Andy Warhol: el mago de la transgresión
El artista y cineasta Andy Warhol. GETTY IMAGES |
Para
muchos ese retrato sensual y pop que es la Marilyn de Andy
Warhol (hecho
después del suicidio de la estrella) es uno de los iconos del siglo XX.
Otros -más críticos con el llamado «Papa del pop»- dudan de si una
pintura basada en una foto y en medios casi totalmente mecánicos de
coloración es un logro de la pintura o del consumo. Todos creen que
Andy fue un genio
visionario de
su época (aquello de los 15 minutos de fama que todos tendríamos) pero
las valoraciones profesionales distan mucho... Andrew Warhol nació en
agosto de 1928, hijo de una familia católica de emigrantes eslovacos.
Su madre, llegada a América en 1921, tardó en hablar bien inglés, y el
propio Andy en el colegio sufrió aún de esa deficiencia. Mucho quiere
decir de ese país que hoy se resiente de la emigración, que una de las
figuras arquetípicas de su modernidad fuera hijo de emigrantes
centroeuropeos...
Hay
dos sesgos fundamentales en Andy Warhol al llegar a los 30 años de su
muerte (el 22 de febrero de 1987): uno es su lado de pintor y cineasta avanzado,
que se desarrolla sobre todo en los años 60, y otro -complementario
pero distinto- su exitoso
papel de jefe de
la Factory neoyorquina, padre de todas
las transgresiones y novedades que abren esos años malditos que he
querido retratar en mi libro Nueva
York/ Babilonia.
El
arte pop (no olvidemos que pop es de popular) se resuelve en el triunfo
absoluto de sus retratos de figuras icónicas, de Elvis
Presley a Mao.
Warhol escoge la foto, los colores, el modo de disponerlos y una
máquina hace el resto, con leves retoques manuales -como máximo- al fin
del proceso. Así surgen las botellas de Coca-Cola o las series
dedicadas a Marilyn a partir de un fotograma muy glamuroso de la
película Niágara.
De 1962 a 1972 (cuando retrata doble a la esposa del dueño de la Fiat,
Marella Agnelli), desde Jackie Kennedy y Marlon Brandon hasta Liz
Taylor, Warhol pone brillos, colores y duplicidades a todo el panteón
de las divinidades contemporáneas.
Se
valore como se valore su calidad de arte, lo cierto es que Warhol se
convirtió en una absoluta celebridad, con su peluca, su mala piel y su
aire muy informal que se tornará, a la postre, en la moda del dirty
chic, o sea la elegancia desgalichada... Warhol crea la revista Interview -todo
lo moderno pasará por ella- o hace tediosas películas de seis
horas (como Sleep, Sueño,
de 1963) en la que sólo vemos interminablemente dormir a un hombre.
Pero eso era un rasgo nuevo. Por supuesto Chelsea
girls (1966),
rodada en torno a las chicas y travestis que vivían en ese hotel
neoyorquino, es mejor, pero ¿vale más la modernidad y su patente de
corso o el cine en sí? Todas estas preguntas sobre Andy no se han
contestado satisfactoriamente y siguen ahí.
Warhol
(así me pareció al conocerlo en enero de 1983) era un personaje
enigmático, de aire imperturbable o que tal parecía. Pidió en Madrid ir
rodeado por cuatro modelos muy guapos. Nadie pensó que se acostara con
ellos, eran puro atrezo. Dicen que Warhol era frígido, y, aunque
obviamente homosexual, no se le conocen historias. Le
encantaba ver cómo los demás transgredían, bajo su bendición,
pero él sólo les sacaba fotos. En la discoteca Studio 54 -ya en los 70
finales- Andy pasa las noches con Truman Capote, al
que siempre admiró. Truman se pone ciego de coca. Andy, a su lado, la
encarga pero no la prueba... ¿Era la, según algunos, terrible
influencia de su madre Julia, muy católica y fallecida en 1972? Andy
vivía en la verdadera bohemia, pero, al morir, muchos descubrieron que
tenía una casa, elegante y convencional, en el centro de Manhattan. La Factory estaba abierta a todo:
transgresiones o belleza o ambas. A aquella casa aburguesada (que,
creo, compró después Elena Benarroch) casi nadie había ido.
Andy Warhol (en sombra y con gafas de sol). Lou Reed, John Cale, Sterling Morrison, Maureen Tucker, Nico, Paul Morrissey y Gerard Malanga, en 1966. EL MUNDO |
Con
esto llegamos al segundo plano de Andy que, a lo mejor, es el primero o
el que en buena medida sigue más vivo: el de padre y promotor de las
transgresiones artísticas y humanas. Dejamos de lado -no es del todo
posible- al pintor y cineasta pop, y nos hallamos con el gran valedor
de la Factory, el que expide los carnés de
«moderno» desde Nueva York. Sin el carnet firmado por Andy es imposible
ser moderno. Por ello apadrinó (no sé si dándose plena cuenta) la Movida
Madrileña, desde el palacete de los March.
Warhol
está detrás del cine transgresor de Paul Morrissey, especialmente de la
trilogía que se abre con Flesh
-Carne- de 1969 y
que presenta a un bello Joe
Dallesandro haciendo
de chapero, con toda normalidad, en Nueva York. Warhol está detrás del
lanzamiento como grupo de rock de Velvet Underground con un Lou Reed
que se convierte en estrella y en el creador del himno de la época, la
canción Take
a walk on the wild side.
También
inventa a la modelo alemana Nico, cantando en inglés. Nico como la
mujer moderna, diferente. Después, Warhol descubre a un chico mulato y
grafitero de origen haitiano, Jean Michel Basquiat (atractivo, además)
al que convierte en un pintor renovador, caro y revolucionario en un
tiempo récord. Muchos volverán a preguntarse si Basquiat fue un gran
pintor o sólo un truco seductor de Andy. Como fuese, Jean Michel apenas
sobrevivió un año a su descubridor, pues murió de sobredosis en 1988.
Muchos eran jóvenes y casi todos -una buena temporada- yonquis. Pagaron
su precio. Ya hemos dicho que Warhol jamás se pinchó aunque estuvo
delante y sacó fotos como quiso hacerlo con el cuerpo de un chico de la Factory que se suicidó. Qué pena
que no lo advirtiera -comentó al enterarse- habríamos tomado fotos...
Las frases de sus libros (especialmente Mi
filosofía de A a B y de B a A) casi siempre sugerentes u
ocurrentes pasan del ingenio al atrevimiento, como él mismo: «Todo el
mundo tiene una idea distinta del amor. Una chica que conozco dijo: Supe
que me amaba porque no se corría en mi boca». Dandi con
playeras, peluca platino y un cutis decididamente malo, Andy fue el
inicio de lo que aún somos. Todavía no se le juzga bien. El mito es
absoluto y ya está servido.
Luis Antonio de Villena: Andy Warhol: el mago de la transgresión, EL MUNDO, 21 de febrero de 2017