Las viejas ferias de arte nunca mueren

Cuando por tercer año consecutivo la obra más fotografiada y comentada de ARCO es del mismo artista -Eugenio Merino en este caso-, algo falla. La capacidad de sorpresa de una feria de arte no puede basarse en un Fidel Castro convertido en zombi, el supuesto suicidio de Damien Hirst o una escalera hacia el cielo formada por las tres religiones monoteístas. Un paseo por ARCO en su primer día de puertas abiertas para profesionales nos desvela una feria políticamente correcta, donde la sorpresa -fundamental para el arte- brilla por su ausencia. «No hay locura», advierte el artista Javier Velasco. Una buena definición

Había curiosidad por ver cómo superaba ARCO las dos crisis a las que se enfrentaba este año: la económica y la interna (saber si había pasado factura el duro enfrentamiento vivido en los últimos meses entre Ifema y galerías). Visto lo visto (número de coleccionistas congregados ayer en ARCO) y oído lo oído (charlas con los galeristas), ambas crisis se han superado. Lo cual no quita que casi todos coincidan en que, finalizada la presente edición, hay que repensar, reinventar ARCO. Y es que hay cosas que no gustan. La más evidente este año, que sobran metros cuadrados por doquier. Hay demasiado espacio libre entre «stands», pasillos enormes... Se ve la feria desangelada. La cosa empeora en el pabellón 6, dedicado a las instituciones, que parece un pabellón fantasma. Casi la mayoría de los galeristas apuestan por reducir tanto espacio (dejarlo en dos pabellones) como número de galerías. Es otra de las peticiones más comunes. Elba Benítez dejaría la feria con 150 ó 160 galerías. Pepe Cobo mete más la tijera: habla de 120 máximo.

Hay quienes ya se han puesto manos a la obra y, de cara a la crisis, comparten este año «stand» con sus colegas. Es el caso de tres galerías brasileñas (Casa Triángulo, Luciana Brito y Leme) o de una portuguesa y otra española (Mario Sequeira y Javier López). Otra demanda compartida por los galeristas es que ARCO debe definirse más en el futuro. Pero disienten en cuanto a cuál debe ser el objeto diferenciador. Elba Benítez cree que se podría atraer hasta ARCO a más galeristas del otro lado del charco.

Para Carles Taché o Nacho Ruiz, de T20, la feria necesita atraer más al arte emergente. No en vano, este año ha nacido otra feria, Just Madrid, que trata de cubrir ese hueco. «El arte emergente es el futuro de ARCO -dice Nacho Ruiz- , hay que potenciar más lo contemporáneo. No debemos pelearnos con Basilea por los picassos». En la misma línea está Pepe Martínez, de Espacio Mínimo, que no cree en formulas mágicas: «Lourdes Fernández puede y sabe hacer una buena feria. Si queremos una feria con personalidad debe centrarse en el arte contemporáneo».

Taché se muestra optimista: «Lo que hay está muy bien. Hay que saber cuidarlo y protegerlo, pero también evolucionar». En esta misma línea de conciliación, Oliva Arauna. Me parece una feria estupenda; lo ha sido y lo seguirá siendo». No está de acuerdo en que haya que repensar la feria: «¿Qué hay que repensar? Todos han copiado el modelo de ARCO».

Más cañeros, en cambio, Juana de Aizpuru y Pepe Cobo. La primera dice que «hay que depurar ARCO, es un poco folclórica y parece obsesionada por batir récord de espacio y de taquilla». Apuesta por una feria más pequeña y selecta. Cobo, por su parte, cree que el modelo actual está agotado: «Se debe ofrecer una nueva feria e implicar a las empresas españolas».

Aunque es bastante generalizado el sentimiento de que la feria debe seguir en Ifema, pues tiene muy buenas infraestructuras -y eso que, aseguran, han tenido ofertas de todo tipo, incluido la sede del Ayuntamiento en Cibeles-, no ocultan muchas galerías que hay aún mucho de lo que hablar con Ifema. Algunos, por ejemplo, creen que debe ser más flexible con el número de metros cuadrados por «stand» (ahora es 60 mínimo para el programa general y 40 para ARCO40) y que debe estabilizar los precios.

Satisfechos con las ventas

En general, los galeristas se hallaban ayer satisfechos con las ventas. Unos más que otros, claro. ¿Qué vamos a encontrarnos este año en ARCO? Hay vídeos, no demasiados, pero excelentes. Brillantes, como siempre, Bill Viola (Elvira González y Haunch of Venison) y Lozano-Hemmer (Max Estrella y Haunch of Venison). Se nota el tirón de artistas que exponen en estos momentos (es el caso de Thomas Schütte, que expone en el CARS y cuelga en el «stand» de Faggionatto). No se nota, en cambio, en Barceló (apenas vemos una cerámica en Elvira González), y eso que expone en CaixaForum Madrid. Las vanguardias históricas, escasas pero de mucha calidad. Como los mirós de Leandro Navarro (papeles exquisitos). Marlborough ha cambiado a Bacon por Botero como estrella de su «stand». Renovarse o morir...

No faltan artistas mediáticos como Opie, Hirst o LaChapelle, ni el trabajo siempre estupendo de Plensa. Hay mucha pieza de hasta 60.000 euros como máximo (parece el límite de nuestro coleccionismo). Hay por igual pintura y fotografía. Menos instalaciones. Pero las hay demoledoras, como «The curatordeus», en la que el siempre molesto Enrique Marty rinde homenaje a cuatro comisarios de arte (Szeeman, Buchloch, Storr y Hoet). Y para ello los presenta como viejos rockeros, que nunca mueren. Una buena metáfora para ARCO. Las viejas ferias -29 años es toda una vida- nunca mueren. Como mucho, envejecen. Y basta con un buen lifting para volver a lucir espléndidas.

Natividad Pulido, Madrid: Las viejas ferias de arte nunca mueren, ABC, 18 de febrero de 2010