Julio González, el alma del hierro

La Edad de Hierro tiene un nombre propio: Julio González. Manejó a su antojo este material, lo amasó como si fuera harina, lo retorció creando formas hasta entonces desconocidas, lo soldó con maestría, lo estilizó con elegancia y desentrañó de su dureza las más profundas emociones. Fundió hierro y sacó pasión. Pero hay un Julio González antes de Julio González. Ambos están presentes en la gran retrospectiva que le dedica el Reina Sofía tras su paso por el MNAC. Con ella se saldan cuentas -la que le debía este país, que tanto amaba- y se producen emotivos reencuentros. Picasso y él, grandes amigos, vuelven a verse las caras. Como en aquel 1928, cuando el malagueño solicitó la ayuda del barcelonés, porque no hallaba forma de lograr las soldaduras.

Aquella intensa colaboración duró hasta 1932 y dio maravillosos frutos, como «Mujer en el jardín», ese genial compendio de cubismo, surrealismo y expresionismo. En 1937, eran sus obras maestras (el «Guernica» y «La Montserrat») las que se reencontraban en el pabellón español de la Expo de París del 37. No se ha podido repetir ese histórico encuentro, pues la fragilidad de la escultura de Julio González ha impedido el préstamo del Stedelijk Museum de Amsterdam. A la mujer que llora del «Guernica» se la ve aún más triste que de costumbre.

Decíamos que la antológica reúne a dos Julio González. Y no es que se clonase -que no hubiera estado mal, dado lo justos que andamos de genios, como diría Mecano-, sino que antes de convertirse en el mago del hierro hubo un inquieto y creativo joven que despuntaba en el taller familiar de metalistería, que siguió el simbolismo y la huella de Degas en sus dibujos, de marcada temática femenina; que fue pintor hasta 1904, que creaba joyas, máscaras, relieves en metales repujados... Ese Julio González pintor, dibujante, orfebre, menos conocido que el genial forjador de sueños férreos, está presente entre los dos centenares de piezas que reúne la exposición. También exhibe un interesante conjunto documental (cartas, textos, manuscritos...)

Dibujos en el espacio

El Julio González artesano eclipsó al Julio González escultor, que, en opinión de Manuel Borja-Villel, quedó atrapado entre las dos mitades del siglo XX (una pictórica y otra escultórica), sin hallar su lugar. Pero el director del Museo Reina Sofía lo tiene claro: Julio González es uno de los tres grandes de la escultura junto con Giacometti y Brancusi, y tiene el mismo estatus que Matisse en pintura. Ahí es nada...

No podían faltar en esta gran antológica sus dibujos en el espacio, sus juegos en el vacío, a los que logró dar vida gracias a un lenguaje abstracto innovador. Para Merc_ Doñate, comisaria de la muestra, ese lenguaje se basaba en su libertad imaginativa, su rigor conceptual, su especial sensibilidad artística. Julio González, padre de la escultura en hierro, halló en la década de los treinta -cuando pasaba ya los cincuenta años- su verdadera personalidad artística. Es poco más de una década (murió en 1942), pero fue intensamente fructífera.

Nacen sus célebres esculturas filiformes, en las que fusiona materia y espacio, disecciona el cuerpo humano... Hay en la muestra excelentes ejemplos como «Mujer ante el espejo» (MNAC), «Mujer sentada II» (Pompidou), «Cabeza llamada «El túnel»» (Tate), «Mujer peinándose III» (MoMA)... La revolucionaria modernidad de Julio González, en estado puro. El Reina Sofía completa la antológica con un ciclo de cine en familia en torno al escultor, cuentacuentos y visitas-taller para centros de Secundaria y Bachillerato. Deuda saldada.

Natividad Pulido, Madrid: Julio González, el alma del hierro, ABC, 14 de marzo de 2009