Que la naturaleza 'penetre' en la arquitectura


Tres prismas de cristal se han construido en el centro de la ciudad de Burgos. En su interior se cobijan los secretos más antiguos de la especie humana. A escasa distancia de la catedral y sobre el histórico río Arlanzón, Juan Navarro Baldeweg ha erigido una metáfora de luz, historia y naturaleza. El Museo de la Evolución Humana (MEH) abre sus puertas en la vieja ciudad castellana para iluminar al mundo. Sus hechuras rabiosamente vanguardistas transportan en un golpe de luz a la antigüedad más profunda del hombre, aquella que dieron nuestros primeros ancestros en el alba de la especie humana y que, con rigor milimétrico, año tras año sacan a la luz los equipos paleontológicos de la Sierra de Atapuerca dirigidos por los científicos Juan Luis Arsuaga, José María Bermúdez de Castro y Eudald Carbonell. Todos estos hallazgos se muestran en el interior de un edificio destinado a complementar al que está considerado principal yacimiento paleontológico de todo el mundo, por la importancia y cantidad de hallazgos que allí han salido a la luz.

El 13 de julio de 2010 fue el día en que se inaugururó este museo que nace con vocación de convertirse en referencia de paleontología mundial. De momento, llama la atención por lo atrevido de sus formas. Tres enormes construcciones cúbicas, que junto con el MEH, albergan un palacio de exposiciones y congresos y al Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) donde 20 científicos llevan trabajando un año.Flanqueado por las otras dos construcciones, separan los tres unos callejones de proporciones ciclópeas, que crean un efecto mágico y son representación de las trincheras de Atapuerca en donde han aparecido algunas de sus joyas paleontológicas.

Relación de arquitectura y naturaleza

El MEH es el más llamativo de los edificios. Con una superficie de 15.000 metros cuadrados, este cubo de cristal completamente diáfano tiene una fachada de 60 metros, por 90 de fondo y 25 de altura. "Es un proyecto de relaciones de arquitectura y naturaleza", explica su autor, el arquitecto español Juan Navarro Baldeweg. "Desde el primer momento tuvimos claro que éste debía ser el objetivo de nuestro proyecto: lograr poner en relación arquitectura y naturaleza. Finalmente el MEH puede verse como metáfora de la vida en general y de nuestra relación con la vida y también con el sol", añade. Admite Baldeweg la importancia del plano inclinado situado ante la fachada principal del edificio y en el que se recrea una naturaleza próxima a la de la Sierra de Atapuerca. Naturaleza que se prolonga intramuros. Esta continuación espacial no es gratuita. "Es la principal intención del edificio: ofrecer una continuación, de manera que su lectura haga concluir que esa naturaleza que está frente al conjunto y penetra en su interior es la línea conductora de un concepto que indique que venimos de esa naturaleza y que esa naturaleza es todo".

Para lograrlo, este enorme edificio presenta su interior completamente vacío de columnas y elementos arquitectónicos. Es un gigantesco vano, en cuya superficie se extienden sucesivas pastillas sobre las que prospera un paisaje idéntico al de la sierra burgalesa. Bajo ellas, trincheras y cuevas como las de la cercana Atapuerca. "En todo el espacio inicial no hay nada que rompa la continuidad de un paisaje, de un escenario en el que son protagonistas la naturaleza y la luz solar. Luego hay bandejas y otros espacios expositivos, pero el frente carece de la menor estructura. Es un techo colgado desde arriba, por eso hay esas estructuras laterales que nosotros hemos pitando de rojo". Estas estructuras decoradas de una manera un tanto icónica son necesarias para sustentar a las grandes vigas, de 60 metros de luz que sujetan al enorme techo. "Es un desafío importante, pero nos ha permitido expresar lo que nos proponíamos en principio", concluye Navarro Baldeweg.

Alfredo Merino | Burgos: Que la naturaleza 'penetre' en la arquitectura, EL MUNDO, 12 de julio de 2010