Picasso, cotidiano y espontáneo
Pablo Picasso fue un genio en todos lo sentidos. No le bastó con ser el artista más influyente del siglo XX, sino que entendió perfectamente el poder que tenía su imagen y supo explotarlo. Siempre le interesó la fotografía, incluso experimentó con ella. Pero como todo buen voyeur y egocéntrico que se precie (él era ambas cosas, y elevadas a la máxima potencia), sabía lo importante que era rendir culto a la personalidad de un gran artista. Y eso lo hizo como nadie. Había que adorar al dios Picasso. Y para adorarlo había que tener imágenes suyas.
Álbum familiar
Pero hubo fotógrafos a los que les interesó otra de las muchas caras del poliédrico Pablo Picasso: la más íntima y cercana. Quisieron fotografiar al Picasso más espontáneo, en su cotidianidad, como si esas instantáneas estuviesen destinadas más a un álbum familiar que a un libro o una exposición. Es el caso que nos ocupa. Roberto Otero era un fotógrafo (también escritor, periodista, documentalista cinematográfico) nacido en Argentina en 1931 y fallecido en Palma de Mallorca en 2004, cuya relación con Picasso llegó de la mano del crítico de arte Ricardo Baeza y del escritor José Bergamín, pero muy especialmente porque estuvo casado con Aitana, la hija de Rafael Alberti. Si la relación de Picasso con muchos fotógrafos fue ocasional, con otros estableció una relación más fecunda. Fue el caso de Brassaï, Edward Quinn, David Douglas Duncan y el propio Otero.
Su vida en el sur de Francia
Una selección de 64 fotografías de este legado conforman «Picasso visto por Otero», un libro que publica La Fábrica Editorial junto con el Museo Picasso de Málaga (en edición bilingüe español-inglés), y que rescata este importante testimonio fotográfico de los últimos años de vida de Picasso en el sur de Francia. Hay imágenes en su residencia de Notre-Dame-de-Vie (Mougins), en su taller de Vallauris donde hacía sus cerámicas; en La Californie (la casa en Cannes que compartió con su última esposa, Jacqueline), en el castillo de Vauvenargues, donde está enterrado...
Explica Alberto Martín que son varias las circunstancias que dotan de excepcionalidad a las fotografías de Otero: la extensión y amplitud del fondo, su acceso casi familiar al entorno de Picasso, su calidad como fotógrafo, el hecho de que se hicieran en una etapa en la que disminuyeron los testimonios gráficos picassianos... Pero, sobre todo, «la proximidad cómplice; el ritmo lento, cotidiano, íntimo... Se acercan a un álbum familiar. La mayor parte de sus imágenes no son posados, dispara con la intención de captar ese gesto espontáneo. Estas imágenes aportan una atmósfera de cotidianidad, espontaneidad y frescura relativamente inéditas».
Natividad Pulido, Madrid: Picasso, cotidiano y espontáneo, ABC, 27 de abril de 2012