Las paredes de la Casa Blanca, más políticas que nunca
Las paredes de la Casa Blanca se han convertido en el refugio más íntimo del discurso de cambio de Barack Obama, que ha descolgado paisajes apacibles y retratos solemnes para acomodar el arte más social y controvertido en su propio salón. A simple vista, la lista de las 45 obras que los Obama han tomado prestadas de los museos de Washington para decorar el despacho Oval y las zonas residenciales de la mansión presidencial refleja un gusto equilibrado.
Fotografía del pasado 18 de agosto del presidente de Estados Unidos, Barack Obama (d), con su homólogo egipcio Hosni Mubarak (i) durante la reunión que mantuvieron en el Despacho Oval de la Casa Blanca en Washington DC. EFE/Archivo (EFE)
Pero entre las clásicas bailarinas de Edgar Degas, los lienzos abstractos de Mark Rothko y las naturalezas muertas de Giorgio Morandi se esconden obras que dotan a la Casa Blanca del aire más moderno de su historia, que impregnan sus muros de tonos más oscuros de lo habitual y retratan los problemas sociales de las minorías. El arte afroamericano, como era de esperar, es uno de los más apreciados por el presidente y su esposa, Michelle Obama, que se encargó de la selección artística con la ayuda de un puñado de expertos en arte.
Sin embargo, el recorrido que los Obama hacen por la historia del arte afroamericano se aleja todo lo posible de la imagen convencional de esta cultura, representada en media decena de trabajos del retratista de Harlem William H. Johnson, para mostrar una cara más sobria, y menos evidente, del pueblo del que proceden. El ejemplo más arriesgado es la obra "Black Like Me #2", un cuadro alargado en el que el aún activo Glenn Ligon imprimió una y otra vez, cada vez más difuminada y oscura, la frase "Todo rastro del Griffin que había sido fue borrado de la existencia". Ligon extrajo ese desesperanzador mensaje de las crónicas del periodista blanco John Howard Griffin, que se hizo pasar por negro en los años sesenta e informó sobre los problemas que sufría.
Valerie Fletcher, responsable de arte de la Galería Hirshhorn de la capital, no ocultó su sorpresa cuando los Obama escogieron esta obra, "situada muy a la izquierda", para una galería presidencial que suele ser "bastante conservadora", según dijo a The Washington Post. La sutileza con la que Ligon habla del racismo norteamericano marca también el resto de obras contemporáneas de la colección, como la reflexión sobre la indecisión de Ed Ruscha, que se contradice con las frases "puede que...", "pensándolo mejor", y "puede que no" impresas sobre un atardecer rojo.
Aunque la selección deja poco espacio a las mujeres artistas y obvia a la minoría más creciente del país, los hispanos, los Obama no se olvidan de una de las culturas más antiguas y maltratadas del país: la de los nativos americanos. Cuatro piezas de cerámica y arcilla del Museo Nacional del Indio Americano añaden ahora otro tono al Despacho Oval, para orgullo de los artesanos que utilizan hoy las mismas técnicas que usaban sus ancestros hace cinco siglos.
La selección de los Obama, calificada por el Washington Post de "refinada", ha despertado además los aplausos de artistas y críticos de arte, fascinados por la "sensibilidad cultural" del presidente. Pese a que el rasgo más destacado por los expertos es el afinado gusto por el arte moderno, que carece de precedentes entre los antecesores de Obama, muchos aprecian su especial ojo para la política que se esconde detrás de toda obra de arte. Algunas de ellas, como el "Atardecer" de Winslow Homer, en el que un hombre se esfuerza en sacar un barco del lago, muestran fisuras en la imagen optimista y esperanzadora de Obama, que parece elegir para su intimidad los momentos de flaqueza de los artistas más alegres.
Fotografía del pasado 18 de agosto del presidente de Estados Unidos, Barack Obama (d), con su homólogo egipcio Hosni Mubarak (i) durante la reunión que mantuvieron en el Despacho Oval de la Casa Blanca en Washington DC. EFE/Archivo (EFE)
Pero entre las clásicas bailarinas de Edgar Degas, los lienzos abstractos de Mark Rothko y las naturalezas muertas de Giorgio Morandi se esconden obras que dotan a la Casa Blanca del aire más moderno de su historia, que impregnan sus muros de tonos más oscuros de lo habitual y retratan los problemas sociales de las minorías. El arte afroamericano, como era de esperar, es uno de los más apreciados por el presidente y su esposa, Michelle Obama, que se encargó de la selección artística con la ayuda de un puñado de expertos en arte.
Sin embargo, el recorrido que los Obama hacen por la historia del arte afroamericano se aleja todo lo posible de la imagen convencional de esta cultura, representada en media decena de trabajos del retratista de Harlem William H. Johnson, para mostrar una cara más sobria, y menos evidente, del pueblo del que proceden. El ejemplo más arriesgado es la obra "Black Like Me #2", un cuadro alargado en el que el aún activo Glenn Ligon imprimió una y otra vez, cada vez más difuminada y oscura, la frase "Todo rastro del Griffin que había sido fue borrado de la existencia". Ligon extrajo ese desesperanzador mensaje de las crónicas del periodista blanco John Howard Griffin, que se hizo pasar por negro en los años sesenta e informó sobre los problemas que sufría.
Valerie Fletcher, responsable de arte de la Galería Hirshhorn de la capital, no ocultó su sorpresa cuando los Obama escogieron esta obra, "situada muy a la izquierda", para una galería presidencial que suele ser "bastante conservadora", según dijo a The Washington Post. La sutileza con la que Ligon habla del racismo norteamericano marca también el resto de obras contemporáneas de la colección, como la reflexión sobre la indecisión de Ed Ruscha, que se contradice con las frases "puede que...", "pensándolo mejor", y "puede que no" impresas sobre un atardecer rojo.
Aunque la selección deja poco espacio a las mujeres artistas y obvia a la minoría más creciente del país, los hispanos, los Obama no se olvidan de una de las culturas más antiguas y maltratadas del país: la de los nativos americanos. Cuatro piezas de cerámica y arcilla del Museo Nacional del Indio Americano añaden ahora otro tono al Despacho Oval, para orgullo de los artesanos que utilizan hoy las mismas técnicas que usaban sus ancestros hace cinco siglos.
La selección de los Obama, calificada por el Washington Post de "refinada", ha despertado además los aplausos de artistas y críticos de arte, fascinados por la "sensibilidad cultural" del presidente. Pese a que el rasgo más destacado por los expertos es el afinado gusto por el arte moderno, que carece de precedentes entre los antecesores de Obama, muchos aprecian su especial ojo para la política que se esconde detrás de toda obra de arte. Algunas de ellas, como el "Atardecer" de Winslow Homer, en el que un hombre se esfuerza en sacar un barco del lago, muestran fisuras en la imagen optimista y esperanzadora de Obama, que parece elegir para su intimidad los momentos de flaqueza de los artistas más alegres.
EFE, Washington: Las paredes de la Casa Blanca, más políticas que nunca, www. soitu.es, 9 de octubre de 2009