El padovano revolucionario

En 2008, en el quinto centenario del nacimiento de Andrea Palladio, se celebró una exposición en la Royal Academy of Arts. Si este edificio neopalladiano, que había sido residencia de lord Burlington -el mayor coleccionista de sus dibujos e introductor de su legado en Inglaterra- fue la sede londinense de la muestra, este, año en España, lo está siendo CaixaForum. En Madrid, el edificio de Herzog & De Meuron se encuentra frente a otra construcción inspirada en el genio de Padua, el Museo del Prado, que a su vez obligó a Rafael Moneo a repensar la antigüedad revisitada primero por Palladio y después por Villanueva.

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Palladio es el prototipo de arquitecto y de hombre renacentista. Estudió la Antigüedad con tal curiosidad y apasionamiento que logró inventar la arquitectura clásica moderna. Es decir, creó edificios concretos basados en tipos romanos que nunca se hubieran construido y logró convencer a los notables de una cima del arte gótico como es Venecia de que debía modernizarse y adoptar otro aire. También es el arquitecto por excelencia, porque no se dedicó a otras artes como sus casi contemporáneos Bramante o Miguel Ángel, y porque logró codificar la nueva arquitectura clásica internacional sin tener los foros romanos a mano.

Palladio comenzó siendo cantero y llegó a ser el arquitecto favorito de los poderosos de Vicenza, primero, y de Venecia, después. Construyó obras como la Villa Rotonda próxima a Vicenza, la Villa Barbaro en Maser, las grandes iglesias venecianas de San Giorgio Maggiore e Il Redentore, y la Basílica y el Teatro Olímpico de Vicenza, que son centros de peregrinaje para los amantes de la arquitectura. Además escribió I Quattro Libri dell'Architettura, uno de los tratados más influyentes de esta disciplina.

Su secreto: el estudio profundo de las ruinas y los tratados de Alberti y Vitrubio. Tenía por costumbre dibujar detalladamente sus proyectos. Así, podía convencer mejor a sus mecenas y también le permitió publicar obras fascinantes que no llegaron a construirse o que no se acabaron según sus deseos. En este sentido, Burlintong, cuando visitó casi dos siglos después el palacio Chiericati, se quedó muy sorprendido porque estaba recién acabado. Sus estudios y dibujos sirvieron para elaborar sus teorías, pero su práctica también se benefició de este saber. Trataba los motivos como partes de un vocabulario y, al igual que los géneros literarios del drama y la comedia se caracterizaban por un uso distinto del lenguaje, Palladio vio en ellos tipos adaptables a las distintas funciones constructivas que quiso darles. En cualquier caso, su concienzudo proceso de trabajo siempre se vio enriquecido por pequeñas transgresiones de sus propias reglas e improvisaciones que constituyeron su toque maestro.

PALLADIO, EL ARQUITECTO (1508-1580) | Dónde: Caixaforum Madrid (Paseo del Prado, 36) | Cuándo: En cartel hasta el 17 de enero

Almudena Baeza: El padovano revolucionario, EL MUNDO / Metrópoli, 21 de diciembre de 2009