Los tesoros perdidos de China

¿A quién pertenecen los objetos de arte expoliados en el pasado? ¿Al museo o coleccionista que los adquirió en su momento o al país de donde fueron robados? En el gran negocio que es el mundo del arte, ése es el debate que se ha vuelto a reabrir tras la polémica suscitada en torno a la denominada «subasta del siglo».

EFE Un grupo de turistas visita las ruinas del Antiguo Palacio de Verano, en las afueras de Pekín

La puesta a la venta por parte de Christie´s de la colección privada del modista francés Yves Saint Laurent y su compañero, Pierre Bergé, ha causado una auténtica polvareda al incluir dos bronces expoliados de China en el siglo XIX. Los intentos judiciales de una fundación cultural de este país por parar la puja y el comprador que, en señal de protesta, se negó a pagar ambas piezas tras adquirirlas por teléfono, han mostrado a los Estados nuevas formas de reclamar su patrimonio perdido. O, al menos, de impedir momentáneamente que se siga comerciando con él.
El ejemplo cunde y numerosos países, desde España hasta la India, tratan de frenar el expolio de sus galeones hundidos o de recuperar los complementos más icónicos de sus figuras ilustres, como las gafas de Gandhi.

Nueva superpotencia

Pero China es, sin duda, el país que se ha entregado con más ahínco a la recuperación de sus tesoros perdidos, sobre todo gracias a su crecimiento económico y a su nuevo papel como superpotencia en la comunidad internacional. Y también porque, entre otras cosas, es una de las naciones que más tiene que reclamar.

Según la Unesco, alrededor de 1,6 millones de objetos de arte chinos se encuentran en más de 200 museos de 47 países. Para las instituciones culturales del gigante asiático, esta cifra es, sin embargo, muy superior, ya que calculan que son 10 millones de piezas las que se hallan repartidas por 2.000 museos de todo el mundo. La mayoría de ellas fueron expoliadas a partir de 1840, cuando comenzaron las Guerras del Opio y se agravó la decadencia de la dinastía Qing, que en sus últimos años fue humillada, junto al resto del pueblo chino, por parte de las potencias occidentales y sus ansias coloniales. Pero tampoco hay que olvidar que numerosas piezas salieron del país tras la victoria comunista en la Guerra Civil (1945-49) y durante los años bárbaros de la Revolución Cultural (1966-76), cuando buena parte del patrimonio artístico fue destruido por representar a la vieja sociedad feudal.
Cabezas de ratón y conejo

Por ejemplo, las dos piezas de bronce que han empañado la subasta de YSL, una cabeza de ratón y otra de conejo, fueron robadas cuando las tropas anglofrancesas arrasaron el antiguo Palacio de Verano de Pekín en 1860, al final de la Segunda Guerra del Opio. Ambas datan de 1750 y formaban parte de una fuente con forma de reloj que representaba a los doce animales del horóscopo chino. Dicho surtidor se hallaba en los jardines imperiales del Palacio, conocido entonces como el «Versalles de Oriente» por la magnificencia de sus lujosos edificios.

De las doce cabezas de bronce que componían la fuente, se han encontrado siete gracias a la labor de grandes empresas como China Poly Group y al magnate de los casinos de Macao Stanley Ho, que se han gastado millones de euros en comprarlas en subastas internacionales de Christie´s o Sotheby´s para devolverlas luego a los museos chinos. Pero no todos los objetos recuperados son disfrutados por el público, ya que las piezas traídas desde el extranjero componen la mitad de los lotes de las subastas internas en China y el 60 por ciento de sus ventas. A fecha de enero de 2005, casi 40.000 vestigios retornados al gigante asiático habían sido adquiridos por coleccionistas chinos.

Desde octubre de 2002, el Fondo para la Recuperación de los Restos Culturales Perdidos de China, una fundación privada pero en la órbita del régimen, ha liderado esta búsqueda del patrimonio expoliado, logrando la repatriación de una de dichas piezas de bronce del Palacio de Verano y dos cabezas arrancadas de las grutas de Longmen.

Apoyo mayoritario

Recaudando fondos y participando en las subastas, el Fondo se dedica a lo que el Gobierno chino se niega a hacer: pagar para recuperar su propio patrimonio. «Siempre mantenemos la misma postura en el asunto de los objetos perdidos en el extranjero: no compramos lo que nos pertenece», explicaba recientemente al periódico oficial «China Daily» el director del Departamento de Museos de la Administración Estatal para el Patrimonio Cultural.

A tenor de una encuesta en una de las mayores páginas web del país, el 90 por ciento de los chinos apoya esta política, que ahora parece haberse contagiado también al Fondo para la Recuperación de los Restos Culturales. Esta institución rompió con su tradición de participar en las subastas internacionales y amparó la comparecencia pública del coleccionista que, tras comprar los dos bronces de YSL, se negó a pagarlos.

Ahora habrá que esperar para ver si el Fondo sigue acudiendo a las pujas de arte o si otros compradores anónimos se dedican a «reventarlas».

Pablo M. Díez, Pekín: Los tesoros perdidos de China, ABC, 9 de marzo de 2009