La colección Frick desembarca en Europa

'La Virgen y el Niño con santos y un donante cartujo', de Jan van Eyck. / MICHAEL BODYCOMB
'La Virgen y el Niño con santos y un donante cartujo', de Jan van Eyck. / MICHAEL BODYCOMB
Los museos suelen intercambiar obras para realzar las exposiciones que organizan, y a veces, el trueque resulta en ganancia total para ambas partes. Durante dos años y medio, la galería holandesa Mauritshuis llevó sus telas de gira mundial mientras renovaba las instalaciones. La última parada fue en 2014, en la sede neoyorquina de la Colección Frick, una de las más importantes de Estados Unidos. Reunida por Henry Clay Frick (1849-1919), magnate del acero, y por sus descendientes, ahora son ellos quienes devuelven el favor. En su primera gran muestra europea, han trasladado a La Haya 36 de sus piezas maestras de los siglos XIII a XIX. Telas, esculturas, relojes, dibujos y porcelanas que podrán verse hasta el próximo 10 de mayo.

'La flagelación de Cristo', de Cimabue. / MICHAEL BODYCOMB
'La flagelación de Cristo', de Cimabue. /
MICHAEL BODYCOMB
Los lienzos del Siglo de Oro holandés se convirtieron en los más visitados de su historia para la Colección Frick. La hoja de servicios del industrial y patrono está unida a la creación del gigante del acero U.S Steel y de los ferrocarriles de Pensilvania. También a un intento de asesinato tras una huelga de sus trabajadores, reducida con violencia. En cuestiones de arte, cuando ganó suficiente dinero empezó a coleccionar grandes maestros europeos, además de muebles y alfombras orientales. Aunque su testamento impide prestar lo adquirido en vida (unos dos tercios del total), la colección reunida desde su muerte sí puede salir del país. Y ahí figuran piezas de John ConstableIngresCimabueHans Memling, Liotard, Goya o Thomas Gainsborough. Un brillante catálogo del que la Mauritshuis ha seleccionado una parte, recreando las estancias de la residencia Frick junto a Central Park.

La distribución de los cuadros permite un curioso ejercicio comparativo. En la sala holandesa destaca la misteriosa Joven de la Perla (1665), de Johannes Vermeer. Frick posee tres vermeer que no han viajado, pero sí lo ha hecho su propia muchacha enigmática. Es la Condesa de Haussonville (1845) retratada por el pintor neoclásico francés Jean-Auguste-Dominique Ingres. Sobre la obra del Siglo de Oro se ha escrito y fabulado casi todo, porque se desconoce la identidad de la modelo. Sin embargo, Louise de Broglie, a quien hace referencia el título del segundo cuadro, fue historiadora e hija, hermana, esposa, madre y tía de miembros de la Academia Francesa, institución que vela por la lengua francesa y llama a sus 40 miembros Los Inmortales.

“Ella tenía entonces 27 años y es, en cierto modo, el rostro de la Colección Frick. Muy cerca hemos colgado a Grace Dalrymple Elliott (1782), de Thomas Gainsborough. La joven condesa tuvo problemas en una sociedad poco preparada para una mujer inteligente y resuelta. Grace fue amante de reyes y estuvo incluso en la cárcel durante la Revolución Francesa. Dos damas inolvidables. Enfrente, destaca otro dúo: El caballo blanco (1819), de John Constable, y Paisaje con puente (1652), del holandés Jacob van Ruisdael. Dos vistas serenas que contrastan con la intensidad de los retratos”, según la conservadora, Lea van der Vinde.

'Los tres soldados', de Pieter Brueghel el Viejo. / MICHAEL BODYCOMB
'Los tres soldados', de Pieter Brueghel el Viejo. /
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Entre la treintena de obras hay un busto de terracota de Louis-Étienne Vincent de Marniola, consejero de estado de Napoléon (1809). La prematura muerte de este político francés, a los 27 años, impidió al escultor Joseph Chinard trasladarlo al mármol. Casi no hacía falta, porque consiguió una pieza redonda en arcilla. Entre los dibujos, figura Los pescadores (1812), de Goya, y Un hombre joven con un libro (1758), de Tiépolo. Goya dibujó deprisa sobre un papel que era en realidad una factura, y tapó con tinta las letras. Con una simple mancha marrón oscuro consiguió evocar la cueva donde se abriga el grupo.

Instalada en la nueva sala de exposiciones temporales de la Mauritshuis, a la salida esperan dos pesos pesados y otro busto memorable. Los cuadros son Retrato de un hombre (1470), de Hans Memling, y La Virgen y el Niño con santos y un donante cartujo (1441), del taller de Jan van Eyck. En lugar de mirar al espectador, el varón del primero logra que no le perdamos de vista. Henry Frick no pudo comprarse en vida un van eyckauténtico, así que sus descendientes adquirieron lo más cercano en 1945. La escultura es de Beatriz de Aragón (1471), realizada por Francesco Laurana. La representada era la hija de Fernando I, rey de Nápoles. “Es mi obra favorita. Aunque está fechada en el siglo XV, parece moderna”, dice Lea van der Vinde. Henry Frick tenía buen ojo y mejor bolsillo. Sus herederos, debilidad por las miradas del arte.

Isabel Ferrer: La colección Frick desembarca en Europa, EL PAÍS, 7 de febrero de 2015