Ángela de la Cruz: "He pasado años con la pintura hasta el cuello"

Es la primera española en entrar en la exclusiva lista de los nominados al Turner Prize, el premio internacional más prestigioso y polémico que, cada año, se convoca en Londres. Allí llegó hace casi 23 años y, en el punto álgido de su carrera, sufrió un derrame cerebral que la apartó durante cuatro años de la escena artística. Hoy vuelve a pintar, reciclar y estrujar reivindicando la misma rebeldía e independencia de siempre.

Ángela de la Cruz en su estudio londinense. Fotografía: Ione Saizarrefiere reirse antes que desesperarse, sentencia nada más empezar. Lo dice segura de tener en el sentido del humor su mejor autodefensa. Su risa es mordaz, punzante e incisiva. “Sardónica”, matiza. Ángela de la Cruz (La Coruña, 1965) es como el Sr. Hulot, alter ego de Jacques Tati, a quien venera: un personaje de total independencia, de altruismo absoluto y cuyo carácter irreflexivo es su principal inconveniente. En suma, alguien indomable. Aunque no sólo en eso se parece la artista a Tati. Desde que sufriera una hemorragia cerebral en 2005 que la dejó sentada en una silla de ruedas, también ella dice sentirse “como un director de cine”. Sus asistentes reciben atentos las instrucciones de la artista en su estudio londinense, un pequeño espacio en un edificio para artistas cerca de Portobello Road, mientras ella supervisa los últimos detalles de su exposición en los Turner Prize 2010, que se el próximo 5 de octubre se inaugura en la Tate Britain de Londres. Es la primera vez que una española es finalista del premio más controvertido del arte contemporáneo, el podio de los más importantes y prestigiosos, cuyo ganador (la disputa está entre los ingleses Dexter Dalwood, Susan Philipsz, el colectivo The Otolith Group y la española) se hará público el próximo 6 de diciembre.

La nominación le llegó a raíz de su exposición After, celebrada en el Candem Arts Centre la pasada primavera. Fue su vuelta al mundo del arte tras varios meses en coma, en los que dio a luz a su hija, y largos años de paciente recuperación:“Volví a trabajar en julio de 2009, hace poco más de un año, y fue una sorpresa para mí estar nominada para el Turner Prize. Antes del derrame llevaba unos quince años trabajando como artista, aunque no por ello me planteo ganarlo. Estar nominada supone ya un reconocimiento internacional muy grande”.

Los cambios en su vida y su trabajo son evidentes:“Antes iba constantemente de un lado a otro. De hecho, hacía de todo muchísimo. Ahora me limito y me cuido más. Noto que mis obras son más directas, más claras, como si tuviera menos tiempo que perder. También creo que mi trabajo de antes pesaba mucho y ahora es mucho más ligero, como si se hubiera liberado de una carga. Por lo demás, siempre he trabajado con un equipo para realizar mis obras, y mi trabajo es conceptual, por lo que, en ese sentido, no ha cambiado tanto. Aunque me resulta difícil el hecho de no poder meterme en la pintura como antes. He pasado muchos años con la pintura hasta el cuello. Me encanta la sensación de tocarla y olerla. Aunque lo sigo intentando. Me voy recuperando lentamente, voy hacia delante”. La vida como accidente

Precisamente, la ausencia o presencia del cuerpo siempre ha sido uno de los motivos centrales en su trabajo. “Siempre he percibido el bastidor como una extensión del cuerpo”, explica. El primer cuadro que rompió fue Homeless (Sin techo), en 1996, en respuesta a una fractura emocional, la muerte de su padre. Desde entonces, sus pinturas empezaron a sufrir accidentes, a padecer amputaciones y a ocupar espacios inesperados en las galerías: obras arrinconadas en una esquina, colocadas contra la pared, tiradas por el suelo. Son sus Everyday Paintings (Pinturas de lo cotidiano, 1995-1999), pinturas-objeto que se apropiaban de un sentimiento humano y una posición casual en el espacio.

