La exposición de Jeff Koons en Versalles desata las iras de la crítica francesa

La primera exposición y show de un artista vivo, Jeff Koons, en el Palacio de Versalles, la más suntuosa de las residencias históricas de los reyes de Francia, ha precipitado una hondísima controversia artística, cultural, política y económica. Aceptado el principio del posible y quizá deseable diálogo entre el gran arte clásico francés y el gran arte de nuestro tiempo, Jeff Koons es percibido por una parte importante de la crítica como un arquetipo del artista del gusto más equívoco, kitsch, genial en el gran arte de comerciar con sus creaciones, pero sujeto a controversia sobre la verdadera naturaleza artística, decorativa o basura maquillada de una cantidad apreciable de sus obras.

Jeff Koons

El gran patrón de Versalles, hoy, es Jean-Jacques Aillagon, que fue ministro de cultura de Jacques Chirac, antes de convertirse en asalariado de un millonario célebre, François Pinault, que también tiene como asalariada, a su servicio, a la comisaria de la exposición, Elena Geuna. La utilización de un establecimiento público, monumento emblemático, para promover la obra y colección personal de un coleccionista millonario es percibida con inquietud.

Seis de las diecisiete grandes esculturas de Koons presentes en Versalles pertenecen a la colección personal del mismo François Pinault, cuyo patrimonio personal se cotiza forzosamente a la alza tras su paso por uno de los monumentos más visitados del mundo (5,5 millones por año), con el consiguiente rosario de publicidad indirecta. No es un secreto que las grandes exposiciones son una catapulta promocional para la promoción financiera de obras privadas.

François Pinault

Este show plantea serias y graves cuestiones polémicas, afirma «Le Monde» en primera página. Con amarga ironía, Edouard de Royre, presidente de la Fundación del Patrimonio Nacional, agrega: «A partir de ahora, será muy fácil imaginarse a la Cicciolina, desnuda y pintarrajeada, metida en la cama de Luis XIV». En verdad, Cicciolina ya ha entrado de manera espectacular en el Palacio de Versalles, por la puerta grande del porno soft. Antigua esposa efímera de Jeff Koons, ha sido inmortalizada en numerosas instalaciones y esculturas humanas, copulando con su esposo y muñecos de plástico, animales, juguetes eróticos y jóvenes de la más variada condición. Edouard de Royre teme que la arquitectura y el arte noble, que Versalles y sus jardines encarnan para la más alta tradición francesa, hayan sufrido un ataque inquietante, ya que, en este caso, el arte contemporáneo siembra la distracción y la destrucción en un conjunto armonioso y perfecto.

Jeff Koons aporta al arte contemporáneo la producción industrial de muñecos de plástico y vidrio, flores y animales artificiales, muñecos de fibras metálicas, instalaciones de seres humanos que son copias perfectas de seres humanos auténticos, seres de ilusión y pesadilla que vienen de las grandes factorías de Cinelandia y Hollywood, y el artista toca con su maquillaje propio para venderlos a precios siempre más altos, contando con la complicidad de gestores, managers y expertos en márketing publicitario.

Una foto de Jeff Koons con Cicciolina. Reuters

Una de las obras más famosas de Jeff Koons, «Split Rocker», fue presentada en la exposición «La belleza», en Avignon, el año 2000, siendo ministro de cultura Jean-Jacques Aillagon. Pocos años más tarde, esa obra fue comprada por François Pinault, asesorado por el mismo Aillagon, que hoy, presidente de la Fundación Versalles, vuelve a exponerla en el antiguo palacio real, prestada por su antiguo patrón. En apenas ocho años, la misma escultura ha cobrado un valor financiero siempre creciente, gracias, entre otras cosas, al margen del talento del artista, a la generosa colaboración de los gestores culturales que valoran el patrimonio de un coleccionista privado exponiéndolo en uno de los más grandes monumentos históricos de nuestra civilización.

Juan Pedro Piñonero (París): La exposición de Jeff Koons en Versalles desata las iras de la crítica francesa, ABC, 7 de septiembre de 2008