Luz para la cúpula dorada de Jerusalén

Mohammed Abu Aysheh explica a una mujer la arquitectura del Domo de la Roca, en la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén. C. TERUEL / L. B. (WAQF)
Mohammed Abu Aysheh explica a una mujer la arquitectura del Domo de la Roca, en la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén. C. TERUEL / L. B. (WAQF)

En el interior del Domo de la Roca, el edificio musulmán más antiguo del mundo, de donde se cuenta que ascendió Mahoma hacia el cielo, varios expertos restauradores dan los últimos retoques a sus famosos mosaicos, un trabajo que ha llevado siete años y se ha desarrollado casi en silencio dada la conflictividad de la zona donde estos días vuelven a silbar las balas. En la Explanada de las Mezquitas, los restauradores jordanos y palestinos han sacado todo el esplendor al interior de la cúpula dorada que preside las fotografías souvenirsde Jerusalén.

El ascenso de Mahoma y el sacrificio de Abraham

El Domo de la Roca fue edificado a finales del siglo VII por orden de Abd al-Malik, califa de la dinastía Omeya, para proteger la roca desde donde, según la tradición musulmana, Mahoma ascendió al cielo. Una inscripción en árabe de la época data en el 691 la fecha en la que terminó su construcción. La estructura octogonal coronada por una cúpula dorada está considerada el monumento islámico más antiguo en pie.

Está situado en el monte Moria, en Jerusalén Este, un lugar también sagrado para los judíos. Según la tradición hebrea, en esa roca Abraham estuvo a punto de sacrificar a su hijo Isaac como ofrenda a Dios y allí se ubicaron el Templo de Salomón —conocido como el Primer Templo— que albergaba el Arca de la Alianza y tras la destrucción de este por las huestes del rey babilonio Nabucodonosor, el Segundo Templo, destruido en el año 70 después de Cristo por las legiones romanas del emperador Tito.

El santuario, objeto de polémica entre judíos y musulmanes, lo protege y administra Jordania, tras los acuerdos de paz de 1994. La entrada a los no musulmanes, en el Domo de la Roca y en la Mezquita de al-Aqsa, requiere un permiso especial de la autoridad religiosa islámica y solo pueden acceder a la explanada por una de las nueve puertas, la de los Magrebíes. Antes de los noventa, los judíos apenas visitaban el complejo pero ahora van a diario y escoltados por la seguridad israelí, pero no pueden rezar en la Explanada.
Una cascada de luz dorada inunda la impresionante sala principal del Domo de la Roca, proveniente de más de dos millones de teselas de cristal de colores con oro, plata y madreperla. Son los mosaicos recién restaurados que decoran las paredes y la bóveda del famoso edificio octogonal —símbolo de la arquitectura islámica temprana— coronado por una imponente cúpula. “Las teselas de los paneles verticales superiores fueron colocadas con una inclinación de 30 grados para que reflejen el haz de luz hacia quien lo contempla desde abajo”, explica el doctor Mohammed Abu Aysheh, jordano educado en Bolonia, al frente de estos trabajos de limpieza, restauración y documentación de los mosaicos que adornan tanto el Domo de la Roca, como la Mezquita de al-Aqsa. 

El 95% del trabajo ya está hecho. Ha sido duro porque nunca antes se había realizado una restauración científica de los mosaicos ni se habían documentado sus ricos diseños. Ahora sí podemos decir que las generaciones venideras sabrán con exactitud, pase lo que pase, como eran en 2017”, explica el restaurador. El proyecto lo puso en marcha el Ministerio de Asuntos Religiosos de Jordania —país custodio de los santos lugares musulmanes de Jerusalén— y se ha pagado con los fondos del reino. “Es el proyecto más importante del comité creado por el Fondo Hachemita para la Restauración de al-Aqsa”, asegura el jeque Hassan, representante del Waqf, la autoridad religiosa que gestiona el lugar.

