El lento e inexorable camino de los museos hacia los medios digitale

amdm_1-EKPA "En los últimos años, los grandes museos e instituciones de arte se han movido dentro del mundo de la tecnología y han hecho grandes progresos en su adaptación a la era digital, pero necesitan ir mucho más lejos para adecuar sus contenidos a los nuevos requerimientos de sus visitantes".

Esta es la tesis que defiende András Szántó, editor asociado de The Art Newspaper, en un reciente artículo titulado Time to loose control (Es hora de perder el control), que, por su interés, reproducimos a continuación:

Una serie de números se desplaza a lo largo de la pantalla mientras una música etérea impregna el aire. A continuación, un flash de imágenes de diversas ciudades: Nueva York, Hong Kong, Venecia, San Francisco... Calles y horizontes se sumergen en la luz dorada del sol. Pero en todas ellas hay algo que no cuadra: en el corazón de cada ciudad aparece siempre el mismo rascacielos futurista. Sus tres brillantes torres están encerradas en una espiral entrelazada. Sus formas onduladas y blanquecinas surgieron de la imaginación del arquitecto italiano Filippo Innocenti, uno de los socios de Zaha Hadid.

Bienvenidos al Museo de Medios Digitales de Adobe (AMDM). Situado en ninguna parte y en todos lados, abrió de forma on line el pasado mes de octubre (adobemuseum.com). Cuenta con un comisario, Tom Eccles, y con una exposición inaugural del artista Tony Oursler. Una especie de personaje de Pixar, un pez con un solo ojo dentro de una burbuja de jabón con aletas hace de introductor y guía a través de la página a través de una serie de locuciones en inglés con un leve acento francés.

¿Es este el futuro digital de los museos? De momento parece que no. El AMDM es un paseo virtual fascinante pero tiene bastante poco parecido con el modo en que los museos tradicionales están usando las herramientas digitales e incluso con lo que queda por delante una vez estos se integren plenamente en los nuevos medios.

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Con algunas pocas excepciones, los museos han llegado tarde a la fiesta digital. Hasta hace muy poco, la mayoría han utilizado sus páginas web como una prolongación on line de sus folletos, limitándose a ofrecer información práctica y datos sobre sus exposiciones en curso. La digitalización y subida a la red de la amplia colección de un museo es una tarea costosa, lenta y complicada, especialmente en lo relativo a piezas de arte contemporáneo, donde las restricciones de derechos de autor están aún vigentes.

En cuanto a vídeos, aplicaciones, redes sociales y software wiki (creación de contenidos de forma colaborativa que pueden ser visitados y editados por cualquier persona), apenas han empezado a aparecer en las páginas de los museos.

Pero para ser justos, los museos están más adelantados en sus proyectos de nuevos medios que otros tipos de instituciones relacionadas con el arte. Y tienen más conocimientos digitales que la mayoría de galerías comerciales. "El mundo del arte es reacio por norma a comprometerse a una presencia digital seria, sea cual sea la plataforma", comenta Kevin Conley, un ex escritor de Nueva York que ha creado la aplicación The Exhibitionist, una especie de galería para móviles "porque gran parte del valor en el negocio del arte se basa en el control de la información. Los reducidos presupuestos y la moda del diseño minimalista contribuyen sin duda a una aburrida uniformidad en la promoción on line del arte".

Aún así, hay, por supuesto, atisbos de innovación prometedores en el entorno del mundo del arte. El sitio web de la galería Lehmann Maupin (lehmannmaupin.com) ofrece unos elegantes y bien realizados vídeos mostrando a sus artistas y exposiciones. El proyecto de Jen Bekman llamado 20x200 (20x200.com) ha demostrado que las ventas a través de una galería on line pueden ser un éxito. Pace Gallery, además de su página web y suwww20x200.com archivo, muy ricos en contenidos, está publicando catálogos razonados digitales a través de Artifex Press (artifexpress.com).

Algunos distribuidores de arte activos, como Ed Winkleman, son muy conocidos en el mundo de los bloggers (edwardwinkleman.com). Las casas de subastas están subiendo a la red catálogos, vídeos y herramientas de visualización que ayudan a los clientes a examinar las obras y hacer ofertas. Algunas, incluso, están "twiteando" sus ventas.

La aplicación para smartphones Art Basel’s 3D, lanzada el pasado junio, ha resuelto alguno de los problemas clásicos de las ferias, como encontrar el stand de una galería o sencillamente saber dónde comer un sándwich a mediodía (artbasel.com/go/id/lre). Incluso existe ya una feria de arte on line, la VIP Art Fair (vipartfair.com), que celebrará su primera edición entre los días 22 y 30 de enero de 2011, permitiendo comprar arte de una forma mucho más cercana y desde cualquier lugar del mundo.

