El ojo de Google entra en el museo

El buscador lanza un proyecto de 'viajes' virtuales por grandes santuarios del arte - Reina Sofía, Thyssen, Metropolitan, MoMA y Uffizi son algunos de los protagonistas

Imagen extraída de la web www.googleartproject.com: detalle de un ojo en Joven caballero en un paisaje, de Carpaccio, obra del museo Thyssen.- Está un poco descolorido pero es un número dos el que cierra la cifra de un año, el 1532, escrito en un trozo de papel, pegado a su vez con lacre en una pared forrada de madera y situado sobre la cabeza del mercader Georg Gisze en el retrato que le realizó Hans Holbein, el Joven, en las paredes de la Gemäldegalerie de Berlín. Esta obra maestra cuelga también, aunque virtualmente, en el llamado Proyecto Artístico del buscador Google, una iniciativa global, de raíz española, presentada ayer en Londres y que está llamada a cambiar la forma en que los ciudadanos se aproximan al arte. Este portal gratuito (www.googleartproject.com) tiene dos ejes: uno sirve para ver obras con un nivel de detalle inalcanzable con el ojo desnudo; otro, para pasearse por los salones de 17 museos (entre ellos los españoles Reina Sofía y Thyssen-Bornemisza) sin la molestia o el encanto de compartir sombras, miradas y prisas con los demás visitantes.

Saber qué pone en el misterioso papel de la obra de Holbein, o qué tipo de velero se adivina en el acuático punto de fuga del Joven caballero en un paisaje (Carpaccio, 1510) -en el Thyssen-Bornemisza-, solo es posible si se dispone de una imagen de 14.000 millones de píxeles, lo que equivale a más de mil veces el detalle que se conseguiría con una cámara de fotos normal. "Acabo de meterme y la resolución es increíble, es casi de restaurador", indica por teléfono Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía, institución que ha sometido al ojo de Google la obra La botella de Anís del Mono, de Juan Gris.

Para conseguir tal nivel de definición se han utilizado cámaras profesionales y una herramienta de la empresa española Madpixel que permite captar imágenes en alta resolución de sectores del lienzo. Cada cuadro ha sido fotografiado al milímetro de manera sincronizada. En el proceso se tomaron miles de imágenes individuales que luego se han unificado para formar de nuevo el cuadro usando la tecnología de los álbumes fotográficos virtuales Picasa.

Imagen de la pintura completa Joven caballero en un paisaje, de Carpaccio.-La idea seminal parte de la madrileña Clara Rivera (quien trabajaba en Google España cuando se le ocurrió enfocar sobre el arte aplicaciones populares del buscador). Ella estaba detrás de un plan presentado en 2009 que permite ver en altísima resolución varias obras del Museo del Prado, pinacoteca ausente en el proyecto definitivo: "Estaríamos encantados de que se unieran y la puerta está abierta", señala desde Londres. Fuentes de la dirección del Prado explicaron ayer que no consideraban este proyecto afín a su línea de trabajo en cuanto a presencia y presentación de las colecciones. "Eso no implica que estemos cerrados a volver a colaborar con Google en el futuro en este u otros proyectos que consideremos de interés", señalaron las mismas fuentes.

Las cifras del Proyecto Artístico de Google, todavía en fase inicial, hablan por ahora de 17 museos, 11 ciudades en nueve países, 17 pinturas en gigapíxeles, más de 6.000 panoramas de pasillos de pinacotecas, 1.061 imágenes de obras de arte en alta resolución, 486 artistas y 385 salas.

