William Hogarth

Durate el otoño de 2006 el Museo del Louvre ha presentado una magnífica exposición del gran pintor y grabador inglés William Hogarth (1697-1764), que ha podido verse en París hasta el 7 de enero de 2007, para luega viajar en febrero a la Tate Britain, de Londres, y a finales de mayo a Caixa Forum, en Madrid. Es una muestra extraordinaria, tanto por la calidad e importancia de las piezas reunidas como por el excelente trabajo de los comisarios Olivier Meslay y Frédéric Ogée, y el montaje, elegante y didáctico, concebido y realizado por los servicios del Museo del Louvre. No hay didactismo, sino una forma creativa de presentar las obras de arte como vía de conocimiento y placer.

Matrimonio a la moda. La cita, una de las obras expuestas. (Foto: EFE)

Reconocido como el pintor inglés más importante del siglo XVIII, William Hogarth (Londres, 1697-1764) posee un lugar relevante dentro de la historia del arte europeo gracias, sobre todo, a las propuestas temáticas que desarrolló en un momento muy particular de la historia inglesa, aunque hay que decir que su trabajo no ha sido lo suficientemente reconocido. Hogarth, imbuido en la estética del arte rococó, presenta de forma reiterada en sus obras recreaciones de situaciones, que si bien se alejan del estimado interés histórico de la pintura de entonces, se centran más bien en la experimentación de la nueva imagen de la sociedad y su tiempo, tratamiento que un creador como Francisco de Francisco de Goya (Fuendetodos, Zaragoza, 1746 - Burdeos, 1828) tendría en cuenta en series como Los Caprichos.

En esta gran retrospectiva, organizada por la Tate, se presenta por primera vez en Francia una revisión exhaustiva de la pintura de Hogarth que luego se ha exhibido en la Fundación "la Caixa" de Madrid (del 21 de mayo al 26 de agosto de 2007). Las obras reunidas provienen de numerosos préstamos de instituciones como la propia Tate Britain, The National Gallery de Londres, la National Portrait de la misma ciudad, coleccionistas privados y de la Bibliothèque nationale du France, de donde han sido cedidos específicamente los grabados. La muestra, dividida en diez apartados, atiende cronológicamente a las preocupaciones visuales que tuvo el artista durante toda su carrera. De esta forma asuntos como la sátira, la modernidad urbana, el carácter social de su época, el personalismo de los retratos, los estereotipos o el tratamiento de la belleza, entre otros aspectos, son estudiados en detalle en esta exposición. Las series narrativas de Hogarth, dentro de las que destacan las conversation pieces, ofrecen imágenes individuales o colectivas de personajes de la sociedad de una forma que busca acercar a todo público su arte, apelando fundamentalmente a la representación de los cambios sociales que se estaban viviendo en la pujante Inglaterra de aquel entonces. En el marco de esta exposición se presenta paralelamente el trabajo del artista Yinka Shonibare (Londres, 1962), quien en cinco fotografías recrea las series más importantes de Hogarth.

En sí mismo, Hogarth es un personaje apasionante. De origen humilde, su padre llegó a ser encarcelado por deudas, se inició como aprendiz de grabador en 1713. Después frecuentaría, a partir de 1724, el taller del pintor de Corte James Thornhill, a cuya hija raptó en 1729 para casarse con ella. Poco a poco va adquiriendo notoriedad pública como pintor y como grabador, forjando una obra en la que la sátira social y la ironía se emplean con una finalidad educativa y moral. Por su talante ilustrado y su concepción crítica del arte, siempre me ha parecido que Hogarth anticipa a Goya, si bien es cierto que no alcanza la estatura artística del aragonés.

Hogarth participa y ayuda, además, en instituciones de apoyo social, como orfelinatos u hospitales. La gran difusión que alcanzaron sus series de grabados, con las que buscaba ampliar el acceso público a sus obras, que llegaron así a circular por toda Europa, le llevó a plantear la necesidad de una ley que protegiera los derechos de autor, la primera en el tiempo, promulgada en 1735, y hoy conocida como la Ley Hogarth. Ese mismo año aparece una de sus series gráficas de mayor alcance: La carrera del libertino, que con el tiempo llevaría a Igor Stravinsky a solicitar al gran poeta inglés W. H. Auden el libreto, basado en las imágenes gráficas de Hogarth, de lo que acabaría siendo una de las óperas referenciales del siglo XX. Este hombre hecho a sí mismo sería capaz incluso de escribir uno de los tratados de estética más importantes del siglo XVIII: El análisis de la belleza (1753).

Al inicio del libro Hogarth sitúa una viñeta grabada en la que aparece una línea sinuosa dentro de una pirámide de cristal, en cuya base se inscribe la palabra variedad. Una síntesis de su forma de entender el arte, en la que se exige el compromiso del artista con su época, pero sin renunciar a la perfección formal. Todo esto es lo que hace grande a Hogarth: la búsqueda de una síntesis entre la singularidad de su tiempo y un ideal de perfección formal, de eternidad, como muchos años más tarde reivindicaría Baudelaire.

Una síntesis, su calidad como artista: pintor y grabador, que lo hace actual, en estos tiempos de desorientación. Y que nos permite apreciar en él, en sus historias gráficas, una de las fuentes o raíces de la narratividad como procedimiento para alcanzar una mayor intensidad pública de la representación visual: un claro antecedente de las características estéticas del cine, la fotografía y el cómic.

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