890 por 400 francos, poco antes de que el artista muriera.

El Museo de Ámsterdam consideró en 1988 que El molino Le Blute-fin no era atribuible a Van Gogh, algo que sus dueños nunca aceptaron del todo. Los investigadores datan en 1886 esta escena de pomposos parisinos subiendo y bajando una escalera de madera en bohemio barrio de Montmartre. "Puede relacionarse con ciertas obras de Van Gogh en ese período, pero no con muchas", confesó. Sin embargo, la presencia del molino, un icono recurrente en el autor, y el colorido indisimulado en las alargadas figuras humanas lo acercan a otras creaciones de Van Gogh.

El barrio donde vivía Theo

El artista conocía bien ese lugar. El molino adorna el punto más alto del barrio de la colina de Monmartre, al norte de París, y fue una gran atracción turística que, además, estaba cerca del apartamento de su hermano Theo, mecenas, amigo e hilo conductor de la biografía de Van Gogh. "La pintura es un tanto atípica para Van Gogh por las muchas personas que aparecen", reconoció Ralph Keuning, el director del museo, a quien no se le escapa "el papel central del molino".
En aquella época, el pintor holandés era amigo de Toulouse-Lautrec, Paul Gauguin, Georges Pierre Seurat, entre otros grandes artistas de la época, aunque era totalmente dependiente economicamente de su hermano Theo. París fue un periodo muy fértil en el que, por un lado, su arte se inclinó hacia el impresionismo, pero por otro lado, la absenta y la fatiga mental agravaron su condición física.

El óleo encontrado incorpora el sello de una de las tiendas que Van Gogh frecuentaba y análisis detallados de las fibras y las pinturas concluyen que los materiales fueron comprados en tiendas familiares del autor. Los análisis físicos llevaron a los expertos del Museo Van Gogh a dejar fuera de toda duda su autenticidad.

Burlas de los críticos

Tuvieron que pasar 25 años tras la muerte de Hannema, que recibió las burlas de reputados críticos, para que los investigadores reconocieran el valor de El molino Le Blute-fin como un Van Gogh, uno de los menos comunes. El maestro del siglo XIX, con una vida atormentada, no fue tampoco reconocido en vida, y sólo tras su muerte en 1890, a los 37 años tras dispararse a sí mismo en el pecho, se produjo un redescubrimiento de su obra que lo encumbró tanto a los altares de la pintura universal como al de la icónica comercial.
El Fundatie, propietario de la obra, trató de autentificarla en 1993 para una exposición, arriesgándose a perder el "atribuído a" Van Gogh. En aquella ocasión, según los responsables del museo, la falta de disponibilidad de los expertos de Ámsterdam les obligó a posponer el estudio de la obra. El óleo regresó entonces al depósito, de donde salió brevemente en 2007. Otros tres cuadros que Hannema atribuyó a Van Gogh siguen esperando ser autentificados

No es el primer Van Gogh que resucita, algo que los expertos no consideran extraño dada la falta de éxito comercial del autor en vida pese a su enorme productividad, que le hace autor de hasta 900 obras. Desde 1970, cuando se realizó el último catálogo de la obra del creador, han sido autentificados otros siete lienzos, el último de ellos en 1995.

"Este descubrimiento no es sólo una atribución, sino una absoluta seguridad", afirmaba Hannema ante sus incrédulos críticos. Su certeza se basaba en la importancia máxima que el coleccionista le daba a su sensibilidad artística y su olfato comercial. Sin embargo, la frase sonaba a viejo. Su obsesión por encontrar en obras anónimas la mano de los grandes de la pintura le condujo al escarnio al comprobarse que varias de sus obras maestras no eran sino creación de imitadores. Hasta sus herederos reconocieron que ensalzaba el hallazgo la "dudosa reputación" del coleccionista. Su fulgurante ascenso a relevantes puestos de la gestión cultural holandesa se truncó cuando se hizo cargo de todos los museos del país durante la ocupación nazi, durante la II Guerra Mundial. Fue juzgado y condenado por colaboracionismo.

"Era el hazmerreír del mundo del arte", en palabras de Tilborgh. "Su tragedia fue pensar en los grandes nombres". Para el coleccionista, el más destacado fue Johannes Veermer, a cuyas obras algunas falsas reservaba en su museo el lugar preeminente. Es más, El molino Le Blute-fin no gozó de un espacio privilegiado en el centro que creó en 1958. También reclamaba autenticidad para varios Rembrandt.

El centro Fundatie es una de las instituciones culturales más pequeñas de Holanda. Acogerá desde hoy y hasta el 4 de julio una exposición especial alrededor de El molino Le Blute-fin.

Daniel Basteiro: Un charlatán resucita a Vincent van Gogh, Público, 24 de febrero de 2010