El hombre que cambió el curso de la pintura

A pesar de su gorra beisbolera, es mucho más europeo de lo que aparenta. Este mito vivo del arte abstracto, puente entre el impresionismo y el final de la modernidad, calza maneras templadas y defiende la memoria de la historia del arte del siglo XX con todos sus recuerdos, porque él fue protagonista. Peleó contra el expresionismo abstracto de Jackson Pollock y Willem de Kooning al defender la corriente minimalista de la abstracción. Sin gestos, sin artista. Ellsworth Kelly nació hace 86 años y es tan silencioso y comedido como sus pinturas.

Ellsworth Kelly, delante de su Monet favorito, en la exposición del Museo Thyssen. - Reyes Sedano

Recuerda con pasión su encuentro con las huellas de Monet, en los años cincuenta. Cuando Ellsworth Kelly (Nueva York, 1923) entra por primera vez en el último taller de Monet (1840-1926), en Giverny (cerca de París), han pasado 26 años de la muerte del pintor francés, que había sido desterrado al olvido al final de su vida. Nadie quería saber nada de los últimos ejercicios de aquel anciano, que no necesitaba salir del enorme jardín que se mandó construir para citarse con la naturaleza. Eran los días en los que traicionaba al movimiento que había defendido él mismo años atrás.

Las palomas iban y venían por las ventanas rotas del gran estudio de Monet, en el que se apilaban cerca de 15 lienzos de enormes dimensiones, de más de seis metros de largo. "¡No podía creérmelo! ¿Qué hacían aquí esas obras? Me causaron una gran impresión. No había visto nunca nada parecido. Composiciones totales, con un óleo muy denso, que representaban agua con nenúfares, sin horizonte. Me pareció que aquellas obras eran declaraciones, hermosas e impersonales", explica.

"Uno de los cuadros me gustó especialmente. Kelly crece en entusiasmo Era todo blanco, enorme, una gruesa pintura blanca con tenues manchas de color. Desapareció. Nadie sabe dónde está ahora. ¿Por qué lo abandonaría así? Me dijeron que Monet pensaba que era un cuadro fallido. Y de algún modo lo era: ¡Había llegado con 30 años de adelanto!". De aquel hallazgo,Ellsworth Kelly salió reforzado en sus primeros ensayos de lo que más tarde se convertiría en el ejercicio que daría la vuelta a la evolución de la historia de la pintura.

"En 1951 yo había empezado a pintar cuadros compuestos de varios paneles unidos, cada lienzo de un color, nada más que colores y formas. Quería hacer una pintura visualmente atractiva e impersonal. Ver los nenúfares me dio seguridad en lo que estaba haciendo", y al día siguiente de la visita a Giverny pintó su primera obra monocroma. La tituló Tableau vert (1952) y hoy cuelga, por expreso deseo de él mismo, en la Casa de las Alhajas de la Fundación Caja Madrid, la segunda sala que compone la muestra Monet y la abstracción. Entre el balanceo de sus recuerdos cuentacómo la producción tardía de Monet le influyó mucho, "y aunque mi obra no se parezca a la suya, me gustaría que tuviera el mismo espíritu".

Lo irónico del asunto es que aquel trabajo le pareció totalmente fallido, pero dice que pasados 30 años su fallo se convirtió en un acierto: "Es decir, mi fallo y el fallo de Monet vinieron juntos. Las últimas pinturas de Monet eranfantásticas".

Una figura clave

"Ellsworth Kelly es un histórico, una pieza clave que cambió el alfabeto pictórico de la historia del arte. Su trabajo significa el replanteamiento de la obra de arte", destaca Manuel Borja-Villel, director del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, que compró al poco de entrar a dirigir la institución dos piezas de Kelly para la colección. Borja-Villel destaca del pintor el valor de la voluntad de romper con la idea de expresionismo romántico de Pollock. "Entendió Europa como la modernidad, en los años en los que Nueva York se quedó con la capitalidad de las vanguardias artísticas. Kelly es la prueba de que Norteamérica sólo se llevó la hegemonía económica, es un puente único entre los dos mundos: "Su color es europeo y sus formas radicales norteamericanas", asegura.

"El color europeo es diferente al americano. Las pinturas de De Kooning tienen colores muy vivos, pero en Pollock no ves áreas de color claras. Los colores en Rothko aparecen siempre codificados. Pero en París Matisse, Kandisky, Léger, todos utilizaban el espectro completo de colores", no olvida la enseñanza de Léger. Cuenta con desaire cómo mientras Picasso y Braque pintaban sus primeros cuadros cubistas, sin dar mucha importancia al color, Léger lo llevaba al primer plano en su Mujer azul. "Cuando volví de París tenía una concepción diferente del color que el resto ignoraba", remata.

Es más, durante su estancia en París, entre 1948 y 1954, Rauschenberg, Pollock, De Kooning o Rothko subían como la espuma. Kelly tardaría más, estaba demasiado lejos de la moda. "En Norteamérica no se sabía nada acerca de este Monet tardío", cuenta el artista, que vio cómo el expresionismo abstracto era similar al del pintor francés en espíritu, aunque con marcadas diferencias en talento. "El expresionismo abstracto era caótico. Monet no lo era. A Monet le faltó el contexto necesario para conectar con su época y entender la importancia de su acierto", explica Kelly.

Ellsworth Kelly resume así su condición de paso entre dos tradiciones tan dispares: "En América me decían que era demasiado francés, y en Francia que era demasiado americano".

Cachitos de realidad

Kelly defiende que sus visiones parciales son fragmentos del mundo, pedazos del mundo real. Pero no a la manera impresionista, concreta, porque esa pintura "siempre estaba pendiente de no salirse del marco, como si se tratara de una ventana". Y recuerda los orígenes de la ruptura de esa visión: "Cezanne y Monet comenzaron a mezclar fragmentos en su pintura. No copiaban exactamente lo que veían. Yo sentía que lo que pintaba no era una ventana, sino el espacio que había entre yo y la pintura", dice.

Precisamente, no duda al asegurar que del Monet tardío también aprendió a no copiar "una mesa, sino a captar la realidad". Pero un pintor como él también tiene palabras para Bush y el estado en que dejó su país antes de despedirse de la presidencia de los EEUU. "Bush es un idiota y los nuevos republicanos del Tea Party son ridículos", enseña los dientes. Los palos ahora les caen a los nuevos niños malos del patio del arte contemporáneo: "¿David Hirst y los Chapman? Son hijos de Andy Warhol. Las bromas y el humor están de moda... son demasiado facilonas para mí. Yo hice la carrera que quería hacer sin atender a lo que decía la gente", y dice que ya es suficiente.

Peio H. Riaño, Madrid: El hombre que cambió el curso de la pintura, Público, 23 de febrero de 2010