Pero lo que ayer se presentó es algo más que imágenes en alta resolución. Es un escaparate de lujo para Google, que ha metido en una coctelera sus herramientas más conocidas y durante año y medio las ha consagrado al arte, un objetivo para el que, en principio, no fueron diseñadas. Google Earth, su aplicación para volar por el globo terráqueo, ahora sirve para acercarse a escasos milímetros del lienzo; Street View, su servicio para caminar virtualmente por las calles de las ciudades, ahora se mete dentro de los pasillos de pinacotecas como la Galería de los Uffizi, de Florencia, el MoMA, de Nueva York o el Hermitage, de San Petersburgo. Además, se pueden obtener otros datos sobre la obras acudiendo a las aplicaciones de Google Académico (buscador de bibliografía especializada), Google Docs (servicio para compartir la redacción de documentos) y el portal de vídeos YouTube.

Los usuarios pueden incluso convertirse en comisarios de una selección personal de obras, comentarlas y compartir su experiencia con amigos. Para ello hay que registrarse con una cuenta de Gmail, el servicio de correo electrónico de Google.

¿Convertirá esta experiencia en innecesarias las visitas al museo? Habla Borja-Villel: "Es justo lo contrario. Toda obra de arte tiene algo de físico, incluso el arte más conceptual. La experiencia de hacer un recorrido en un museo es insustituible". Clara Rivera coincide en esta idea: "Lo que hace este proyecto es invitar a los usuarios a desplazarse para ver los cuadros, pero no todos tenemos la oportunidad de viajar a Nueva York o a Moscú. Ahora podemos acceder a las obras de arte desde nuestra casa".

Antonio Fraguas, Madrid: El ojo de Google entra en el museo, EL PAÍS, 2 de febrero de 2011


GOOGLE ART PROJECT. Google lanza su Proyecto de Arte, en el que los internautas pueden pasear virtualmente por 17 prestigiosos museos del mundo y ver en súper alta resolución algunas
de sus obras más emblemáticas

Paseo virtual por las salas vacías

Seguramente muchos dirán que es mil veces mejor un paseo real. Y seguramente tendrán razón. Pero las cosas están cambiando tan deprisa que la visita virtual que plantea Google Art Project no parece del todo descabellada. Porque no se trata del paseo virtual al que nos tienen acostumbrados los museos mismos. La idea en esta propuesta es organizar un paseo a la carta, bien recorriendo las salas, bien seleccionando la zona que se quiere visitar o la obra que se quiere mirar -y que se puede observar en sus mínimos detalles a través de un zoom, detalles que, desde luego, y pese a que la obra física permite percibir la textura de la superficie, la seguridad de los museos y su prohibición de acercarse demasiado a los cuadros no permite jamás ni atisbar siquiera-.

Así que, tal vez, esto no es ni mejor ni peor que darse una vuelta física por las instituciones artísticas: es otra cosa, algo con bastante de ocio, como buena parte de lo que plantea Internet, y con los consabidos links a las redes sociales -comparta sus obras favoritas-. ¿Por qué ir hasta un museo en una época en la cual mandamos nuestra vida a punto de ser privada a los tres mil íntimos con los cuales ya ni hablamos por el móvil?

De todos modos, es muy interesante que este tipo de planteamiento prospere justo en un tiempo en el que la contemplación, que ha regido el gran arte desde siempre, ha sido sustituida por el análisis, como prueban las obras de los últimos treinta años. Y no sólo. Ocurre en un momento que propicia el turismo, los museos abarrotados, las visitas guiadas; en un momento, en suma, que ha perdido los viejos valores del museo en cuyas salas era posible tropezarse con la bella enlutada de Baudelaire. En un tiempo de vulgaridad y exceso como éste, me he sentido más tranquila dando el paseo desde mi pantalla, rememorando esas salas que, hace tiempo, visité, incluso sin números obscenos de turistas que se agolpan frente a la Gioconda.

Por cierto, una cosa me intriga del entramado: ¿por qué faltarán instituciones de enorme importancia como el Louvre o el Prado y el Pompidou? La cuestión ha despertado mis sospechas... En fin, ya se verá dónde acaba este paseo virtual por las salas vacías.

Estrella de Diego, Paseo virtual por las salas vacías, EL PAÍS, 2 de febrero de 2011