Contenedores de arte (2)

La Conservera, en Murcia, crea su sistema expositivo

Instalaciones de La Conservera, de Murcia, rehabilitación de una antigua fábrica de conservas realizada por el arquitecto Fernando de Retes.-

En mayo de 2009 se inauguró La Conservera en Ceutí (municipio de 9.700 habitantes situado a 24 kilómetros de Murcia capital), un centro de exposiciones temporales que debe su nombre al antiguo uso del edificio como fábrica de conservas. El complejo industrial pasó de ser un Museo de Ciencias, patrocinado por el Ayuntamiento, a convertirse en un centro de producción artística contemporánea tras la compra que gestionó la Consejería de Cultura y Turismo de la Región de Murcia.

La transformación de un modelo de museo a otro se encargó a Fernando de Retes, arquitecto comprometido con los nuevos criterios de sostenibilidad arquitectónica, quien puso en práctica una estrategia de reciclaje. En su presentación en público subrayó que pretendía que el edificio "no dijera nada, para que fueran los artistas los que hablaran con sus obras". Un principio que ha respetado al dejar una infraestructura sin tiempo ni escala que se divide en cuatro impresionantes salas de exposiciones con carácter propio y que se engarzan unas a otras por los patios que las separan. Esa voluntad de dejar que los artistas sean los auténticos protagonistas de los 4.800 m2 del recinto se ha visto corroborada desde el primer ciclo expositivo por el criterio de Pablo del Val, nombrado director el pasado mes de abril. "El trabajo curatorial como tal no existe, solo mi selección", explica el director. "Aquí el comisario es el propio artista, quien trabaja con un equipo de gente que aporta su experiencia o su negociado. Por decirlo de alguna manera: tú apuestas, tú produces y tú cuelgas. Intentamos realizar las obras que otras instituciones no pueden. Cuando finalizamos editamos un catálogo individual, no colectivo". Sobre el presupuesto que maneja es taxativo: "Un millón de euros anual para infraestructuras, montaje de exposiciones, publicidad y catálogos". Una financiación que aporta la empresa Murcia Cultural, organización de capital público con la Comunidad Autónoma de la región de Murcia como accionista único. Hasta ahora han pasado por Ceutí cinco ciclos expositivos, cada uno con cuatro muestras, en los que para cada uno de ellos se ha producido la obra de cuatro artistas distintos. El último tiene como eje conductor la experiencia musical y las cuatro instalaciones funcionan como partituras de diverso formato, exponen: Kristoffer Ardeña (Filipinas, 1976), Aïda Ruilova (Estados Unidos, 1974), assume vivid astro focus (Nómadas), Eduardo Balanza (Murcia, 1971).

Aunque su responsable ha forjado su currículo como director de colecciones particulares como Untitled Art Consulting o la Colección VAC (Valencia Arte Contemporáneo), La Conservera carece de colección propia. "Es una locura innecesaria que conllevaría duplicar el equipo y triplicar el espacio para poder almacenarla. Da un poco de pena, pero tener una colección y conservarla es, a veces, más caro que comprarla", opina concluyente sobre la posibilidad de crearla.

Mara Mira: El artista es el comisario, EL PAÍS / Babelia, 7 de agosto de 2010

Inventar modelos: La Alhóndiga-Bilbao, un centro cívico con mucho arte


Para la capital vizcaína, el viejo almacén de vinos y licores que fue la Alhóndiga representa hoy la continuación del entusiasmo verdaderamente norteamericano, tras el lúcido arrebato político que llevó al Gobierno vasco a impulsar el implante de amianto de Frank O. Gehry, a orillas de la ría de Bilbao. Pero al contrario que el Guggenheim, la Alhóndiga no es un museo, ni tiene colección. Y parece menos confinado por la cultura (inter)nacional, aunque para el consistorio -único promotor del proyecto- será de una importancia capital a la hora de conformar la mentalidad de los bilbaínos.

El sello de la Alhóndiga tiene el nombre de Philippe Starck. Entre los muros de la vieja construcción de Ricardo Bastida (1909), en el ensanche de Albia, el controvertido arquitecto y diseñador francés ha levantado tres cubos que miran a un atrio de 6.000 metros cuadrados, y los ha decorado con 43 columnas que compiten entre ellas en extrañeza o clasicismo. Actividades deportivas, talleres, gastronomía, teatro, cine, música y arte buscan armonizar mente y cuerpo a través de visiones paralelas y transversales de la cultura. La más directa alianza entre un ocio sano y el bien social.

Para su inauguración se han presentado dos muestras paralelas que tienen mucho que ver con el esfuerzo de los responsables de la Alhóndiga -Marian Egaña e Iñigo Cabo- por explorar los efectos positivos y negativos de la globalización: Tierra Natal, un proyecto de Paul Virilio en colaboración con el cineasta Raymond Depardon -y que se exhibió el pasado invierno en la Fondation Cartier, de París- analiza a través de un display high tech el entorno natural y artificial que condiciona las actividades de las personas, aquello en lo que se convertirán y los lugares que habitarán, las lenguas que desaparecerán y las que pervivirán, o los éxodos humanos marcados por lo que el filósofo y urbanista francés ha llamado "la desaparición de la inmensidad del mundo".

En un espacio adyacente, la comisaria Alicia Chillida ha reunido en Proyecto Tierra los trabajos de una docena de artistas y arquitectos. Como una cena al aire libre con amigos, la exposición conmueve solo de una manera superficial, aunque se perciban las potentes individualidades de autores como Lothar Baumgarten, Gordon Matta-Clark o SANAA (Sejima + Nishizawa). Antoni Muntadas ha recreado la atmósfera de un frontón de pelota vasca a partir de grabaciones sonoras. Frívolamente, los Splitting y Bingo-Ninths de Matta-Clark se proyectan sobre una de las paredes de la sala junto a los planos y maquetas de arquitectos como Emilio Puertas, Ábalos + Sentkiewick, Santiago Cirugeda y SANAA. Ya en el atrio, una "escultura"-columpio -prototipo diseñado por José Ramón Amondarain para un parque infantil- alivia al visitante de la necesidad de saber en realidad en qué tipo de espacio se encuentra. Lo que muy pocos dudan es que se trata de un edificio con casi tanto poder de "contaminación" como el Guggenheim.

Ángela Molina: Inventar modelos, EL PAÍS / Babelia, 7 de agosto de 2010