Cuando Rafael ganaba a Miguel Ángel

Unas empleadas del Victoria & Albert, bajo 'La curación del Leproso'. | Reuters

¿Hay algo tan mayúsculo como los frescos de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel en el arte del Renacimiento? No, pero casi. Y de vez en cuando, en los días muy especiales, lo cuelgan 'ahí debajo', en la misma Capilla Sixtina. Son los 10 tapices de Rafael Sanzio, que, durante los siglos XVIII y XIX, fueron admirados como las grandes obras de su tiempo. ¿Por delante de los frescos de Miguel Ángel? Más o menos.

Ahora, cuatro de los siete tapices que han sobrevivido a los siglos en el Vaticano, viajarán a Londres para vivir un reencuentro histórico. Por primera vez en la Historia, las telas viajan se exponen (desde ayer) junto a sus originales, los cartones que compuso Rafael y a partir de los cuales se elaboraron en Bruselas los tapices. Juntos, 'padres e hijos', serán la gran estrella de la temporada en el Victoria & Albert Museum Londres. Y lo de histórico no es una exageración: ni siquiera el pintor de Urbino pudo ver los tapices junto a sus dibujos. Ni él, ni nadie antes. La muestra, que celebra la visita del papa Benedicto XVI al Reino Unido, le hubiera conmovido.

¿Suena confuso? Contemos la historia completa para aclararnos. En 1508, el Papa Julio II reclutó a Miguel Ángel para que pintara los frescos de la Capilla Sixtina (que hasta entonces, estaba decorada con un 'campo' de estrellas sobre un cielo azul). En 1512, Miguel Ángel terminó su obra maestra. En 1513, Jullio II (un Rovere genovés) murió. Y su sucesor, León X (un Medici florentino), pensó que algo tendía que hacer para estar a la altura... Así que, en 1515, se dirigió a Rafael Sanzio y le encargó la serie de 10 tapices. ¡Qué maldad, Su Santidad! Miguel Ángel desdeñaba abiertamente a Rafael, que, sin embargo, le robaba clientes, fama y encargos. De hecho, los tapices costaron cinco veces más que los frescos del artista toscano.

En diciembre de 1516, Rafael terminó con los cartones que habrían de servir de base para los tapices. Sus originales viajaron a Bruselas, al taller de Pieter van Aelst, que habría de llevar a la tela los dibujos del artista. Su trabajo fue un lujo: pan de oro, revestimientos de plata... Una condena: con los siglos, algún desaprensivo destrozó algunos de los tapices para quedarse con sus materiales preciosos. En 1519, el taller de Bruselas envió los primeros tapices a Roma. Y en 1520, Rafael muere. Los cartones se quedan en Bruselas sin que nadie los reclame, pasan a las manos de algún chamarilero genovés y terminan en la colección del Rey Carlos I de Inglaterra en 1623. Hasta que llega la hora del reencuentro en Londres. Sobre el papel, sobre la tela, imágenes formidablemente compuestas como 'El sermón de Pablo', 'La curación del leproso' o 'La pesca milagrosa'. Juntos, al fin.

ELMUNDO.es | Madrid: Cuando Rafael ganaba a Miguel Ángel, EL MUNDO, 9 de septiembre de 2010