Jackson Pollock. Recuerdo en el centenario de su nacimiento
"Recuerdo que fuimos a Gallup (Nuevo México) para ver las preciosas alfombras indias tejidas a mano. Eran alfombras sagradas: una parte de la alfombra se deja sin acabar y suele incluirse alguna pequeña imperfección en el diseño. Da a la alfombra un sentido de vida, un encanto especial. Resulta más bella y más misteriosa por lo que le falta".
La sacralidad de lo inacabado, ese non finito que libera a la obra de arte de su propia piel y de la idea que la engendró, que traspasa cualquier intento de humana perfección e implosiona en la percepción, arrojando al alma hacia vastedades de luminosa .oscuridad, Lo inacabado, lo non finito, lo infinito. La dimensión mística del arte. Pollock, el chamán, el demiurgo, girando con sus brochas y palos goteantes, describiendo con sus salpicaduras sobre la nada blanca del lienzo las armonías de un universo interior. De 'un universo extraño y, sin embargo, tan familiar como nuestra propia alma cuando la mirada ha recuperado su inocencia salvaje. Inquietante y liberador círculo abierto del calígrafo zen.
El pintor Jackson Pollock en su estudio de Nueva York, hacia 1949 |
Se cumple un siglo del nacimiento de Jackson Pollock en Cody, Wyoming. El nombre de la localidad viene del apellido de una de las leyendas de la, digamos, 'conquista' del Oeste americano. William Frederick Cody, más conocido como Buffalo Bill. A Pollock le gustó identificarse con los pioneros, con los aguerridos pobladores de tierras indómitas, con exploradores siempre ansiosos de traspasar los límites de la última frontera. Cuando la mercadotecnia de los galeristas neoyorkinos le convirtió en símbolo del espíritu americano, en adalid de un nuevo arte capaz de desafiar a la anquilosada tradición europea: le hicieron sentirse precisamente como un hombre del Oeste. Lo cual era literalmente cierto. Recién nacido Jackson, su familia se trasladó desde Wyoming a una pequeña granja a nueve kilómetros de Phoenix, Arizona. Aquella granja polvorienta y las sombras de los álamos o las cortinas que su madre tejía, proyectadas sobre el suelo por el potente sol, marcarían la extrema sensibilidad del futuro artista. Fueron la primera y mutante galería que educó su mirada infantil, creando en su subconsciente un caleidoscópico fondo de siluetas enredadas y movedizas. Mucho tiempo después Nick Carone diría de él que: "Miraba las cosas psicodélicamente. No las veía con lá retina, las veía con la mente. Miraba un cenicero y era como si pretendiera captar su estructura molecular. Y luego lo tocaba, movía una colilla o una cerilla con los dedos. Estaba organizando aquel fenómeno, colocándolo bien. Haciéndolo suyo".
El pintor Jackson Pollock en su estudio de Nueva York, hacia 1949 |
Y también estaban los Mori, una familia de inmigrantes japoneses que vívían en una pulcra casita de ladrillo al final de un sendero que Jackson recorría a menudo. Le gustaba jugar con la pequeña Shizuko, una niña de su edad; pero lo que de verdad le fascinaba era contemplar cómo Ayame, la madre, que no sabía inglés, escribía cartas a su familia, acariciando breve y delicadamente el papel una y otra vez, hasta llenarlo de una bella maraña de trazos; en donde Jackson, que no sabía japonés, sin darse cuenta descubrió la enorme potencia de lo abstracto para abrir agujeros en la pared que a la vez une y separa los dominios de la percepción fisica y la espiritual.