El juego de escalas, repetición y serialidad vino inmediatamente después. Larger than Life (Más grande que la vida) es, seguramente, la más paradigmática. Ocupó en 2004 el espacio Anexo del MARCO de Vigo con una obra gigante atrapada entre cuatro estrechas columnas: “Esta instalación reflexiona sobre la historia y la longevidad en la pintura, pero al mismo tiempo, habla sobre el exceso de producción, como un cuadro que desease representar todos los cuadros pintados o por pintar”. Su relación actual con la pintura dista mucho de la que tenía cuando estudiaba arte en el Goldsmith College londinense, cuando realizaba perfectos monocromos y tenía por referentes a Donald Judd o Barnett Newmann: “Para mí la pintura es un tipo de lenguaje. Me dedico a hacer lo que me da la gana, tomando prestado el lenguaje del minimalismo, que invita a una repetición que, cuando es excesiva, se puede reciclar. Me resulta muy difícil tirar nada, así que reciclo contínuamente”.

Manual de estilo

Algunas veces ese reciclaje es de objetos físicos, como muebles, sillas, armarios o lienzos viejos. En ocasiones, las ideas vienen del cine y la literatura, de las mujeres de Fellini, las distorsiones de Buñuel, los chicos de Passolini, el carnaval de Rabelais, el exceso de Bataille... Otras veces, la mayoría, son noticias, sucesos o circunstancias personales, las que detonan muchas de sus obras. La vida misma. “Soy una lectora empedernida de revistas y periódicos y eso influye bastante en mi obra”.

-También su biografía...
-Sí, mi vida personal influye también. De hecho, mi último trabajo se basa en todo lo que me ha pasado. No se nota mucho, porque no me gusta que lo personal sea muy obvio, pero ahí está. Por ejemplo, Flat (2009) gira en torno a la imposibilidad de levantarse, Deflated (2009-10) es como un globo deshinchado, y Hung (2009-10) es un cuadro que todavía se puede colgar a pesar de estar un poco torcido.

-Sus obras, ¿son pinturas?¿Esculturas? ¿Ambas cosas?
-Son pinturas que tienen un lenguaje escultórico y, a la vez, son esculturas que tienen un lenguaje pictórico.

-Esa dualidad se ve también en la factura. Por un lado, el detallista procedimiento contrasta con cierto aspecto tosco y de abandono. ¿Cómo se puede ser una cosa y lo contrario al mismo tiempo?
-Me gusta que un cuadro sea perfecto antes de manipularlo y que siempre pueda volver a su estado de cuadro perfecto. Lo que intento en todo momento es desarrollar un lenguaje. Todo en mi obra parte de un proceso, que hace que sea lo que es.

-Ese proceso pasa por arrugar, desgarrar, tirar por el suelo las obras. Parecen haber sido víctimas de actos vandálicos...
-Algo roto es más humano y asequible, menos intimidante.

-Aun así, en sus nuevas piezas hay una intención clara de que las obras perduren y los colores han pasado de ser aparentemente sucios a ser brillantes y casi comestibles.
-Mis primeras obras están hechas con poco dinero, son más cutres, aunque nunca escatimé en la producción de las piezas. Mi trabajo ahora es más chillón y está influenciado por los colores que están de moda. Me gusta que la obra aparente ser nueva, no de segunda mano, y estoy experimentando con materiales como el óleo y el acrílico, con la intención de hacerlos más duraderos y lo suficientemente fuertes para que no se destruyan al ser manipulados. En mis primeras piezas utilizaba los materiales para darles una apariencia más escatológica, porque pensaba mucho en lo sucio, en lo fecal. Mis últimos trabajos se han “fetichizado” y dan la impresión de estar húmedos, recién hechos. De algún modo tienen algo muy sexual. Ambas ideas, lo sexual y lo escatológico, han estado siempre presentes en mi obra. Ahora y antes.

Mensajes cifrados

Sus títulos sugerentes expelen una reacción anímica en el espectador. Muchos de ellos, transmiten sensación de angustia e incomodidad, como si alguien no cupiese en sus zapatos: “Siempre me ha llamado la atención lo de estar atrapado en un espacio, como cuando eres pequeña y atrapas a una mosca en un vaso y no puede salir. De pequeña, se me quedaron grabadas las películas de la serie Historias para no dormir y La cabina, con José Luis López Vázquez. De ahí viene mi interés por el volumen corporal”.

La referencia al cine patrio invita a reflexionar sobre el arte español: “No podría volver a vivir en España, porque la política está demasiado metida en las instituciones artísticas y la encuentro todavía demasiado conservadora”.

-El próximo enero expone en Madrid, en la galería Helga de Alvear, aunque su presencia en España se reduce a tres citas puntales. ¿Se siente valorada en su país?
-Ahora sí.

Bea Espejo: Ángela de la Cruz: "He pasado años con la pintura hasta el cuello",
EL MUNDO / El Cultural, 1 de octubre de 2010