Boto: “Del claustro de Palamós aún existen muchas cosas por descubrir”

En el balance de 2012 no puede faltar el descubrimiento de las arcadas situadas en Mas del Vent, en la localidad de Palamós (Baix Empordà). Tras dar a conocer su existencia, el profesor de Historia del Arte Medieval Gerardo Boto en unas jornadas celebradas en la Universidad de Barcelona, y publicar la noticia EL PAÍS el 5 de junio, se generó un interés inusitado por conocer la procedencia y la historia de esta, hasta entonces, desconocida construcción de estilo románico.

Gerardo Boto junto a los arcos de Palamós, el día de junio en que los medios de comunicación tuvieron
acceso al claustro. / MARCEL.LÍ SÀENZ
Tanto fue el revuelo, que la Dirección General de Patrimonio de la Generalitat que, pese a conocer su existencia al menos desde 2011, no había hecho nada hasta entonces, se vio obligada a exigir que el alemán Kurt Engelhorn, dueño de los arcos, permitiera que medios de comunicación y técnicos los visitaran. Tras dos visitas de la comisión creada por la Generalitat, el departamento de Ferran Mascarell dio carpetazo al tema el 31 de julio, al asegurar en un informe que en realidad el claustro era una recreación historicista del siglo XX instalado en Madrid hasta 1958, aunque reconocía que contenía elementos originales de procedencia castellano leonesa del siglo XII.

Aunque falso, la Generalitat estimaba el conjunto singular y merecedor de ser incorporado en el inventario del patrimonio catalán, lo que se llevó a efecto en el mes de agosto. Pero el informe, lejos de ser concluyente y acabar con el asunto, ha generado muchos interrogantes. El pasado mes de noviembre varios expertos pidieron reabrir el caso para poder profundizar en el estudio del edificio.
El anticuario Ignacio Martínez fotografiado por Vicente
Moreno junto al claustro cuando estaba en Madrid. / IPCE

Ahora, apaciguado el interés mediático, Boto ha publicado en el número de diciembre de la revista Románico que edita Amigos del Románico, la asociación que lo ha apoyado desde el principio en sus reivindicaciones para poder acceder al claustro, un artículo en el que analiza el informe y expone sus puntos de vista sobre el mismo, además de ver qué aspectos son los que permiten seguir defendiendo su autenticidad y cuáles no.

Boto pone de manifiesto el contrasentido del dictamen en el que, por una parte, se asegura que no se sabe qué elementos son románicos, pero “se recalca sin titubeos que son escasos y además poco relevantes”. Para el profesor es difícil entender cómo a partir de estos escasos elementos se pudo reconstruir el resto del edificio y que estos condicionaran su enorme dimensión, algo que sin duda complicaría y haría más costosa su construcción.

Frente al argumento de la falta de rastro documental en la historiografía, Boto mantiene que el hecho de que tener elementos antiguos y modernos proyecta “la hipótesis de que el claustro no llegó completo al siglo XX”. Mientras que “el que fuera de propiedad privada ayudaría a entender su silencio en los medios eruditos”

A FAVOR Y EN CONTRA

Hacen pensar que es auténtico:


- Escantillados por apalancamientos, presencia de líquenes seculares y de pátinas naturales y una consolidación general a base de cal.

- Ausencia de anacronismos iconográficos, presencia del castillo de Castilla de finales del siglo XII que implica un gran conocimiento de heráldica para ser una falsificación e innovaciones iconográficas a partir de elementos anteriores.

- A comienzos del siglo XX no había material gráfico de los modelos presentes en el claustro.

- Profusión de decoración en partes ocultas y excesivo tamaño de los capiteles para ser falsos.

- No hay memoria escrita ni gráfica de un trabajo así a comienzos de siglo. Fácil acceso de Ignacio Martínez a piezas originales, mientras que no hay precedente de que vendiera falsificaciones.

Hacen pensar que es falso:

- Origen salmantino de la piedra, alejada de la influencia Silense y ausencia de grafitis y marcas.

- Variedad de influencias y regularidad en la traza.

- Carta de Carmen Gómez-Moreno considerando que es falso e inexistencia de rastro documental.
Boto explica que pese a las dimensiones enormes del edificio “el claustro cabe en el cuadrilátero claustral de la catedral vieja de Salamanca, en Arlanza o en Benevivere”, tres de los lugares a los que los expertos apuntan como posible origen de las arcadas.

Frente a la idea de que la regularidad de la construcción es sinónimo de falsedad y fraude, el profesor enumera una serie de ejemplos de homogeneidad, como los conjuntos de Aguilar, Arlanza, la catedral de Lugo, Mondoñedo, Salamanca y Ciudad Rodrigo, entre otros, por lo que el de “Palamós, lejos de ser inédito, responde a una fórmula habitual en claustros medievales auténticos”.

En cuanto a los capiteles, Boto reconoce “no tener explicación satisfactoria” para el hecho de que de las 44 cestas, 24 reproducen motivos de Silos. Pero está claro que el alarde escultórico de las partes más ocultas de los capiteles representa una “exhibición y derroche, tan creativo como innecesario para una pieza presuntamente falsificada”. Por eso, para él “no solo se copia y se imita, sino que se crea”. Además, apunta, existen otros 20 capiteles que no tienen nada que ver con Silos y son obra espontánea de los escultores. En estos, aparte de no encontrar anacronismos presentes en casi todas las falsificaciones, los paralelismos (como los de Vallespinoso y Rebolledo) no eran conocidos en el momento en que, según la Generalitat, se copiaron los capiteles en Madrid. Por eso remacha: “Los escultores de estos capiteles no partieron de un álbum de fotos modernas, sino de un cuadernillo de dibujos medievales”.

El anticuario Ignacio Martínez fue el responsable de que el edificio se montara en el solar de Ciudad Lineal de Madrid a partir de 1931 con la intención, seguramente, de poder fotografiarlo y así venderlo con seguridad y a mejor precio a un magnate americano. En una de las imágenes realizadas del claustro por Vicente Moreno aparece —orgulloso— el propio Martínez bajo uno de los arcos. Para Boto es síntoma de que no se trataba de una falsificación, sino que “Martínez vendía un conjunto veraz, lo que no obsta para que pudiera ser completado con piezas nuevas”. En estos meses, el investigador ha podido comprobar cómo el claustro no fue la única pieza que Martínez desmontó y trasladó a Madrid. Todos los alfarjes que vendió al magnate de la prensa William Randolph Hearstfueron desmontados y trasladados desde los monasterios de origen, montados en sus almacenes, reparados, completados y fotografiados por Moreno. “Con el claustro Martínez no hizo nada que no hiciera con muchas de las obras que vendió”. El problema, según Boto, es que “la muerte de Byne truncó la oportunidad de llevar a efecto el negocio”, con relación a que el intermediario entre Martínez y Hearst murió en accidente de tráfico en 1935, cuando el claustro estaba casi listo para venderse.

Una de las arcadas, entre los pinos de la finca del Mas del Vent de Palamós. / MARCEL.LÍ SÀENZ
Para Boto está claro que es más lo que desconocemos que lo que sabemos del claustro de Palamós y que “aún existen muchas cosas por descubrir”. “Hasta ahora los historiadores, arqueólogos y arquitectos no hemos hablado y opinado sobre lo que la obra es, sino sobre lo que de la obra alcanzamos a saber”.

Esperemos que en 2013 se escriban nuevas páginas, quizá las definitivas, de la historia de este edificio apasionante.

José Ángel Montañés: “Del claustro de Palamós aún existen muchas cosas por descubrir”, EL PAÍS, 30 de diciembre de 2012