Retorno a la Alhambra de Matisse

Joaquina. Succession h. Matisse / VEGAP / 2010 El 11 de diciembre de 1910, entre los visitantes que se acercaron ese día hasta la Alhambra de Granada había uno muy especial: el pintor francés Henri Matisse. Había partido hacia España el 16 de noviembre en tren desde París y permaneció en nuestro país hasta el 25 de enero de 1911. Además de Granada pasó por Madrid, Sevilla, Córdoba, Toledo y Barcelona. En la capital visitó fugazmente el Prado y compró un tapiz alpujarreño del siglo XIX con granadas entrelazadas, que plasmaría en una de las tres obras que pintó en España, y un mantón de Manila con bordados de vistosos colores con el que más tarde retrataría a su esposa, Amélie, en el lienzo «La Española». La visita de Matisse al monumento nazarí pasó casi inadvertida (sí la relata Hilary Spurling en su estupenda biografía de Matisse publicada por Edhasa). Hasta que la directora del Patronato de la Alhambra y el Generalife, María del Mar Villafranca, encontró su firma registrada en el Álbum de Visitas. A partir de ahí comenzó a reconstruirse esta historia que, después de tres años de investigación, verá la luz el 15 de octubre en forma de exposición. Matisse regresa a la Alhambra un siglo después.

El mismo día que visitó la Alhambra, Matisse escribió, desde la habitación de la pensión Villa Carmona, donde se alojaba, una carta a su esposa, en la que le cuenta lo que le había fascinado la visita: «La Alhambra es una maravilla. Sentí allí una intensa emoción». Al fin se agitaron de nuevo sus sentidos; volvían a visitarle las musas. Se sabe que durante su estancia en Granada —del 9 al 11 de diciembre— se acercó también hasta las cuevas del Sacromonte para asistir a un tablao flamenco. Un itinerario que recuerda mucho al que siguió este verano Michelle Obama.

Bodegón Sevilla I. Succession h. Matisse / VEGAP / 2010 Cuentan los comisarios de la exposición —María del Mar Villafranca y Francisco Jarauta— que Matisse llegó a España «en un momento anímico delicado»: acababa de morir su padre de un infarto y sus obras «La Danza» y «La Música» habían recibido un rechazo brutal por parte de crítica y público en el Salón de Otoño de ese año. Fueron acogidas con abucheos, gritos y mofas. Triste y deprimido, llega Matisse a Múnich en octubre de 1910 para visitar una exposición de arte islámico, que le impresiona, con piezas del Louvre, del taller de Gustave Moureau... Dos de ellas se incluyen en la muestra: una miniatura persa del siglo XV y un jarrón nazarí. A aquel iniciático viaje a Múnich se sumaría un mes después el deslumbramiento que le produjo la Alhambra, como cuentan los comisarios: «El arte oriental, en general, y el islámico, en particular, le ofrecieron posibilidades como los sistemas decorativos del monumento nazarí, su arquitectura, la disposición de sus interiores, los azulejos de cerámica vidriada, la luz filtrada de sus estancias y patios a través de las celosías, el color en sus matices y posibilidades...» El arte de Matisse ya nunca sería el mismo.

No tardó mucho en aparecer en su pintura la huella islámica. En diciembre el pintor francés llega a Sevilla. Aún seguía enfermo, con una fuerte crisis nerviosa. Se aloja en el Hotel Cecil. Allí frecuenta a amigos y colegas como Auguste Bréal —se ofrece a ser su guía por la ciudad y le introduce en el flamenco— y Francisco Iturrino. Éste le presta pinceles y pinturas. Ambos compartieron estudio. En Sevilla realiza Matisse tres pinturas, que por vez primera se muestran juntas en esta exposición. Por un lado, dos naturalezas muertas que le había encargado el industrial y coleccionista ruso Serguei Shchukin para su casa: «Bodegón Sevilla I» y «Bodegón Sevilla II». En este último rBodegón Sevilla II. Succession h. Matisse / VEGAP / 2010eproduce el tapiz alpujarreño que adquirió en Madrid. Por otro lado, «Joaquina», retrato de una bailaora que Bréal le buscó como modelo. A Matisse siempre le había apasionado la danza, presente en toda su producción. En Andalucía quedó fascinado con los bailaores gitanos. Especialmente, con Dora, una joven de 16 años, de la que escribió: «Es un milagro de agilidad y de ritmo. Me reveló lo que podía ser la danza. Yo la comparaba a la famosa Isadora Duncan, cuyos gestos cortaban la fluidez de la música, mientras que Dora prolongaba el sonido con sus movimientos». Los tres únicos cuadros que Matisse pintó en España se medirán en la exposición con otros tantos de Iturrino.

Vino, mujeres y tabaco

Por su correspondencia sabemos lo que pensaba Matisse de España: que el Prado es «exquisito», que «los españoles no son tan guapos como se dice —dibujó a uno con forma de barril—, que Sevilla era «maravillosa»... «¡Vivan el vino, las mujeres y el tabaco!», escribió con euforia. Prolongó su estancia en Sevilla un mes más, lo que provocó la ira y los celos de su mujer. Creía que las sevillanas lo habían hechizado. Antes de partir definitivamente de España, visitó Toledo y sus grecos, y Barcelona.

La exposición, organizada por el Patronato de la Alhambra y el Generalife y la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, en colaboración con la Fundación «la Caixa», se inaugura el 15 de octubre y estará abierta hasta el 28 de Succession h. Matisse / VEGAP / 2010febrero. Dividida en cinco secciones («Lección de Oriente», «El viaje a España: Matisse y la Alhambra», «De Marruecos a Niza», «Odaliscas: paisaje interior» y «Luz y armonía»), reúne en el Museo de Bellas Artes (situado en el Palacio de Carlos V) un centenar de obras: 35 de Matisse, entre óleos, dibujos, litografías y una escultura, se exhiben junto a fotografías históricas, cartas y postales que han cedido los Archivos Matisse de Issy-les-Moulineaux y la Universidad de Yale, así como tejidos y objetos decorativos que el pintor coleccionó con pasión toda su vida. Se han transcrito las tres cartas que Henri Matisse envió a su esposa desde Granada. Se completa la muestra con piezas de arte islámico (cerámica, bronce, celosía, cristal), que tanto amaba el artista. Hay préstamos de museos tan relevantes como Louvre, Metropolitan, MoMA, Pompidou, Victoria & Albert, Ermitage o Pushkin. Los herederos del artista, Claude y Barbara Duthuit, han apoyado el proyecto.

El «virus orientalizante» ya lo tiene Matisse metido en las venas —y en sus pinturas— irremediablemente. Tras su vuelta a Francia, planea viajar a Rusia (le fascinarán los iconos) y Marruecos. Tánger le deslumbra. A esta época pertenecen «La marroquí» o «Rincón del artista», presentes en la exposición. Ya instalado en Niza, Matisse pinta bellísimas odaliscas, en las que se cuelan todos los elementos que absorbió en sus viajes, incluida su fugaz pero intensa visita a la Alhambra, cuyas reminiscencias se intuyen en todos sus trabajos. Una estupenda selección de estas odaliscas compartirá sala con piezas procedentes de la Alhambra. Cierran la muestra los papiers collésque hizo en Vence en sus últimos años.

Natividad Pulido, Madrid: Retorno a la Alhambra, ABC, 2 de octubre de 2010