Pablo y Paul: tan cerca, tan lejos

«Mujer llorando», Paul Klee (1939)El Centro Paul Klee de Berna celebra su quinto aniversario con una gran exposición en la que el artista alemán se mide con Picasso a través de 180 obras de estos dos maestros indiscutibles del siglo XX.

Uno nació cerca de Berna en 1879; el otro dos años después en Málaga. El primero murió en 1940; el segundo, 33 años después. Ambos artistas comparten nombre y marchante (Kahnweiler) y los dos sufrieron el exilio. Son casi las únicas coincidencias de sus biografías. En el terreno artístico fueron muy prolíficos -se dice que Klee llegó a pintar 1.000 obras en un solo año- y dotados de una imaginación portentosa. En 1933 Paul Klee visitó a Picasso en su taller de París. En el 37 Picasso le devolvió la visita. Setenta y tres años después vuelven a encontrarse en el bellísimo museo que Berna dedicó en 2005 a Klee, un regalo póstumo con el que quedó saldada una deuda que esta ciudad tenía pendiente con el artista: Klee murió sin obtener la nacionalidad suiza que tanto anhelaba, pese a haber nacido y vivido mucho tiempo allí. Quiso renunciar a la alemana: huyó del país porque los nazis le consideraban «un artista degenerado».

Mientras Picasso se mide en Barcelona con Rusiñol y a punto está de hacer lo propio con Bill Viola en Málaga, se ve ahora cara a cara con Klee en Berna. Dos autorretratos (el de Picasso, de 1907, y el de Klee, de 1909) abren la muestra. Ambos tienen una mirada afilada, poderosa. Pero, a priori, no podrían estar dos artistas más en las antípodas. Sus personalidades son opuestas: Klee es introvertido, espiritual, romántico, poético... Picasso, en cambio, es extrovertido, todo genio, poderío, fuerza y desborda sensualidad. Se admiraron mutuamente y el artista español fue una constante fuente de inspiración para Klee, como queda patente recorriendo esta muestra. Están presentes todas las etapas de Picasso: desde su formación academicista, sus etapas rosa y azul, hasta el cubismo, su vuelta a los clásicos, sus grandes series finales... Y todo ello con grandes obras maestras procedentes de colecciones de todo el mundo. Excepcionales los préstamos del MoMA, la Fundación Beyeler y el Staatliche Museum de Berlín.

Las obras de cada etapa picassiana cuelgan junto a las correspondientes creaciones que hacía Klee en los años siguientes, en general plagadas de crítica, sátira e ironía. Las etapas de formación de ambos maestros se exhiben por separado. A las cabezas africanas que Picasso utilizaría para «Las Señoritas de Aviñón» responde Klee con bustos femeninos grotescos. A los bodegones cubistas de Picasso (en la exposición los hay espléndidos, como «Mujer con mandolina» y «Mujer sentada»), Klee corresponde con unas naturalezas muertas de una intensa paleta de colores, como la del «Homenaje a Picasso» (1914). Fue el único tributo que hizo Klee en su vida a otro artista. Los metafóricos diálogos se suceden con los desnudos, los cuerpos y rostros deformados, los minotauros (elaboradísimos los de Picasso, aparentemente infantiles los de Klee), las cabezas femeninas (muy emocionante el duelo de mujeres llorando: la de Picasso, Dora Maar, en el 37, mientras pintaba el «Guernica»; la de Klee, dos años después).

El proyecto, en el que han colaborado las familias de ambos artistas (Claude Picasso y Alexander Klee), nace con un marcado carácter didáctico. A los paneles explicativos y los audiovisuales que se suceden por las salas hay que sumar las actividades del Kindermuseum del Centro Paul Klee, un espacio lúdico-creativo donde juegan y aprenden «niños» de 5 a 100 años. «Sus obras parecen hechas por un niño», le dijeron un día a Klee. «¡Si fuese verdad!, dijo.

Natividad Pulido, Berna (Suiza): Pablo y Paul: tan cerca, tan lejos, ABC, 7 de junio de 2010