Los museos están mirando de cerca estos acontecimientos. Saben que ellos también deben conquistar los nuevos medios de comunicación y responder a los hábitos cambiantes de sus visitantes o por el contrario arriesgarse a perder su relevancia.

Pero los museos de arte son, por esencia, conservadores. Están comprensiblemente preocupados por la posibilidad de invertir en una tecnología que podría llegar a estar obsoleta en un plazo muy corto. Tampoco quieren dar la sensación de “subirse al carro”. Dominar el futuro digital requiere tiempo, recursos y una cierta voluntad para probar zonas de confort, incluso para las instituciones más abiertas de mente.

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A pesar de estos obstáculos, los museos más ampliamente reconocidos como innovadores en EE.UU. –MOMA, Museo de Arte de Indianápolis, Walker Art Center, Brooklyn Museum, Tate, LACMA (Los Angeles County Museum of Art), entre otros– han ido ampliando progresivamente sus contenidos digitales. En los últimos 18 meses se han producido importantes cambios y mejoras en las páginas del Metropolitan Museum y otras instituciones de referencia. El progreso se está acelerando.

En primer lugar, la tecnología está cambiando la relación entre obras, comisarios y visitantes. El punto clave está en la opción de búsqueda dentro de las colecciones, que ha mejorado muy considerablemente en los últimos años. La completa página del Victoria and Albert Museum (collections.vam.ac.uk), que permite buscar entre un millón de objetos con la ayuda de una interfaz de usuario muy intuitiva, es un buen ejemplo.

Los avances en la llamada “semantic web” o “semántica de datos”, que analiza todo tipo de preguntas complejas, significarán de hecho una gran ayuda en este sentido. Las herramientas digitales están permitiendo a los visitantes experimentar con las obras de arte de nuevas maneras. En la página del Louvre (louvre.fr), los visitantes pueden hacer zoom sobre las obras maestras y realizar un tour digital por sus galerías.

Algunos museos, incluido el MoMA, invitan a sus visitantes virtuales a comisariar su propia selección de arte con un botón "añadir a mi colección". Y en cuanto al tradicional mecanismo de búsqueda para especialistas, el catálogo, los expertos predicen una rotunda sustitución por la edición electrónica en los próximos cinco años.collectionsvamacuk

En segundo lugar, gran parte de esta innovación se ha visto estimulada por la profusión en el uso de dispositivos móviles. Los museos están desarrollando versiones de sus sitios web para smartphones y tabletas. Se está pasando de las antiguas audio-guías a tecnologías móviles más baratas y flexibles, que pueden personalizarse de forma inteligente. En el Brooklyn Museum (brooklynmuseum.org) los visitantes pueden entrar en la llamada “gallery tag”, para realizar la búsqueda de obras a partir de ciertos atributos de la pieza e incluso ganar puntos y premios si conectan vía móvil con su propio número de acceso personalizado.

De hecho, no pasa una semana sin que tengamos la novedad de una nueva aplicación lanzada por algún museo. Pero todavía es un trabajo lento. Algunos museos disponen en sus páginas web de menos información incluso que la que ofrecen las cartelas de pared en sus galerías. Pero el progreso y la economía están de su lado y antes o después deberán cambiar.

En tercer lugar, los museos se están aventurando más allá de los materiales tradicionales. Sus páginas están empezando a parecerse a las de las revistas, con canales de noticias, contenidos de tipo streaming y diálogo con el público. Los blogs, escritos por empleados o profesionales, a menudo contribuyen a generar más tráfico en sus sitios web.

Algunas instituciones están experimentando con contenidos generados por usuarios. El National September 11 Memorial and Museum está recopilando fotos y vídeos de testigos y familiares de víctimas (makehistory.national911memorial.org). El Victoria and Albert está pidiendo la opinión del público sobre la forma de administrar ciento cuarenta mil fotografías digitalizadas (collections.vam.ac.uk/crowdsourcing). Nuevas plataformas de distribución, como ArtBabble (artbabble.org), una especie de YouTube para vídeos de arte promovida por un consorcio de instituciones, están haciendo que los museos entren en el negocio de las comunicaciones.

En cuarto lugar, la tecnología está revitalizando la tradicional educación a través de un museo. Los medios digitales abren nuevas vías para el intercambio entre expertos y visitantes y están haciendo posible que los miembros del público aprendan unos de otros. Las iniciativas digitales logran hacer el aprendizaje más divertido. El juego multimedia “Ghost of a Chance”, del Smithsonian, en el que los jugadores, a través de textos, mensajes de correo electrónico y búsquedas en la web, deben encontrar un tesoro escondido en el museo, ha generado la nada despreciable cifra de 3.000 participantes.

Algunos museos están entrando incluso en el campo de la educación on line. El portal educativo del MoMA (moma.org/learn/courses/courses) incluye una oferta de 20 cursos a partir de 220 dólares (170 euros), dirigidos a la audiencia general, con títulos tan atractivos como "La década de los 60: Arte y Vida".

