El alquimista de Venecia vuelve a España


La Fábrica Fortuny de la Giudecca, una de las islas que forman Venecia, sigue produciendo telas de exquisitos estampados con las mismas máquinas que Mariano Fortuny y Madrazo inventó hace casi un siglo. Estas técnicas de estampación —todavía 'ocultas' tras las infranqueables puertas de la factoría— son sólo una de las innumerables invenciones de este polifacético artista, un gran desconocido en su propio país. Diseñador de ropa, lámparas y muebles, pintor, fotógrafo, iluminador, grabador, escenógrafo... Dos muestras en Madrid y Barcelona recuperan su figura. "Algo ha fallado con respecto al reconocimiento de Mariano Fortuny. Estas exposiciones van a posibilitar a mucha gente redescubrir la genialidad de este artista, una figura que sorprende enormemente por su producción", dice Eloy Martínez de la Pera, comisario de la exposición 'Inspiraciones', que acaba de inaugurarse en el Museo del Traje de Madrid. Un sistema de iluminación teatral, de impresión de tejidos, papel fotográfico, tintes, vestimentas, broches, incluso un sistema de propulsión de barcos son algunas de las más de 20 patentes que Fortuny y Madrazo (Granada, 1871-Venecia, 1949) registró durante su vida. Todo un humanista en plena 'belle époque'.

Fortuny, el traductor

"Genéticamente lo tenía todo para ser un gran artista, pero las circunstancias que le rodearon ampliaron esto exponencialmente", explicaba Martínez de la Pera durante una mesa redonda celebrada esta semana en el museo madrileño. El artista era hijo del pintor Mariano Fortuny y de Cecilia de Madrazo, hija, nieta y hermana de pintores. Aunque su padre no llegó a influirle directamente (Fortuny padre murió de malaria cuando su vástago tenía sólo tres años) los amigos del fallecido y las antigüedades y telas que coleccionaban sus progenitores sí le influyeron profundamente. Mientras estudiaba Física y Óptica en París, Fortuny se formó como pintor bajo la tutela de su tío Raimundo de Madrazo. Su vasto conocimiento de la historia del arte se traducirá en todo tipo de vestimentas, reinterpretaciones del pasado o venidas de Oriente. "Renunciar a la tradición es renunciar al arte", decía.

Para el semiólogo Jorge Lozano, moderador de la mencionada mesa redonda, Fortuny "era un alquimista y un traductor". "Es capaz de alternar en su enciclopedia vestimental y artística elementos góticos, del Medievo, del Renacimiento italiano... No sólo traduce, sino que combina, cita, ilumina", precisa.

Su primera prenda, 'inventada' en 1906, fue el 'knossos' un enorme chal de gasa de seda con una decoración inspirada en las cerámicas cretenses. Fiel a su otra gran pasión, la escena, el chal se presentó sobre las tablas: en la inauguración en París del teatro de la Condesa de Béarn, las bailarinas vistieron su 'knossos'. Además de vestimentas para la escena —también firmó el vestuario para una representación veneciana de Otelo, que años después usaría Orson Welles en su película—, Fortuny hizo dos grandes aportaciones al teatro: el 'sistema Fortuny' (un sistema de iluminación que permitía hacer proyecciones sobre el escenario) y la 'cúpula Fortuny', una compleja cúpula para el escenario que se utilizó en numerosos teatros, incluida la Scala.

"Su actividad siempre se ha fragmentado: Fortuny escenógrafo, pintor, fotógrafo... pero yo siempre lo he visto como algo complementario. Por ejemplo, cuando pensamos en el Fortuny fotógrafo no podemos separar del Fortuny hombre de teatro", opina Claudio Franzini, conservador del Museo Fortuny de Venecia (localizado en el Palazzo Orfei, donde el artista pasó gran parte de su vida) y uno de los comisarios de la exposición 'Fortuny, el mago veneciano', que se inaugurará el próximo 1 de marzo en Barcelona.

El Delphos

Con todo, él se consideraba por encima de todo pintor. Su gran obra, el vestido Delphos, patentado en 1909, sólo puede entenderse asi. Pese al nombre, alusión a la Antigua Grecia, lo que verdaderamente inspiró el vestido de Fortuny fue la pintura inglesa de Fin de Siècle. Un Delphos es ver hecho carne la indumentaria de una heroína prerrafaelista. "Lo primero que aprende un pintor es que la base del traje es el cuerpo", explica Guillermo de Osma, autor de un libro sobre el artista y ponente en la mesa redonda. Fuera crinolinas, corsés y polisones.

El vestido Delphos es una 'simple' túnica de seda plisada (con una complejísima técnica ideada por el propio Fortuny) con un pequeño cordón y cuentas de cristal de Murano en las costuras. Un vestido que sólo las mujeres más revolucionarias se atrevían a llevar: desde su mujer Henriette Nigrin (la primera que lo llevó) a la bailarina Isadora Duncan, la actriz Lillian Gish o la mecenas Peggy Guggenheim. "Es difícil hacer un traje más sencillo. Es un traje que no está sujeto a la dinámica de la moda. Crear un vestido así, que se fabricó durante más de 40 años, es ese santo grial que han buscado tantos artistas", explica De Osma. La modelo Natalia Vodianova seguido demostrando en diferentes alfombras rojas que el Delphos no ha perdido un ápice de modernidad.

Sin embargo, poco después de la muerte de Fortuny tanto el Delphos como sus terciopelos estampados dejaron de fabricarse. Henrriette ordenó poder fin a su producción y vendió la fábrica de la Giudecca a la Condesa Gozzi, amiga del matrimonio. A su muerte, los tintes que quedaban en su Palazzo fueron arrojados a un canal. El alquimista "se llevó sus secretos con él", señala De Osma


'Inspiraciones. Mariano Fortuny y Madrazo': hasta el 27 de junio en el Museo del Traje
'Fortuny, el mago veneciano': del 1 de marzo al 27 de junio en La Pedrera de Caixa Catalunya (Paseo de Gràcia, 92) en Barcelona. (Juan de Herrera, 2) en Madrid.

Isabel Espiño, Madrid: El alquimista de Venecia vuelve a España, EL MUNDO, 13 de febrero de 2010