Pintar entre reyes

'El rey Carlos IV en traje de caza' (1799), de Francisco de Goya
'El rey Carlos IV en traje de caza' (1799), de Francisco de Goya
Hay obras más llamativas en la exposición El retrato en las Colecciones Reales de Juan de Flandes a Antonio López que las de los dos artistas que aparecen nombrados en el título de la muestra. Sin embargo, ambos delimitan a la perfección el concepto que vertebra la muestra y que no es otro que la evolución del retrato cortesano en España. Del primero se expone un pequeño retrato de Isabel la Católica, fechado hacia 1500, que sorprende por su delicadeza y por su innegable fuerza visual. Del segundo, el largamente esperado retrato de La Familia de Juan Carlos I, comenzado en 1994 y concluido este mismo año.


Entre ambos encontramos casi seis siglos de obras que -y esta es la verdadera noticia- convergen por primera vez en un mismo espacio. Las 114 piezas incluidas proceden de las Colecciones Reales custodiadas por Patrimonio Nacional en emplazamientos como el Real Monasterio del Escorial, los Reales Alcázares de Sevilla o el propio Palacio Real de Madrid, donde se exponen hasta abril del próximo año. La gran mayoría (hasta 90) son pintura, aunque también hay esculturas, dibujos, grabados y tapices, y muchas de ellas han sido restauradas y vueltas a analizar por los especialistas. Más allá de las cuestiones museísticas, la exposición ofrece una inmersión en una atmósfera pictórica de extraordinaria calidad. Desde la codificación del retrato real en el siglo XVI gracias a Tiziano y Antonio Moro hasta las postrimerías del s. XVII, los reinados de los Austrias vieron la consolidación de la iconografía a través de obras como el Retrato ecuestre de Juan José de Austria (1648) de José de Ribera o un minúsculo óleo sobre papel de Velázquez, El conde duque de Olivares (h. 1638).

'Retrato de la familia de Juan Carlos I' (1994-2014), de Antonio López
'Retrato de la familia de Juan Carlos I' (1994-2014), de Antonio López
La exposición, organizada en 12 salas, permite apreciar dos de los tenebrosos y magnéticos retratos que Juan Carreño de Miranda realizó para Carlos II y Mariana de Austria, ambos sepultados por las sombras del Salón de los Espejos del Real Alcázar. Era el fin de una dinastía, y la nueva era borbónica importaría aires franceses y más galantes a los retratos reales. Felipe V trajo consigo a retratistas como Hyacinthe Regaud, maestro de la teatralidad y la afectación que impuso un estilo muy apreciable en las obras dieciochescas incluidas en la muestra. Su huella se puede detectar en la obra de Miguel Jacinto Meléndez, acaso el más importante retratista español de aquella corte. Mengs ocuparía esa posición durante el reinado de Carlos III y, en la encrucijada entre el XVIII y el XIX, dos extraordinarios lienzos de Goya (Carlos IV, cazador y María Luisa de Parma con mantilla, ambos de 1799) imponen su presencia al resto.


Entre ellos y la luminosidad contemporánea de Antonio López median algunas salas muy interesantes, con muestras de talento romántico por parte de Antonio María Esquivel, Franz Xaver Winterhalter y Federico Madrazo, con interesantísimos retratos femeninos. También algunos coqueteos de Alfonso XIII con la pincelada finisecular de Sorolla o Ramón Casas. Es entonces cuando la línea se interrumpe con una cierta sensación de fin de siglo. El tiempo dirá si la obra de Antonio López es el inicio de una nueva etapa o tan sólo un epílogo.

Carlos Primo, Pintar entre reyes, Metrópoli, 23 de diciembre de 2014