En quinto lugar, la web es, por supuesto, la herramienta de marketing por excelencia. Las iniciativas de medios sociales son una mezcla de educación y marketing. Un evento web internacional realizado en septiembre pasado llamado "Pregúntale a un conservador" (askacurator.com) reunió a expertos de 340 museos dispuestos a responder a las preguntas de los participantes, generando un elevado número de nuevas visitas.

La bienal de vídeo creativo del Guggenheim "YouTube Play" (youtube.com/play), una colaboración con YouTube, HP e Intel, consiguió este otoño pasado la asombrosa cifra de 23.000 envíos. Desde el Museo del Prado con su herramienta de Google Earth que permite hace un zoom desde el espacio en las pinturas más emblemáticas de su colección (google.com/intl/en/landing/prado), hasta el MoCA con su tour virtual por la casa de Jeffrey Deitch en el barrio de Los Feliz en Los Ángeles, los museos están descubriendo nuevas e ingeniosas formas de ampliar sus audiencias.momaorglearncoursescourses

Por último, pero no por ello menos importante, la tecnología está transformando la práctica profesional de los museos. La sección “Dashboard” (Tablero de instrumentos), desarrollada por el Museo de Arte de Indianápolis ha llevado la transparencia de esa institución a un nuevo y desconocido nivel, proporcionando información en tiempo real de todo lo relativo al museo, desde el número de visitantes diarios al volumen de las dotaciones de las obras en cesión, pasando por el consumo diario de luz (dashboard.imamuseum.org).

Algunas de las mejoras más significativas o no se ven desde fuera o resultan poco atractivas porque están aplicadas a normas de régimen interno, pero lo cierto es que las herramientas digitales están ayudando a los museos de recopilar datos muy útiles sobre visitantes, gestión de colecciones y, sobre todo, están contribuyendo muy eficazmente a manejar sus presupuestos y recursos humanos del mejor modo posible.

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Una vez convencidos de la necesidad de abrirse camino hacia un futuro digital, los museos deberían pensar profundamente acerca de lo que esto representa: hasta dónde están dispuestos a sacrificarse por el bien de la evolución y dónde van a situar el límite de la evolución tecnológica. Tienen también que resolver algunos dilemas de tipo práctico. ¿Pueden recuperar los costos de sus operaciones digitales? ¿Cómo van a hacer frente a las restricciones de copyright? ¿Qué hacer con las protecciones de la privacidad o las intrusiones comerciales no deseadas?

Y además, están los intangibles: ¿cuál es el equilibrio ideal entre las obras reales y la experiencia virtual? ¿Debe la tecnología convertir un museo en algo más que un espacio comunitario o facilitar encuentros de un carácter personal? ¿Las páginas de los museos deberían llegar a contener esos frenéticos e hiperrealistas videojuegos que tanto gustan a las nuevas generaciones o ese tipo de cosas deben quedar en manos de los proveedores de entretenimiento?

En privado, algunos directores y conservadores están preocupados por las consecuencias no deseadas. A muchos visitantes de mayor edad les gustan sus museos tal y como son. En el fondo consideran un museo como una especie de zona libre de gadgets, un último baluarte contra la informatización. Un teléfono inteligente es una manera fresca y rápida de encontrar la gran ballena azul o El Jardín de las Delicias, pero ¿qué hay de malo en perderse en un museo?

En cualquier caso, el cambio tecnológico no ha recorrido aún todo el camino posible en las más íntimas estructuras y actitudes de los museos. Cuando lo haga, los museos se verán muy diferentes. La innovación digital no sólo permitirá a las instituciones realizar las funciones tradicionales de nuevas formas sino que también les obligará a una serie de reajustes fundamentales y a menudo dolorosos.

Para las instituciones de arte de todo tipo, el hecho de abarcar nuevos medios de comunicación significa "no sólo un montón de tecnología punta, sino un replanteamiento de la relación con el público", comentaba hace poco Douglas McLennan, el fundador de artsjournal.com.

Es necesario adoptar una nueva forma de acercamiento a la información de todos los departamentos. Hace una década, el Departamento de Informática de un museo estaba cercano a los almacenes. Hoy en día está situado junto a la oficina del director. La idea de que la tecnología no es tanto una herramienta como una mentalidad no encaja de forma natural con los expertos y estudiosos sumidos durante años en la práctica diaria orientada a la propia obra física. Es la parte más difícil, que todavía está por llegar.

Los museos cuentan con una larga historia ejerciendo un control total sobre sus contenidos. Pero eso se ha acabado. "En el futuro los museos seguirán siendo unas fuentes de información de confianza y un comisario seguirá siendo una autoridad en una determinada obra de arte", comenta sobre este tema Rob Stein, director de Información del Museo de Arte de Indianápolis. "Pero no controlaremos los canales de información".

hoyesarte.com, 12 de enero de 2011