Picasso, cotidiano y espontáneo

Pablo Picasso fue un genio en todos lo sentidos. No le bastó con ser el artista más influyente del siglo XX, sino que entendió perfectamente el poder que tenía su imagen y supo explotarlo. Siempre le interesó la fotografía, incluso experimentó con ella. Pero como todo buen voyeur y egocéntrico que se precie (él era ambas cosas, y elevadas a la máxima potencia), sabía lo importante que era rendir culto a la personalidad de un gran artista. Y eso lo hizo como nadie. Había que adorar al dios Picasso. Y para adorarlo había que tener imágenes suyas.

Picasso junto al célebre fotógrafo Edward Steichen en la sala de esculturas de Notre Dame-de-Vie. 1964. Notre-Dame-de-Vie (Mougins, Francia). ROBERTO OTERO

Hasta el 10 de junio puede verse en el Museo Picasso de Málaga la exposición «Conmigo, yo mismo, yo», que reúne retratos picassianos de 34 fotógrafos, que inmortalizaron a Picasso, entre ellos maestros como Brassaï, Richard Avedon, Robert Doisneau, Henri Cartier-Bresson, Lee Miller, Man Ray, Dora Maar, Cecil Beaton Robert Capa o Inge Morath. Muchos de ellos se centraron en su fiera e intimidadora mirada (la famosa mirada de Picasso, que muy pocos podían aguantar), en el personaje histriónico que había tras el artista... Le gustaba posar, sabía hacerlo.

Álbum familiar

Pero hubo fotógrafos a los que les interesó otra de las muchas caras del poliédrico Pablo Picasso: la más íntima y cercana. Quisieron fotografiar al Picasso más espontáneo, en su cotidianidad, como si esas instantáneas estuviesen destinadas más a un álbum familiar que a un libro o una exposición. Es el caso que nos ocupa. Roberto Otero era un fotógrafo (también escritor, periodista, documentalista cinematográfico) nacido en Argentina en 1931 y fallecido en Palma de Mallorca en 2004, cuya relación con Picasso llegó de la mano del crítico de arte Ricardo Baeza y del escritor José Bergamín, pero muy especialmente porque estuvo casado con Aitana, la hija de Rafael Alberti. Si la relación de Picasso con muchos fotógrafos fue ocasional, con otros estableció una relación más fecunda. Fue el caso de Brassaï, Edward Quinn, David Douglas Duncan y el propio Otero.

Durante los últimos años de la vida de Picasso, fundamentalmente entre 1961 y 1970, Otero tomó cientos de fotografías del artista malagueño. En 2005, un año después de su muerte, el Museo Picasso de Málaga adquirió su fondo fotográfico, compuesto por más de 1.500 imágenes, entre negativos, diapositivas, copias en papel, además de correspondencia personal, cuadernos y documentos.

Su vida en el sur de Francia

Una selección de 64 fotografías de este legado conforman «Picasso visto por Otero», un libro que publica La Fábrica Editorial junto con el Museo Picasso de Málaga (en edición bilingüe español-inglés), y que rescata este importante testimonio fotográfico de los últimos años de vida de Picasso en el sur de Francia. Hay imágenes en su residencia de Notre-Dame-de-Vie (Mougins), en su taller de Vallauris donde hacía sus cerámicas; en La Californie (la casa en Cannes que compartió con su última esposa, Jacqueline), en el castillo de Vauvenargues, donde está enterrado...

La selección de imágenes de este «Álbum Picasso» y los textos que las acompañan corren a cargo del crítico y comisario artístico Alberto Martín. El director del Museo Picasso de Málaga, José Lebrero, firma el prólogo introductorio. Para este último, «poner en valor el fondo fotográfico Roberto Otero mediante la publicación de este volumen, tiene como uno de sus objetivos subrayar la importancia que el archivo fotográfico puede adquirir como herramienta para conocer mejor un medio, su circunstancia y su protagonista».

Explica Alberto Martín que son varias las circunstancias que dotan de excepcionalidad a las fotografías de Otero: la extensión y amplitud del fondo, su acceso casi familiar al entorno de Picasso, su calidad como fotógrafo, el hecho de que se hicieran en una etapa en la que disminuyeron los testimonios gráficos picassianos... Pero, sobre todo, «la proximidad cómplice; el ritmo lento, cotidiano, íntimo... Se acercan a un álbum familiar. La mayor parte de sus imágenes no son posados, dispara con la intención de captar ese gesto espontáneo. Estas imágenes aportan una atmósfera de cotidianidad, espontaneidad y frescura relativamente inéditas».

Natividad Pulido, Madrid: Picasso, cotidiano y espontáneo, ABC, 27 de abril de 2012