Boto Varela: "He sacado a la luz el claustro de Palamós sabiendo que pongo en riesgo mi prestigio"
PABLO ÁLVAREZ
Gerardo Boto Varela (León, 1967) es profesor titular de Historia del
Arte Medieval en la Universidad de Girona y se enorgullece de su
ascendencia gallega. "Mi abuelo era de Arzúa", explica. La semana
pasada, el profesor Boto se convirtió en noticia-bomba al desvelar la
existencia, en la localidad gerundense de Palamós, de un claustro
románico que, a juicio de numerosos especialistas, podría datar del
siglo XII. Los técnicos del departamento de Cultura de la Generalitat de
Cataluña estudian la construcción. En la entrevista que sigue, Gerardo
Boto explica los detalles de la investigación "detectivesca" que lo ha
llevado al citado hallazgo. Su discurso está presidido por la palabra
"cautela".
Gerardo Boto, en su primera inspección "en vivo" del claustro de Palamós. // "Diari de Girona" |
–Con permiso del "rescate" o "ayuda" a la banca española, usted se ha convertido en el protagonista de los últimos días.
–De
entrada, debo decir que todo el revuelo mediático que se ha formado me
parece una completa desmesura. Con todo, entiendo que al final el asunto
habrá merecido la pena si lo que se consigue es poner el foco sobre el
patrimonio y si se aclara que este patrimonio, potencialmente valioso,
lo es realmente.
–¿Un claustro románico del siglo XII?
–Por
el momento, por cautela y por respeto a los técnicos de la Generalitat
de Cataluña y a las instituciones, no debo expresar mi opinión. Aunque
algunos medios me han atribuido juicios de valor taxativos, yo no me he
pronunciado hasta ahora con ninguna rotundidad.
–El pasado viernes usted vio el claustro "en vivo" por vez primera. ¿Qué impresión le causó?
–Buena,
desde luego, pero no todo el conjunto por igual. Hay partes y partes,
lo cual no es nada extraño si se tiene en cuenta que ya ha sido
desmontado, trasladado y montado de nuevo, al menos, en dos ocasiones.
Pero con que sólo hubiera un capitel románico, el esfuerzo ya habría
merecido la pena, aunque la dimensión mediática habría sido excesiva. Me
admira realmente el grado de repercusión del caso.
–¿Dos traslados?
–Sí,
por lo menos. Uno desde su lugar de origen hasta Madrid, y otro desde
Madrid a Palamós. La familia propietaria, de origen alemán, lo compró, a
través de intermediarios, en Madrid, en 1958. No descarto que pueda
haber habido algún traslado más.
–Se dice que puede tener una impronta muy intensa de los talleres tardorrománicos del monasterio de Silos, en Burgos.
–Es una posibilidad muy verosímil.
–Usted ha hablado de una investigación casi detectivesca.
–Es
cierto. Y, llegados al punto en el que estamos, pienso que ya puedo
empezar a desvelar algunos detalles. Tuve conocimiento de la existencia
de este claustro hace casi seis años, pero sólo disponía de unas
fotografías muy malas que, sin embargo, me llamaron la atención. No
había manera de acceder a la finca, aunque lo solicité expresamente. Las
cosas cambiaron radicalmente cuando, en el verano de 2010, me enviaron
la edición francesa de la revista de arquitectura "AD", que publicaba un
reportaje impresionante sobre la finca y sobre el claustro. Luego me
enviaron las fotos, de altísima definición, y mi interés creció mucho
más. Tengo que reconocer que, durante mucho tiempo, el asunto me quemaba
en las manos. En general, toda la investigación fue algo así como una
lucha contra mi propio escepticismo. La asociación Amigos del Románico
siempre me ha respaldado y son ellos los que han intentado mover este
asunto en los ámbitos administrativos
–Y ahora lo ha desvelado en una conferencia y se ha armado una buena.
–Sí,
y lo he hecho sabiendo que pongo en riesgo mi prestigio y mi
credibilidad. Si al final nada es tan valioso, saldré perdiendo. Si hay,
como creo, cosas valiosas, habrá merecido la pena. Yo entendí que,
incluso desde un punto de vista deontológico, debía asumir ese riesgo.
–¿Por qué?
Porque,
de lo contrario, existía el riesgo de que la familia propietaria
decidiera, por ejemplo, llevar ese claustro fuera de España, pongamos
que a Suiza, y entonces ya lo perderíamos para siempre. Ahora, con el
paso dado, ese patrimonio está bajo la protección de las
administraciones públicas y puede ser estudiado a fondo. Y, si es
auténtico, ya no podrá salir de España. O, si sus dueños deciden
venderlo, las instituciones públicas tendrían al menos un derecho de
tanteo.
–¿En este proceso ha estado solo o en compañía de otros?
–En
todo el proceso de investigación he contado con la colaboración de una
amiga y colega que por ahora no desea darse a conocer porque quiere que
yo me lleve el mérito. Ya le he dicho que es injusto, pero ella insiste
en que no es académica y prefiere pasar inadvertida. Además, durante
estos años de silencio he compartido el hallazgo con diez o doce colegas
de diversas partes. En este tiempo todos ellos han sabido guardar el
secreto, y yo se lo agradezco mucho.
–¿Qué dicen ahora los propietarios?
–Pues
no lo sé. Ellos han esgrimido esta semana un informe de Carmen
Gómez-Moreno, una española que trabajaba en el Metropolitan de Nueva
York y era especialista en gótico italiano, que decía que el claustro no
era auténticamente románico. El juicio expresado en ese documento se
basaba exclusivamente en unas fotos, según declaraba su autora. Me
desconcierta que los propietarios jamás encargaran un contrainforme.
Entre las múltiples noticias que han volcado los internautas, nadie ha
detectado aún que esta familia patrocina desde hace mucho un reputado
centro de investigación en Arqueometría en la Universidad de Tubingen
(Alemania). Me extraña que, a lo largo de décadas, no hayan encargado un
análisis de materiales allí mismo.
–Puede haber construcciones similares en manos privadas, en otras zonas de España.
–Desde
luego, hay casos. Hoy mismo (por ayer) sale en "El País" una carta al
director que recuerda que dos piezas del maestro Mateo, procedentes de
la catedral de Santiago de Compostela, están en el pazo de Meirás. En el
norte de Burgos también hay bienes patrimoniales en fincas privadas no
accesibles para investigadores ni para el público en general. En cambio,
hay propietarios privados que facilitan visitas y estudios, como en
Santa Eufemia de Cozuelos (Palencia) o San Quirce de los Ausines
(Burgos). Con todo respeto, el asunto me parece meridiano: las piedras o
las pinturas pueden ser una persona, pero la información histórica que
contienen es de todos.
Boto Varela: "He sacado a la luz el claustro de Palamós sabiendo que pongo en riesgo mi prestigio", El Faro de Vigo, 11 de junio de 2012