Madrid polemiza por la doble joroba acristalada en la Puerta del Sol
Quizá los Juegos Olímpicos de 2016, si finalmente se celebran en Madrid, amparen un nuevo debate en la capital de España, la Villa y Corte, sobre su difícil relación con la arquitectura de calidad, cuestión que vuelve a ser de actualidad al destaparse el templete, con forma de doble joroba acristalada, que corona la colosal estación de cercanías construida bajo la Puerta del Sol.
La estación, con 570 millones de presupuesto, es la obra civil más importante realizada por Fomento en Madrid - ha mantenido semicortada la célebre plaza durante cinco años largos- y su inauguración, a la que asistirán mañana el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, el ministro de Fomento, José Blanco, y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, supone la dramatización de la generosidad inversora de la Administración del Estado en Madrid, antídoto para la recurrente acusación de Aguirre sobre la racanería del Ministerio de Fomento con la capital.
Pese a sus reducidas dimensiones, ya se ve que la solución elegida buscaba antes bien el contraste estético y la generación de un nuevo elemento simbólico que la integración en el entorno de ensanche decimonónico. Un ensanche que lo es en sentido literal, pues aunque el popular edificio que hoy es sede del Gobierno regional, data del siglo XVIII (fue obra del francés Jaime Marquet), la fisonomía de la plaza es fruto de la desamortización de Mendizábal y el derribo de un puñado de propiedades de la Iglesia que permitió reedificar el área y configurar su forma de media luna.
El remate acristalado de la macroestación está colocado en el lugar donde se hallaban las marquesinas de las cabeceras de varias líneas de autobuses. El templete se colocó por la necesidad de cubrir de la intemperie las escaleras de acceso al vestíbulo principal de la estación, dado que se trata de escaleras mecánicas.
Para su acabado, Fomento -responsable único de esta infraestructura cuya ejecución ha visto desfilar a tres ministros: Francisco Álvarez-Cascos, Magdalena Álvarez y José Blanco- requirió el asesoramiento del arquitecto Antonio Fernández Alba, premio Nacional de Arquitectura en 1963 y en el 2003. Fernández Alba es uno de los arquitectos que más se ha preocupado por la controvertida conjunción de los factores mercantiles, políticos, éticos y estéticos que laten tras la labor del arquitecto.
Fomento asegura que quiere que ese dorso de espejos (parte inferior) y cristales (superior) se convierta en "una imagen representativa, tanto de la estación como de la plaza". El ministerio habla de la "adecuada interacción" con la gran plaza que lo rodea y la metáfora que late bajo los espejos de orientación diversa es crear "un caleidoscopio urbano que refleje la gran variedad de actividades de la plaza". Con tan buenas intenciones, el resultado del templete acristalado de Sol alimenta el debate sobre el modo en que en Madrid se superponen los elementos arquitectónicos contemporáneos sin que se haya conseguido crear un discurso urbano propio. En la misma Puerta del Sol, el colofón a las reformas dirigidas por Antonio Riviere, Javier Ortega y Antonio González Capitel en 1986 fueron unas farolas de forma cilíndrica y estética posmoderna que inmediatamente fueron rebautizadas por los administrados como "los supositorios". La fuerte contestación ciudadana obligó al recién estrenado alcalde Juan Barranco a retirarlas y regresar a unas farolas de corte fernandino.
Este hecho y la posterior elección, en 1994, de la estatua ecuestre de Carlos III para presidir la plaza, fruto de una consulta popular, confirma las preferencias decimonónicas de los madrileños para la Puerta del Sol, una querencia que este fin de semana será de nuevo puesta a prueba por sus cargos electos. Citando al propio Antonio Fernández Alba, "la moral de la polis resulta ser accidentada escenografía para el político, que ha de hacer habitable la tierra mercantilizada".
Pedro Vallín, Madrid polemiza por la doble joroba acristalada en la Puerta del Sol, La Vanguardia, 26 de junio de 2009
La estación, con 570 millones de presupuesto, es la obra civil más importante realizada por Fomento en Madrid - ha mantenido semicortada la célebre plaza durante cinco años largos- y su inauguración, a la que asistirán mañana el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, el ministro de Fomento, José Blanco, y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, supone la dramatización de la generosidad inversora de la Administración del Estado en Madrid, antídoto para la recurrente acusación de Aguirre sobre la racanería del Ministerio de Fomento con la capital.
Pese a sus reducidas dimensiones, ya se ve que la solución elegida buscaba antes bien el contraste estético y la generación de un nuevo elemento simbólico que la integración en el entorno de ensanche decimonónico. Un ensanche que lo es en sentido literal, pues aunque el popular edificio que hoy es sede del Gobierno regional, data del siglo XVIII (fue obra del francés Jaime Marquet), la fisonomía de la plaza es fruto de la desamortización de Mendizábal y el derribo de un puñado de propiedades de la Iglesia que permitió reedificar el área y configurar su forma de media luna.
El remate acristalado de la macroestación está colocado en el lugar donde se hallaban las marquesinas de las cabeceras de varias líneas de autobuses. El templete se colocó por la necesidad de cubrir de la intemperie las escaleras de acceso al vestíbulo principal de la estación, dado que se trata de escaleras mecánicas.
Para su acabado, Fomento -responsable único de esta infraestructura cuya ejecución ha visto desfilar a tres ministros: Francisco Álvarez-Cascos, Magdalena Álvarez y José Blanco- requirió el asesoramiento del arquitecto Antonio Fernández Alba, premio Nacional de Arquitectura en 1963 y en el 2003. Fernández Alba es uno de los arquitectos que más se ha preocupado por la controvertida conjunción de los factores mercantiles, políticos, éticos y estéticos que laten tras la labor del arquitecto.
Fomento asegura que quiere que ese dorso de espejos (parte inferior) y cristales (superior) se convierta en "una imagen representativa, tanto de la estación como de la plaza". El ministerio habla de la "adecuada interacción" con la gran plaza que lo rodea y la metáfora que late bajo los espejos de orientación diversa es crear "un caleidoscopio urbano que refleje la gran variedad de actividades de la plaza". Con tan buenas intenciones, el resultado del templete acristalado de Sol alimenta el debate sobre el modo en que en Madrid se superponen los elementos arquitectónicos contemporáneos sin que se haya conseguido crear un discurso urbano propio. En la misma Puerta del Sol, el colofón a las reformas dirigidas por Antonio Riviere, Javier Ortega y Antonio González Capitel en 1986 fueron unas farolas de forma cilíndrica y estética posmoderna que inmediatamente fueron rebautizadas por los administrados como "los supositorios". La fuerte contestación ciudadana obligó al recién estrenado alcalde Juan Barranco a retirarlas y regresar a unas farolas de corte fernandino.
Este hecho y la posterior elección, en 1994, de la estatua ecuestre de Carlos III para presidir la plaza, fruto de una consulta popular, confirma las preferencias decimonónicas de los madrileños para la Puerta del Sol, una querencia que este fin de semana será de nuevo puesta a prueba por sus cargos electos. Citando al propio Antonio Fernández Alba, "la moral de la polis resulta ser accidentada escenografía para el político, que ha de hacer habitable la tierra mercantilizada".
Pedro Vallín, Madrid polemiza por la doble joroba acristalada en la Puerta del Sol, La Vanguardia, 26 de junio de 2009