Imaginería barroca española en la National Gallery
La National Gallery de Londres inaugura el 21 de octubre de 2009 una exposición en torno al arte religioso español con especial atención a la escultura policromada, que cultivaron artistas como Martínez Montañés, Alonso Cano, Gregorio Fernández o Pedro de Mena. Desdeñada o mirada «con sospecha» en los países de mayoría protestante por tratarse de obras destinadas a la veneración, esa escultura no ha tenido en el mundo anglosajón, como explica el director de la galería, Nicholas Penny, el reconocimiento que merece su extraordinaria calidad artística.
Eso es lo que se ha propuesto remediar la pinacoteca londinense con esta exposición, patrocinada por el Ministerio español de Cultura y que muestra cómo en la España de la Contrarreforma, dominicos, cartujos, franciscanos o jesuitas, importantes mecenas de la época, animaron a pintores y escultores a «infundir vida en los temas sacros». La exposición, que tras su paso por Londres -hasta el 24 de enero de 2010-, viajará a la National Gallery de Wahington, explora la estrecha relación entre tallas policromadas y pinturas mediante una elocuente yuxtaposición de auténticas obras maestras de ambos géneros.
Su comisario, Xavier Bray, señala en el catálogo que la acompaña que si en Italia Caravaggio desarrolló un modelo de pintura de efectos muy dramáticos en la que gente del pueblo posaba para representar episodios de la Biblia, en España se dio otro tipo de realismo pictórico, influido por la escultura policromada. Un pintor como Zurbarán tuvo sin duda acceso directo a la obra de Caravaggio, pero lo que más debió de influir en él, como en otros artistas de la época, fue la visión de esas tallas policromadas de tamaño natural en las capillas de las iglesias y en los pasos de Semana Santa. Los escultores del siglo XVII español aspiraron a un nivel extraordinario de realismo que contrasta con el arte idealizante -tanto en escultura como en pintura- de algunos de sus antecesores como Alonso Berruguete o Gaspar Becerra. Para conseguir el máximo realismo en sus figuras, no dudaron, por ejemplo, en utilizar el vidrio para ojos y lágrimas, marfil para los dientes y corcho tenido de rojo con el que simular la sangre coagulada de Cristo. Esa tendencia al hiperrealismo escultórico, sostiene Bray, tuvo a su vez un gran impacto inmediato en pintores como Francisco Pacheco, su discípulo y yerno Velázquez o Alonso Cano.
Es importante saber además que el arte de la policromía formaba parte del aprendizaje de los pintores de la época y que hasta cierto momento, por imposición gremial, los escultores tenían prohibido pintar sus propias esculturas sino que debía dejar la tarea a un pintor. Escultores y pintores colaboraron muy estrechamente como en los casos de Juan Martínez Montañés y Francisco Pacheco, de Pedro Roldán y Juan Valdés Leal, todos ellos en Sevilla, de Manuel Pereira y José Leonardo y Francisco Camilo, en Madrid, o de Gregorio Fernández y Diego Valentín Díaz, en Valladolid.
Alonso Cano, pintor y escultor a un tiempo, llevó a cabo personalmente el policromado de sus esculturas hacia el final de su carrera, pero antes contrató en algunos casos a pintores para evitar conflictos de interés. Al mismo tiempo enseñó a dos de sus mejores discípulos -Pedro de Mena y José de Mora- a pintar ellos mismos sus esculturas. Se cree también que Velázquez recibió formación en el policromado de esculturas y sus pinturas religiosas más famosas, como el «Cristo en la Cruz», del Prado, parecen reflejar ese aprendizaje. De Zurbarán está documentado que trabajó en la policromía, y su profundo conocimiento de la escultura se refleja en la extraordinaria ilusión de realidad de obras como su «Cristo en la Cruz», del Art Institute de Chicago, o el «San Lucas contemplando la crucifixión», del Museo del Prado. También en el tratamiento de las telas en su «San Serapio», del museo de Hartford (Connecticut), o el grupo de cartujos en «La Virgen de las Cuevas» (Sevilla).
El que se haya conseguido reunir en Londres esa colección tan excepcional de tallas (dieciséis como el número de pinturas), prestadas por museos o iglesias y algunas de las cuales no habían salido nunca de España, es algo realmente «muy importante para este país». Así lo ha señalado el arzobispo de Westminster, Vincent Nichols, que dio hoy su interpretación en clave religiosa de algunas de las obras maestras expuestas junto a las que posó ante las cámaras. Nichols escogió expresamente tres esculturas: el «Cristo muerto» de Fernández; «San Francisco en éxtasis» (catedral de Toledo) y «María Magdalena meditando sobre la crucifixión» (Museo Nacional de Valladolid), ambas de Pedro de Mena, y el lienzo de Zurbarán que representa a San Serapio, mártir inglés de la orden de los mercenarios, que luchó junto a Alfonso IX de Castilla contra los moros en la Reconquista.
