El Albertina de Viena dedica una monumental retrospectiva a Van Gogh,

Con un simple trazo de lápiz, Vincent van Gogh lograba una fuerza expresiva comparable a la de su pincel. Por eso, sus dibujos no se reducen a la categoría de bocetos. Así se encarga de demostrarlo el Museo Albertina de Viena con «Pinturas dibujadas», una amplia retrospectiva del maestro holandés que se inaugura el 6 de septiembre y que estará abierta al público hasta el 8 de diciembre de 2008 (véase también la siguiente entrada).

Se trata de la muestra más importante de este genio de la pintura desde la gran exposición de Ámsterdam, organizada con motivo del centenario de su muerte en 1990. En las 140 obras que se exponen destacan las dos facetas de Van Gogh, la de dibujante y la de pintor, con 89 dibujos y 51 cuadros. El objetivo es mostrar a Van Gogh como una «unidad artística», aseguró ayer ante la prensa Klaus Albrecht Schröder, director del Albertina. Sin embargo, con sus obras en lápiz y tiza se deja ver una faceta nueva y de lo más trascendente de este artista que nos permite redescubrirlo una y otra vez. Sus dibujos son la base de su genialidad como colorista y de su técnica para pintar. De hecho, en sus cortos 37 años de vida, hasta su suicidio en 1890, Van Gogh produjo unas 900 pinturas y más de 1.000 dibujos. Una obra abundante si se tiene en cuenta que el trabajo de pintar de forma regular se concentra en apenas nueve años, entre 1881 y 1890.

La exposición recorre en profundidad cada una de las etapas de Van Gogh, desde sus años de autodidacta en Holanda, su experiencia en París, que lo impulsó a darle protagonismo a los colores brillantes, sus días en Arles, hasta su estancia en el hospital psiquiátrico de Saint-Rémy y su posterior muerte en Auvers-sur-Oise. Entre las obras expuestas destacan «Autorretrato con sombrero de paja», de 1887, y «Botes de pescadores en la playa de Les-Saintes-Maries-de-la-Mer», de 1888. Para concretar esta magnífica muestra fue necesario el esfuerzo aunado de más de 50 coleccionistas particulares y museos de todo el mundo que han cedido sus obras al Albertina. Las acuarelas y dibujos fueron traídos desde varios museos de primer nivel como el Van Gogh Museum de Ámsterdam, el Metropolitan Museum of Art y el Guggenheim Museum, ambos de Nueva York; el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid, el Musée d´Orsay de París y el Puschkin Museum de Moscú, entre muchos otros.

Los cuadros han sido asegurados por un valor de casi 3.000 millones de euros. Una cifra inimaginable en los sueños de un artista que murió pobre e incomprendido, mantenido por su hermano menor Theo. Van Gogh sólo logró vender uno de sus cuadros en vida, «Viñedo rojo», por apenas 400 francos, pocos meses antes de su muerte. Cien años después, en 1990, la mítica casa de remate Christie´s de Nueva York alcanzaba un récord vendiendo su cuadro «Retrato del Dr. Gachet» por 82,5 millones de dólares.

La pintura o la vida

Van Gogh fue un hombre con un destino trágico, desde su nacimiento, cuando sus padres lo bautizaron con el mismo nombre de un hermano muerto exactamente un año antes de que él llegara al mundo. Su carácter lábil, sus excentricidades y depresiones lo llevaron a rozar la locura. «A menudo soy horrible, y melancólico e irritable. No me gusta estar en sociedad y el trato con las personas, hablar con ellas me resulta muchas veces desagradable y difícil», reveló en una de sus cartas.

Nada ayudó en su inestabilidad el desafortunado intento de encajar en alguna de las cinco profesiones por las que atravesó hasta desembocar en la pintura. Van Gogh supo retratar como nadie a los campesinos en su Holanda natal, lo único que él consideraba natural en medio de una sociedad cuya industrialización todo lo ensuciaba. «Estar muerto, para todo, excepto para mi trabajo», escribió el maestro en 1883. La pintura lo mantuvo vivo, hasta su decisión de traspasar el umbral y dejar para siempre su obra única e inigualable.

Vanesa Suvalski (Viena): El Albertina de Viena dedica una monumental retrospectiva a Van Gogh, ABC, 5 de septiembre de 2008