Bernini, el artista total: Las ánimas', en El Prado

Borrominio, autorretratado. GALERIA DEGLI UFFIZI
Borrominio, autorretratado. GALERIA DEGLI UFFIZI
El contenido y el argumentario de la exposición de 'Las ánimas' en el Museo del Prado recalca la relación de Gian Lorenzo Bernini (1598-1682) con la monarquía hispánica, representada en el apogeo del genio napolitano por Felipe IV y el infortunado Carlos II. Los reyes españoles, como otros monarcas católicos europeos, querían tener presencia, influencia y capacidad de enredo en Roma, ante el papado, y Bernini trabajó para ellos ocasionalmente y también para nobles, mecenas y altos dignatarios eclesiásticos españoles destacados junto al trono de San Pedro.

Pero, empezando por una curiosidad y una licencia, la obra más importante de Bernini, en su vinculación con la corona española, no se hizo en Roma, ni bajo los Austrias y ni siquiera la hizo él. Es el Palacio Real de Madrid. Bernini fue llamado a París por Luis XIV en 1665 para modificar el entonces todavía palacio y residencia real del Louvre. Su proyecto no gustó y no se hizo. Mas, héte aquí que, en 1738, Felipe V, nieto de Luis XIV y primer Borbón reinante en España, encargó la construcción del Palacio Real, terminado prácticamente por Juan Bautista Sachetti, que era discípulo del fallecido Filippo Juvara -autor del proyecto inicial-, quien, a su vez, era alumno de Carlo Fontana, que fue el principal discípulo y colaborador de Bernini. No hay quien niegue que las malogradas ideas de Bernini para el Louvre están vivas y coleando en el Palacio Real de Madrid.

Gian Lorenzo Bernini -hijo, padre y hermano de artistas- representó la apoteosis del barroco italiano como expresión, en la arquitectura y en la escultura, de la búsqueda del esplendor, el espectáculo y el dramatismo del arte católico, que, desde la Contrarreforma iniciada en Trento, pretendió distanciarse de la sobriedad y el rigorismo protestantes. Autor de una ingente obra, Bernini -también pintor y dibujante- construyó, reformó y/o restauró palacios, iglesias, capillas, puentes, plazas y altares, y erigió y esculpió decenas de bustos, estatuas, obeliscos, fuentes, panteones y ataúdes, siendo, además, eldiseñador de no pocos escenarios y ceremoniales de gran y vistosa teatralidad pensados para fiestas, homenajes y funerales. Su prestigio recorrió Europa y recibió encargos de las cortes inglesa y, como se ha dicho, francesa y española, y, en su época, no tuvo más rival que Francesco Borromini (1599-1667). Primero, fueron amigos y colaboradores. Después, enemigos. Borromini, que andaba deprimido, se suicidó arrojándose sobre su espada, si bien, en sus largas horas de agonía, llegó a escribir que había caído sobre su arma accidentalmente, cuando en la oscuridad nocturna de su estancia buscaba una candela para darse luz. La enemistad con Borromini bien pudo empezar a mediados del siglo, cuando Inocencio X retiró a Bernini la predilección del papado -lo condenó a tres años en el dique seco- y se la otorgó al suizo-italiano. Al ocupar Inocencio X -tan severamente retratado por Velázquez- la silla papal, en 1644, Bernini llevaba cinco años casado con Caterina Tozio, con la que tuvo 10 hijos, el primero de ellos, Paolo -futuro escultor y discípulo-, nacido a los nueve años de la boda, detalle un poco raro por entonces, pero, en fin, se ve que todo fue cosa de empezar.

Bernini trabajó para ocho papas, los dos primeros, Pablo V y Urbano VIII, pertenecientes a dos poderosas familias -los Borghese y los Barberini, respectivamente- que fueron determinantes, por su protección y encomiendas diversas, de su despegue y preeminencia. Imposible resumir aquí -siento decirlo otra vez- el enorme listado de creaciones magistrales de Bernini. ¿Qué elegir? ¿Las esculturas del jardín de Villa Borghese? ¿Los palacios de Barberini, el Quirinale o Ludovisi? ¿La Capilla de Santa Bibiana? ¿La Fuente de los Cuatro Ríos en Piazza Navona? Es obvio que millones de viajeros y turistas conocen las múltiples realizaciones de Bernini para la Basílica de San Pedro, cuyas obras de ampliación y reforma dirigió, además, durante años. Y en ese conjunto, dos joyas para la Historia: el imponente baldaquino broncíneo y salomónico ante el altar mayor y la ovalada Plaza de San Pedro, con su columnata y sus estatuas.

En la exposición del Prado puede contemplarse una pieza de terracota que se considera como preparatoria o instrumento de trabajo de la obra maestra de Bernini: 'El éxtasis de Santa Teresa' (1645-1652), cumbre en mármol de la agitación y la teatralidad místicas de toda la escultura barroca, que puede visitarse en la Iglesia de Santa María della Victoria de Roma. Los dos bustos que dan título a la exposición del Museo del Prado son obras primerizas, de juventud. El artista apenas había cumplido 20 años y todavía no era conocido. 'Anima beata' y 'Anima dannata', encargadas por un eclesiástico español hacia 1619, representan en mármol con su serena felicidad, una, y con su dolorosa desesperación, la otra, las muy distintas vivencias de las almas según hayan sido destinadas para la eternidad a la presencia de Dios o al fuego del infierno.

El alma de Gian Lorenzo Bernini tomó su rumbo definitivo, con la mediación de una apoplejía, el 20 de noviembre de 1680. Tenía 82 años, y en los últimos tiempos había gozado de la amistad y de la admiración de una importante señora: Cristina de Suecia. La reina de la película de Rouben Mamoulian -no tan bella, ni mucho menos, como Greta Garbo-, había abdicado del trono, se había convertido al catolicismo y se había instalado en Roma. Mujer extraordinariamente culta, estudiosa y liberal, fue muy amiga del artista y encargó y costeó al historiador florentino Filippo Baldinucci, en 1682, la primera biografía del cavaliere Bernini.

Manuel Hidalgo, Madrid: Bernini, el artista total, EL MUNDO, 27 de diciembre de 2014