El camino de Rothko a la oscuridad

Rojo, marrón, negro, verde, rojo (1962), de Mark Rothko El título y subtítulo dejan claros de qué trata este libro, sugieren su naturaleza y las condiciones en que hay que leerlo. Se trata de una aproximación filosófica a la dimensión estético-religiosa de la obra de Rothko (de 1939/1940 en adelante), privilegiado ejemplo de pintor expresamente religioso y filosófico. No son epígrafes rebuscados, como no lo es el libro, son objetivos, como el libro, que trata de muchas más cosas pero, efectivamente, del sacrificio -tanto del ritual de los mitos y religiones como del personal del yo- como comienzo de toda experiencia creadora; y de la emoción estética que, en ese supuesto, esta experiencia conlleva en el artista y que se transmite también al contemplador como emoción religiosa. "La gente que llora ante mis cuadros tiene la misma experiencia religiosa que yo tuve cuando los pinté".

¿Experiencia religiosa la estética? Expresión de "algún impulso religioso oculto y profundo", dice Rothko, para quien, de todos modos, el arte no representa nada ni proporciona idea alguna de cómo entender lo que se llama misterio o invisible. Es "expresión de una expresión", simplemente, una expresión casi imposible porque "la representación de la que proviene es inasible". Sólo expresa emociones básicas de la existencia en las que no aparece ni ha de aparecer el yo. Una especie de "teogonía de la conciencia elemental", a la que Rothko llamaba también "abstracción emocional". En ese sentido este libro insiste en destacar básicamente la vía emocional como centro de la experiencia artística.

La conjunción de lo visible e invisible, de luz y oscuridad, Perséfone misma diríamos, condujo a Rothko a una abstracción que fue eliminando cualquier mediación figurativa para ir aproximándose a una vía de representación -puro color y forma de color- de lo que queda más allá de toda apariencia. Lo que queda más allá de toda apariencia es la apariencia de la abstracción misma. No se puede decir de otro modo. Se trata de algo muy cercano a ciertas concepciones de la teología negativa. Abstracción de la abstracción misma, donde la imagen esencial (inasible) de esa originaria abstracción misma Rothko la denomina Dios. No es extraño entonces que continúe: "En caso de que llegáramos a conocer la apariencia de la abstracción misma estaríamos constantemente reproduciendo sólo su imagen".

Parece que Rothko lo consiguiera de algún modo y que sus sectionals fueran, por tanto, reproducciones insistentes del mismo rostro oscuro de Dios. En cualquier caso la repetición es el único camino posible en ese proceder contemplativo: rodadas del círculo de asimilación progresiva de la experiencia de lo tremendum et fascinans.

El libro va mostrando así cómo la experiencia estética y la religiosa van de la mano: ambas nacen de una misma actitud nihilista ante el mundo, que es la actitud mística. Ya desde su primer gran libro, Zen, mística y abstracción (Trotta, 2002), cuyo último capítulo continúa éste, el profesor Vega Esquerra intenta comprender el nihilismo a través de la meditación zen, la mística cristiana y el arte abstracto moderno. En este contexto hay que entender este ensayo, que, en busca de objetividad en lo oscuro, va haciendo una lectura paralela de la obra pictórica de Rothko y de su obra escrita, recientemente publicada: Philosophies of Art (2004) y Writings on Art (2006). Así, el camino de Rothko a la oscuridad, desde 1939/1940 hasta su oscurecimiento definitivo en 1970, se convierte en manos del profesor Vega en una experiencia lúcida. Para entender menos emocionalmente la abstracción emocional de Rothko, digamos, o para entender objetivamente las emociones que despierta.

Amador Vega Esquerra, Sacrificio y creación en la pintura de Rothko. La vía estética de la emoción religiosa, Siruela. Madrid, 2010,138 páginas [19,95 euros]

Isidoro Reguera: El camino de Rothko a la oscuridad, EL PAÍS / Babelia, 4 de septiembre de 2010