EFE, Londres: El arte sacro toma la National Gallery, ABC, 16 de octubre de 2009
Humanizar lo sagrado, EL PAís, Fotogalerías, 16 de octubre de 2009
Eso es lo que se ha propuesto remediar la pinacoteca londinense con esta exposición, patrocinada por el Ministerio español de Cultura y que muestra cómo en la España de la Contrarreforma, dominicos, cartujos, franciscanos o jesuitas, importantes mecenas de la época, animaron a pintores y escultores a «infundir vida en los temas sacros». La exposición, que tras su paso por Londres -hasta el 24 de enero de 2010-, viajará a la National Gallery de Wahington, explora la estrecha relación entre tallas policromadas y pinturas mediante una elocuente yuxtaposición de auténticas obras maestras de ambos géneros.
Su comisario, Xavier Bray, señala en el catálogo que la acompaña que si en Italia Caravaggio desarrolló un modelo de pintura de efectos muy dramáticos en la que gente del pueblo posaba para representar episodios de la Biblia, en España se dio otro tipo de realismo pictórico, influido por la escultura policromada. Un pintor como Zurbarán tuvo sin duda acceso directo a la obra de Caravaggio, pero lo que más debió de influir en él, como en otros artistas de la época, fue la visión de esas tallas policromadas de tamaño natural en las capillas de las iglesias y en los pasos de Semana Santa. Los escultores del siglo XVII español aspiraron a un nivel extraordinario de realismo que contrasta con el arte idealizante -tanto en escultura como en pintura- de algunos de sus antecesores como Alonso Berruguete o Gaspar Becerra. Para conseguir el máximo realismo en sus figuras, no dudaron, por ejemplo, en utilizar el vidrio para ojos y lágrimas, marfil para los dientes y corcho tenido de rojo con el que simular la sangre coagulada de Cristo. Esa tendencia al hiperrealismo escultórico, sostiene Bray, tuvo a su vez un gran impacto inmediato en pintores como Francisco Pacheco, su discípulo y yerno Velázquez o Alonso Cano.
Es importante saber además que el arte de la policromía formaba parte del aprendizaje de los pintores de la época y que hasta cierto momento, por imposición gremial, los escultores tenían prohibido pintar sus propias esculturas sino que debía dejar la tarea a un pintor. Escultores y pintores colaboraron muy estrechamente como en los casos de Juan Martínez Montañés y Francisco Pacheco, de Pedro Roldán y Juan Valdés Leal, todos ellos en Sevilla, de Manuel Pereira y José Leonardo y Francisco Camilo, en Madrid, o de Gregorio Fernández y Diego Valentín Díaz, en Valladolid.
Alonso Cano, pintor y escultor a un tiempo, llevó a cabo personalmente el policromado de sus esculturas hacia el final de su carrera, pero antes contrató en algunos casos a pintores para evitar conflictos de interés. Al mismo tiempo enseñó a dos de sus mejores discípulos -Pedro de Mena y José de Mora- a pintar ellos mismos sus esculturas. Se cree también que Velázquez recibió formación en el policromado de esculturas y sus pinturas religiosas más famosas, como el «Cristo en la Cruz», del Prado, parecen reflejar ese aprendizaje. De Zurbarán está documentado que trabajó en la policromía, y su profundo conocimiento de la escultura se refleja en la extraordinaria ilusión de realidad de obras como su «Cristo en la Cruz», del Art Institute de Chicago, o el «San Lucas contemplando la crucifixión», del Museo del Prado. También en el tratamiento de las telas en su «San Serapio», del museo de Hartford (Connecticut), o el grupo de cartujos en «La Virgen de las Cuevas» (Sevilla).
El que se haya conseguido reunir en Londres esa colección tan excepcional de tallas (dieciséis como el número de pinturas), prestadas por museos o iglesias y algunas de las cuales no habían salido nunca de España, es algo realmente «muy importante para este país». Así lo ha señalado el arzobispo de Westminster, Vincent Nichols, que dio hoy su interpretación en clave religiosa de algunas de las obras maestras expuestas junto a las que posó ante las cámaras. Nichols escogió expresamente tres esculturas: el «Cristo muerto» de Fernández; «San Francisco en éxtasis» (catedral de Toledo) y «María Magdalena meditando sobre la crucifixión» (Museo Nacional de Valladolid), ambas de Pedro de Mena, y el lienzo de Zurbarán que representa a San Serapio, mártir inglés de la orden de los mercenarios, que luchó junto a Alfonso IX de Castilla contra los moros en la Reconquista.
San Francisco de Asís en éxtasis, escultura de Pedro de Mena.EFE
Inmaculada Concepción, La cieguita, imágen atribuída a Juan Martínez Montañés. EFE
San Serapio, óleo sobre lienzo de Francisco de Zurbarán. AFP
Inmaculada Concepción, La cieguita, imágen atribuída a Juan Martínez Montañés. EFE
San Serapio, óleo sobre lienzo de Francisco de Zurbarán. AFP
EFE, Londres: El arte sacro toma la National Gallery, ABC, 16 de octubre de 2009
Humanizar lo sagrado, EL PAís, Fotogalerías, 16 de octubre de 2009