El pintor Jackson Pollock, también una gran inspiración para los diseñadores de ropa de trabajo de los hombres, en Springs, East Hampton, estudio de Nueva York |
Jackson Pollock, el maestro del caos, en Springs, estudio de Nueva York |
Era noviembre de 1941 y los ritmos del otoño en las calles Ocho y Nueve eran enérgicos ramalazos sobre el lienzo ocre de Manhattan. También hacía frío. Pero eso para Lee Krasner estaba a punto de no importar demasiado. Era una mujer que ya dejaba atrás su juventud. Poco atractiva, artista, judía, treinta y tres años, algunas historias de supuesto amor en el cubo de la basura. Lee se había enterado de que también Pollock iba a participar en la exposición. que John Graham estaba organizando en su galería. Obras de Braque, Picasso, Derain ... y un cuadro de gran formato que Lee había pintado recientemente. Jackson y Lee habían estado bailando cinco años antes. Él la había pisado con torpe e inconsciente sadismo, y ya casi la había olvidado. Ella le recordaba y aprovechó la ocasión para hacerle una visita. Un pequeño estudio que olía a vómito y pintura a medio secar. Cuadros apilados, prometedores, "pero nada más. "Él era indescriptible, era majestuoso, era tremendo". Sentado al borde de su catre, con la cabeza apoyada en las manos, emergiendo de la última borrachera. Se casaron cuatro años después.
Y el resto es leyenda. Las exposiciones en Art of this Century, la galería donde Peggy Guggenheim fabricó la Escuela de Nueva York. Jackson Pollock, Franz Kline, Willem de Kooning ... Enérgica, inocente y pura abstracción genuinamente americana para terminar de dinamitar lo que aún quedaba de las ruinas del academicismo europeo. En 1949 la exposición decisiva en la galería de Betty Parsons y un reportaje en la revista LIFE. Pollock convertido en la primera estrella mediática de un mercado del arte que estaba empezando a cambiar, a salir de los cenáculos exquisitos para alimentar conversaciones en el metro o la peluquería.
La luminosa e intrincada belleza de lienzos infinitos. Nieblas de color lavanda, oscilaciones del tiempo en verano. Barnett Newman fue testigo de las metamorfosis que se producían en el granero de la casa, al norte de Long Island, donde vivían Jackson y Lee: "Se olvida de las manos cuando trabaja. Es la mente, no el cerebro, sino la mente, concentración, entrañas. Le he visto salir de su estudio como un trapo mojado". El azar del chorreo. Palos, pinceles, brochas goteantes, lavativas que escupen pintura. Jackson caminando descalzo sobre el vasto lienzo tendido en el suelo ... ¿Azar? Y, sin embargo, cada gota en su sitio. Cada salpicadura con los exactos contornos que conmueven. El preciso entramado del caos. Exquisitas combinaciones de color. Todo el misterio de la belleza vibrando en nuestra retina y nuestra alma. En realidad, sobran las palabras, cualquier vulgar intento de explicación. Pollock había traspasado las fronteras del silencio. No es que su creatividad se hubiese agotado, es que no había nada más allá. Y fue incapaz de soportarlo. Llamaba por teléfono a sus amigos de madrugada e intentaba explicarles por qué se iba a suicidar. El olor a whisky galopaba desbocado por los hilos del tendido telefónico.
Ya había tenido varios accidentes de tráfico cuando Jackson Pollock, por fin, consiguió matarse. En el coche iban también dos jóvenes admiradoras, Ruth Kligman y Edith Metzger, quien le había estado suplicando angustiada que parase y la dejase salir. El coche la aplastó al dar la vuelta. Ruth salió ilesa. Fue un 11 de agosto de 1956. A Jackson le echaría de menos su cuervo amaestrado.
Manuel Ariza Canales: Jackson Pollock, Diario Córdoba. Cuadernos del Sur, 23 de junio de 2012
Imágenes: Art icon Jackson Pollock. The legendary and misunderstood paint also known as "Jack the Dripper", The Selvedge Yard, 18 de octubre de 2009
Imágenes: Art icon Jackson Pollock. The legendary and misunderstood paint also known as "Jack the Dripper", The Selvedge Yard, 18 de octubre de 2009