Maurice de Vlaminck, un instinto fauve

Durante un breve periodo de tiempo, entre 1904 y 1907, se fraguó una fulgurante revolución artística. Henri Matisse, André Derain y Maurice de Vlaminck, junto con un reducido grupo de seguidores, dieron rienda suelta a un instinto que reclama la supremacía del color puro. La violencia visual de sus propuestas fue en 1905 la sensación en las dos grandes exposiciones de arte moderno que se celebraban en París -el Salón de los Independientes y el Salón de Otoño- y la crítica les colgó la etiqueta de fauvistas -derivado de fauve, fiera en francés-. Vlaminck, a diferencia de Matisse y Derain, es poco conocido en España, donde ahora se le dedica una primera exposición que reúne numerosas obras del artista en CaixaForum. Considerado como uno de los más radicales de su generación por su uso estridente del color y su distorsión de las formas, Vlaminck (1876-1958) fue uno de los artistas clave para entender la renovación de la pintura europea de vanguardia de principios del siglo XX.

Paisaje del valle del Sena o Paisaje de otoño, 1905. Óleo sobre lienzo. The Museum of Modern Art, Nueva York. Donación de Nate B. y Frances Spingold, 1973.

Maurice de Vlaminck, un instinto fauve. Pinturas de 1900 a 1915, así se denomina la exposición que ha abierto sus puertas desde día 11 de marzo de 2009, y llega después de su exhibición el pasado año en el Museo de Luxemburgo, en París, con motivo del cincuenta aniversario de la muerte del pintor. Esta exposición reúne ochenta obras procedentes de dieciocho museos y colecciones de diez países, junto con una decena de las cerámicas que Vlaminck pintó a partir de 1906, fruto de su colaboración con el ceramista André Metthey. También se incluye una selección de esculturas africanas y oceánicas de la colección particular del artista, que reivindicaba haber sido pionero -aunque Matisse fuera el primero en empezar a coleccionarlo seriamente- en el descubrimiento del arte africano en 1904. Así pues, se recorre la exploración creativa de un artista libertario y autodidacta que abandonó la casa paterna a los 16 años, un hombre que fue ciclista, escritor, grabador y violinista nocturno en los cafés de París y que no logró vivir de la pintura hasta que en 1906 conoció al gran marchante de la época, Ambroise Vollard. La comisaria Maithe Vallès-Bled ha planteado a su vez un recorrido en el que se muestran las obras que Vlaminck pintó en su período de "conmoción estética" y que son "testimonio de búsquedas de restitución del espacio".

En el huerto de mi padre, 1905. Óleo sobre lienzo. Museo Nacional, Belgrado (Serbia).

Experimentador constante

Artista que a lo largo de su trayectoria no dejó de experimentar, la exposición incide en su periodo vanguardista, entre 1900 y hasta el comienzo de la Primera Guerra Mundial, con ejemplos de un primer periodo influenciado por el postimpresionismo hasta la iniciación del fauvismo y su posterior alejamiento tras conocer a Cézanne. Vlaminck, que compartió con André Derain estudio en Chatou, donde les visitaba Matisse, fue un revolucionario autodidacta, icono del fauvismo, que contribuyó con su obra a la renovación de la pintura dentro de la vanguardia europea de principios del siglo XX.

Vinos, licores, 1910. Óleo sobre lienzo. Colección particular. Cortesía de Duhamel Fine Art, París.

La obsesión de Vlaminck por el color puro le llevó, en su etapa fauvista, a "apretar y arruinar tubos de aguamarina y bermellón". Chatou, situado en el valle del Sena y en las proximidades de París, fue el paisaje que el artista utilizó una y otra vez como coartada de un impulso que, en su caso, le llevó a prescindir del dibujo previo y a aplicar la pintura directamente sobre la tela. "Lo que en la sociedad sólo podría haber hecho arrojando una bomba he intentado hacerlo en la pintura utilizando colores puros, tal y como salen del tubo. De esta forma, he satisfecho mi voluntad de destruir, de desobedecer, para recrear un mundo sensible, vivo y liberado", explicaba el propio pintor (Paisaje del valle del Sena, Paisaje de otoño, o A orillas del Sena en Chatou). Las naturalezas muertas de esta época, aunque menos significativas, también le sirven como pretexto para estudiar la perspectiva. O más bien la ruptura de la perspectiva. "Fue el único pintor fauvista que no vivió en el sur de Francia. La luz mediterránea tuvo gran influencia en el movimiento, pero la explosión del color en él se produjo en los alrededores del Sena", ha señalado la comisaria Maithe Vallès-Bled, quien destacó que en la exposición se pueden contemplar dos de los retratos más antiguos, fechados en 1900, y otro de la época en que compartía estudio con Derain.

El hombre de la pipa o El amigo Bouju, 1900. Óleo sobre lienzo. Centre Georges Pompidou, Musée National d'Art Moderne, Centre de création industrielle, París. En depósito en el Musée des Beaux-Arts de Chartres.

Hacia la geometría y el color

Maithe Vallès-Bled recordó que en el año 1907 el Salón de los Independentes dedicó la primera exposición retrospectiva a Cézanne "y esta tuvo una gran importancia en él, en su nueva estructuración de los volúmenes". El conocimiento de la obra de Cézanne le lleva a iniciar un lento giro en su pintura alejándose de los postulados fauvistas. Su pintura se vuelve más ordenada, más geométrica, y en ella las forman toman más importancia que el color. La exposición permite también observar como, a pesar de sus nuevas ideas, "le es muy difícil renunciar al color puro, al salido del tubo. A partir de 1907 empieza a mezclar colores, pero le cuesta romper con el puro", afirmó la comisaria para quien Vlaminck "se mantuvo fiel a la realidad aunque coqueteó un poco con las preocupaciones cubistas".

La relación instintiva entre el color y la materia convierten al pintor parisino en uno de los 'fauvistas' más radicales de la época, para orgullo del propio Vlaminck: | 'Flores' (1910)

A partir de 1907, el fauvismo, que nunca fue un movimiento, sino una reacción espontánea, se agotó. Vlaminck inició entonces un periodo marcado por la preocupación cézanniana de cómo estructurar el espacio a través del color. También es el periodo de un coqueteo con el cubismo -la influencia del arte africano- en la que el espacio se organiza en facetas y aparece una cierta geometría. "Pero nunca llegó a romper con la forma", precisa la comisaria. "Intelectualmente no podía ser cubista porque para él la pintura tenía que representar la realidad".

El pincel de Vlaminck desvirgaba el lienzo con violencia y desafío, con un cromatismo desaforado que constituyó la génesis del 'fauvismo'.| 'A orillas del Sena' (1906)

'La orilla del río' (1909-1910)

La exposición también se detiene en un conjunto menos conocido de naturalezas muertas. En los bodegones que realizó entre 1905 y 1910, el artista francés exploró las intensas expresiones de los objetos cotidianos, ordinarios y humildes, siguiendo el ejemplo de Van Gogh. | 'Naturaleza muerta con cuchillo' (1910)

Efe, Madrid: La ferocidad cromática de Vlaminck desembarca en España, El País, 9 de marzo de 2009
Isabel Lafont, Madrid: Violencia desde el tubo de pintura, El País, 10 de marzo de 2009
Vlaminck, radicalismo en clave 'fauve', El Mundo / Multimedia, 10 de marzo de 2009