ARCO en crisis

La 29ª edición de ARCO llega el próximo 17 de febrero como una de las más críticas de su historia. Las discrepancias entre Ifema y las galerías han sacado a la palestra la peor cara de la feria: intervencionismo político, precios excesivos y servicios deficientes. La punta del iceberg de una feria cuestionada y sobredimensionada. Tiramos del hilo para desenredar la madeja.

Dicen que las crisis cíclicas son un mal endémico. Cada ocho años, más o menos, reaparecen alternando euforia, retroceso y reflexión y sobreviven cuando se hace imprescindible un cambio. ARCO está de nuevo en crisis y no sólo en cuanto al mercado del arte, que ya es cíclico de por sí. Hace unos meses, las divergencias entre la junta directiva de Ifema, propietaria de la feria, y las galerías participantes, ponían de manifiesto la difícil relación entre arte y política. Elba Benítez, miembro del Comité Asesor que ha hecho pública la queja, cuenta el porqué: “Las diferencias entre el Comité e Ifema se pusieron de manifiesto en septiembre cuando, sin comunicárnoslo previamente, seadmitieron a algunas galerías que no habían pasado por nuestra aprobación”. Ella lo llama “apropiación indebida (de usurpación de competencias)”, matiza. Injerencias políticas que volvieron a actualizar el perpetuo debate de la feria: el papel del comité de selección y cuáles deben ser las reglas, si es que las hay, para estar o no estar en ARCO.

Las tensiones entre unos y otros saltaron a los medios con alarmas sobre una posible “muerte” de la feria. Aunque tampoco eso es nuevo. La feria casi cierra cuando dimitió la primera directora, Juana de Aizpuru, o tras la Guerra del Golfo, a principios de los 90, por poner sólo dos ejemplos. Aunque esta vez, la crisis es diferente. Las voces que claman un cambio urgente se alzan desde la comunidad galerística al unísono. Por el momento, el compromiso conjunto entre Ifema y las galerías da tregua para celebrar una edición que ha puesto en pie a 70 galerías. Aunque para muchos, “el acuerdo se ha cerrado en falso y esa decisión significa pan para hoy y hambre para mañana”, como adelanta el galerista barcelonés Àlex Nogueras.

Herencia preocupante

Ante esa sensación de eterno retorno, las galerías son unánimes en su posición: la única opción para ARCO es encontrar una redefinición de su imagen y objetivos, apostando por un panorama abierto, competitivo y profesional. Y sobre todo, contemporáneo. Una revisión que tiene mucho de autocrítica y de catarsis colectiva.

El galerista Luis Adelantado, habitual en la feria con su galería valenciana (y ahora también mexicana), se lanza a ello con una de las decisiones más radicales: no ir a ARCO. “Nuestra objeción se refiere a la gestión de poder que la organización imprime a la galería y a la imposición de normas jerárquicas que no corresponden con la realidad objetiva de la feria. Se han dado casos de tratos de favor desproporcionados a galerías extranjeras de media carrera y dudoso nivel, a otras con apenas recorrido relevante, así como a galerías afines a la dirección, y esto no se debería permitir”. Un intervencionismo político que es, para la galería valenciana Tomás March, recurrente en la trayectoria de la feria: “El problema está en que la dirección de Ifema cambia cada ‘x' años, y los políticos entrantes no suelen conocer la problemática del sector. Nos ha costado mucho esfuerzo hacerles entender qué es una feria de arte”. Y, aunque parezca obvio, he ahí el quid de la cuestión: ¿Qué define una feria como ARCO?

Lourdes Fernández, su directora, lo tiene claro: “Su propia naturaleza como feria de selección”. Partiendo de esa base, ¿cómo se llegaron a admitir cuatro galerías previamente rechazadas?:“Los cauces del diálogo no funcionaron adecuadamente”, responde. Lourdes Fernández sabe que “ARCO se ha visto arrastrada por una dinámica que exige parar y volver a empezar”. Lo dice alto y firme, aunque el hecho de no haberse pronunciado públicamente durante todo este revuelo, hace que para algunos, como el galerista Miguel Marcos, su postura elude su responsabilidad como líder del proyecto.

ARCO necesita empezar de nuevo y hacerlo de cero. “Mientras no entendamos, tanto las galerías como Ifema, que una feria de arte contemporáneo tiene unas características distintas a otras ferias comerciales y debe acogerse a unas normas concretas, no obtendremos un resultado positivo”, comenta el galerista de Barcelona Antoni Estrany. El director de Fúcares, Norberto Dotor, lo dice aún más claro: “ARCO no es Fitur. Todo el parapeto propagandístico ajeno a los contenidos comerciales sobra. Una feria de arte es solamente eso: mercado y promoción de arte”. Igual de tajante es su idea de “feria de selección”: “En los comités, durante todo el preámbulo formalista con miembros de Ifema, la sensación de pérdida de tiempo era total. Hay que ir al grano y puesto que ARCO es una feria de arte, ¡quién mejor que las galerías para la selección!”. Cualquier otra idea, como la inclusión de coleccionistas, comisarios o directores de museos, es inviable. “Ya se experimentó hace años -añade Tomás March- y fue un absoluto desastre. ¡Ahora no vamos a inventar la pólvora!”.

Renovarse o morir

Su falta de identidad y la necesidad de reinventar su modelo son, de manera unánime para los galeristas, las prioridades básicas del futuro inmediato de ARCO, aunque el ovillo crece a medida que tiramos del hilo. “La feria es cara, con servicios deficientes para los galeristas y con exceso de visitantes (de paseo) que limitan la actividad profesional”, comenta el director de Estrany-de la Mota. Además, añade Elba Benítez, “ARCO es una feria sobredimensionada, un tema en el que no coincidimos con la dirección. A Ifema le interesa la cantidad y al Comité la calidad”. La renovación de la feria pasa por “reducirla urgentemente -señala Nogueras-. Hay que mudar del ARCO mediático que se consolidó en los 80 y 90 hacia una feria seria, de perfil profesional, que sea competitiva con otras ferias europeas”. Algo que comparte Marga Sánchez, co-directora de la madrileña Distrito 4, que justifica esa reducción en pos de que “no hay un mercado para hacer una buena feria con muchas galerías”. Además, añade cambios a la lista: “Hay que inventar y crear nuevas formas de ventas, visitar nuevos mercados, ofrecer la mejor calidad posible, reducir precios, etc”. Y no cesan las peticiones:“ARCO tiene que encontrar una identidad que no intente mimetizar modelos de éxito de primer orden, así como enfocar de otro modo la presencia institucional en la feria”, añade Luis Adelantado.

Llamada al diálogo

Si hilásemos fino, puestos a hacer catarsis, tendríamos que añadir, además, que ARCO no es una feria agradable,desperdicia mucho espacio, es confusa y la señalización es pésima, entre otras. Aunque lo cierto es que los intentos de mejora de Lourdes Fernández en estos cuatro años al mando de la feria van acercándose a algunas de las demandas más solicitadas: “A día de hoy, tenemos 18 galerías menos que la pasada edición y, si miramos un poco más alto, la diferencia se ensancha. ARCO tendrá este año, 70 galerías menos que en 2006, aunque el problema aparece de nuevo cuando, entre las bajas, están importantes galeristas como Pepe Cobo y Helga de Alvear.

¿La solución? Abrir un proceso de diálogo para definir las coordenadas de ARCO y establecer estrategias a corto plazo.

Bea ESPEJO. ARCO en crisis, EL MUNDO / El Cultural, 12 de febrero de 2010