Además de la restauración, se han digitalizado y documentado por primera vez los diseños de los 1.525 metros cuadrados de mosaicos que decoran el Qubbat al-Shakra —como se conoce en árabe el Domo de la Roca— y al-Aqsa. “Si hay otro terremoto o incendio se podrán reconstruir fielmente”, dice orgulloso Abu Aysheh. Se refiere al terremoto de Jericó, que sacudió la región en 1927 cuando se desprendieron varios paneles de mosaicos y al incendio provocado en 1969 por un extremista australiano. Las llamas devastaron el interior de la mezquita. Varios de los mosaicos se quemaron y el púlpito de madera y marfil de 1.000 años de antigüedad quedó calcinado.

“Los mosaicos dañados por el fuego se guardaron porque entonces no podían restaurarlos. Ahora hemos recuperado algunas teselas pero hemos trabajado prácticamente a ciegas, basándonos en fotografías e imágenes antiguas. Por fin tenemos registrado el ADN de esta joya, pero ha sido muy laborioso”, dice Abu Aysheh mostrando las copias en papel sobre las que su equipo trabaja.

Interior de la cúpula del templo. LB/WAQF EL PAÍS
Interior de la cúpula del templo.  EL PAÍS
En ellas aparecen marcadas con diferentes colores las teselas que necesitaban una reparación, las que tuvieron que sustituir y donde intervinieron manualmente, con la precisión de un cirujano, para extraer los restos de cemento y residuos que no salieron ni con la primera limpieza en seco, ni con el último repaso químico. “De media, tardamos en copiar cada panel una semana”, dice la arquitecta Asil Abu Rmilah, de la Universidad palestina de Birzeit. Hay diseños florales entre los que también pueden leerse frases extraídas del Corán. “La mayoría de las teselas son de oro aunque también las hay de plata, coloreadas y de madreperla. Cada una de las doradas es como un sándwich de cristal de unos siete milímetros que contiene en su interior una fina lámina de oro”. Además de las originales, confiesa Abu Aysheh, también compraron media tonelada de “esos sándwiches” de cristal y oro a la prestigiosa casa Orsoni, una fábrica veneciana de cristal fundada a finales del siglo XIX, mundialmente conocida por la esquisitez de sus trabajos.

Durante la exposición universal celebrada en París en 1889, el arquitecto Antoni Gaudí quedó tan fascinado con el trabajo de la firma italiana que decidió utilizar sus mosaicos en la Sagrada Familia. “Son los mejores —asegura el experto jordano—. Sus teselas pueden admirarse en la catedral de San Marcos, en Venecia. Y ahora, en Jerusalén”.

Cuenta el restaurador que los errores cometidos en intervenciones previas complicaron y ralentizaron este trabajo. “Se fijaron los mosaicos, pero no como se debía. En caso de un movimiento sísmico, incluso facilitaría su caída”, asegura el profesor jordano. “Tanto los mosaicos como el Domo son de finales del siglo VII y principios del VIII. Hemos encontrado que utilizaron grapas de bronce para sujetar algunas de las planchas. Lo normal, a partir del periodo bizantino, era utilizar hierro pero este se deteriora más con la humedad. Nunca antes había visto esta técnica en unos mosaicos de esa época. Sin duda los omeyas lo construyeron pensando en que perdurase a través de los tiempos”, afirma Abu Aysheh.

Desde 2010, numerosos especialistas y estudiantes han estado a sus órdenes pero, en esta recta final, tan sólo permanecen cuatro. Dos arquitectos cuya principal tarea es terminar el mapa digital con el que se podrá seguir paso a paso el delicado trabajo acometido durante estos años y dos jóvenes universitarios palestinos formados por Abu Aysheh que le ayudarán a dar los últimos retoques para completar está histórica restauración.

Lourdes Baeza: Luz para la cúpula dorada de Jerusalén, EL PAÍS, 11 de diciembre de 2017