Arte contemporáneo: ¿Por qué ese descrédito?, 1. Críticos lumpen

Marina Abramovic: The Artistic is Present, 2010. Performance realizada en el MoMA de Nueva York. Fotografía: Marco AnelliLo debaten, lo reconocen, lo asumen. Unos culpan al propio mundo del arte, otros son más duros con el espectador desinformado. Son cinco de las voces más prestigiosas del arte internacional quienes tercian en el tema planteado por El Cultural. Pocas veces se dan cita en unas mismas páginas nombres tan indiscutibles como independientes: Arthur C. Danto, crítico de arte norteamericano; la comisaria María de Corral, la directora del parisino Jeu de Paume Marta Gili, el crítico Adrian Searle y el teórico, recientemente fallecido, José Luis Brea han afilado sus plumas para acabar con tan tristes tópicos. Para Danto, el arte no tiene por qué responder a estos “insensatos ataques”; para De Corral son comentarios aislados; más crítica es Gili e irónicamente agradecido se mostró Brea en uno de sus últimos textos, mientras Searle nos invita a separar el polvo de la paja: hay mediocridad pero podemos elegir.

Arte contemporáneo: ¿Por qué ese descrédito?, EL MUNDO / El Cultural, 17 de septiembre de 2010

Críticos lumpen

Muchos de los comentarios que recibe el arte actual se limitan a escribir virulentas observaciones como francotiradores agazapados, dice Arthur C. Danto. Para él, el problema está claro: Internet no hace más que envenenar el ciberespacio.

Esta primavera pasada no dejé pasar la oportunidad de sentarme a la mesa frente a Marina Abramovic durante su maratoniana performance en el vestíbulo del MoMA neoyorquino. No recuerdo una obra museística que haya generado el revuelo causado por esta pieza, de título The Artist is Present, y mi objetivo era comprobar qué se sentía sentándome con Marina y escribir después mi experiencia. A pesar de la cola que se formaba cada día y de que, desde la apertura del museo hasta el cierre, la silla frente a la artista jamás permaneció vacía, nadie del establishment de la crítica ha escrito sobre la experiencia de sentarse con ella. Mi texto vio la luz el 23 de mayo en las páginas del New York Times y, durante una semana, no dejaron de recibir comentarios de los lectores: 181 en total y, muchos de ellos, bastante extensos.


Arthur C. Danto. Fotografía de Steve PykeDesconfianza absoluta

Me sorprendió la negatividad de la mayoría. La performance era “El traje nuevo del emperador”. “Vanidad pura y dura”. Por el contrario, algunos de los comentarios hablaban de la profunda emoción sentida. Todos cuantos se sentaron a la mesa fueron fotografiados y una cantidad sorprendente de ellos aparece en esas fotografías llorando. Hubo quien se preguntaba por la diferencia entre sentarse con la artista en aquel vestíbulo o hacerlo frente a otra persona en cualquier sitio, por ejemplo, en el metro. Claramente, no estallamos en sollozos al sentarnos delante de un pasajero cualquiera. Sea como fuere, si algo me quedó claro es que, también en el arte de la performance -un tipo de creación que se libra de las profundas problemáticas que afectan a la pintura-, la expresión de descontento con el arte contemporáneo se expresa sin cortapisas, revelando una fuerte desconfianza con los creadores contemporáneos. No resulta sencillo determinar qué es lo que podría acabar con esa desconfianza, pero es difícil imaginarse a Marina, una artista cuyas obras a menudo implican duras pruebas y no pocas veces riesgos, como insincera.

Por contra, me llamó la atención que los autores de esos comentarios no asumieran riesgo algun: no desvelan su identidad y la artista no tiene la oportunidad de responderles. Se limitan a dar su nombre de pila y a escribir virulentas observaciones como francotiradores agazapados. Percibo la existencia de una especie de ira, de resentimiento y siento que este tipo de comentarios estimula una sombría negatividad en gentes dedicadas a erigir barreras entre el arte y el público. En el cuento de “El traje nuevo del emperador”, éste cae víctima del engaño al creer que luce el mejor de los atavíos cuando, en realidad, no lleva nada. Al ver la performance como un ejercicio de vanidad, lo que el artista intentaría es ganarse la admiración a cambio de algo insignificante: sentarse en una silla vistiendo sus mejores galas.

¿Acoso y derribo?

Los autores de los comentarios no se involucran. Se mofan desde los márgenes. Son críticos lumpen. El propósito del arte es establecer un vínculo entre el artista y el público, de uno en uno. Para ellos, el espacio entre la artista y quien se sienta frente a ella está vacío. Pero entonces, ¿cómo explicar esas lágrimas, ese intenso anhelo que lleva a las personas a ponerse en la cola? ¿Acaso lo que mueve a la artista es burlarse de todo el mundo? Los artistas se esfuerzan por proporcionarnos experiencias que modifiquen nuestra forma de pensar, que nos cambien como ninguna otra cosa sería capaz de hacerlo. Y estos comentarios levantan barreras que obstaculizan el funcionamiento del arte. Fue una mala idea dar a esos comentaristas la oportunidad de echar veneno al pozo en nombre de la libertad de pensamiento. Pienso que el arte no tiene la obligación de hacer nada para responder a esos insensatos ataques y que la existencia de internet hace enormemente fácil emponzoñar el ciberespacio.

Arthur C. Danto (Michigan, 1924) es profesor emérito de filosofía de la Universidad de Columbia de Nueva York y uno de los crítico de arte más prestigiosos habitual de las páginas de The Nation y del New York Time. . Entre sus ensayos más importantes está El fin del arte (1984), Transfiguración del lugar común (1981) y La Madonna del futuro (2000).

Arthur C. Danto: Críticos lumpen, EL MUNDO / El Cultural, 17 de septiembre de 2010