La mirada de Botero
El Palazzo Reale de Milán acoge una gran muestra sobre el trabajo de Fernando Botero, abierta del 6 de julio al 16 de septiembre de 2007, y organizada por el Comune di Milano, la Galleria Contini y Skira Editore.
Fernando Botero, Taller de sastrería, 2000
Milán acoge estos días una gran muestra representativa del trabajo del escultor colombiano Fernando Botero (Medellín, 1932). Sus orondas imágenes captarán la mirada de los espectadores que se acerquen hasta el Palazzo Reale de la capital lombarda, así como la de los transeúntes que descubran las esculturas de bronce realizadas por el artista y dispersas por algunos puntos a lo largo de la ciudad, entre la Piazzetta Reale, la Piazza Scale y la Piazza San Carlo. Así de rotundo regresa Botero a Milán, después de treinta años desde que se celebrara allí, en el Castello Sforzesco, la anterior gran exposición dedicada a su obra.
La muestra recoge un total de casi 160 obras realizadas en los últimos 10 años que han sido divididas en tres secciones temáticas, a través de las cuales se abordan algunos de los temas recurrentes en la trayectoria del artista, así como otros de nueva inspiración. Este es el caso, por ejemplo, del primer apartado que encontramos al acceder a la exposición, en el que se presenta una serie inédita nacida del interés que el mundo del circo despierta en Botero. En 15 óleos y 25 dibujos se plasma la esencia del arte circense en clave de Botero, quien atraído por el colorido, el movimiento y los personajes tradicionalmente vinculados a este espectáculo ha captado -como lo hicieron en su momento otros creadores como Picasso, Léger o Chagall- la alegría y la melancolía que suelen convivir en este variopinto universo, tan propicio a quedar reflejado en una pintura. La monumentalidad de sus personajes, una de las características que ha hecho famosos sus voluminosos personajes en todo en mundo; la combinación de aspectos formales heredados de la tradición latinoamericana junto a otros de la pintura europea y el carácter lúdico de buena parte de las escenas que representa, han dado lugar a un estilo personalísimo e inconfundible. En este sentido, en la segunda parte de la muestra, la más amplia, es en la que encontramos sus trabajos más relacionados con la poética habitual del artista. Mujeres, hombres y parejas interpretan en escenarios vibrantes numerosas historias sobre la vida, las relaciones personales, los sentimientos y las actividades propias del ser humano. Junto a ellas, algunas pinturas inspiradas en los grandes maestros de la pintura europea, como Van Eyck, Rubens, Le Brun o Goya, introducen un guiño a la historia del arte. Y para finalizar la muestra tenemos la parte menos agradable por su temática, que contrasta con el tono casi festivo y los alegres colores que el visitante habrá percibido hasta este momento. Botero representa en la serie "Abu Ghraib" la crueldad y la tragedia desprendida de la representación de los prisioneros de guerra en la cárcel iraquí. Durante un año, a partir de la lectura de un artículo critico publicado en el New Yorker, que dio la vuelta al mundo, el artista trabajó para plasmar el drama de la tortura que sufren los presos, con la convicción de que es necesario dejar constancia de episodios históricos como éste, afirmando que ninguno recordaría hoy en día el horror de Guernika si Picasso no lo hubiera plasmado en su obra maestra.
Fernando Botero, Los Arnolfini según Van Eyck, 2006
Intensidad, emoción y dureza en este recorrido por la última década de producción de Fernando Botero, que forma parte de los eventos organizados para "La bella Estate dell’Arte 2007", iniciativa que convertirá Milán este verano en sede de numerosas exposiciones de arte contemporáneo, entre las que caben destacarse "Arte Italiana 1968 – 2007. Pintura"; "Giò Ponti Designer", ambas en el Palazzo Reale, y "Stephan Balkenhol", en el PAC Padiglione d’Arte Contemporanea.
Fuente:
Fernando Botero, Taller de sastrería, 2000
Milán acoge estos días una gran muestra representativa del trabajo del escultor colombiano Fernando Botero (Medellín, 1932). Sus orondas imágenes captarán la mirada de los espectadores que se acerquen hasta el Palazzo Reale de la capital lombarda, así como la de los transeúntes que descubran las esculturas de bronce realizadas por el artista y dispersas por algunos puntos a lo largo de la ciudad, entre la Piazzetta Reale, la Piazza Scale y la Piazza San Carlo. Así de rotundo regresa Botero a Milán, después de treinta años desde que se celebrara allí, en el Castello Sforzesco, la anterior gran exposición dedicada a su obra.
Fernando Botero, Caballo, 1999
La muestra recoge un total de casi 160 obras realizadas en los últimos 10 años que han sido divididas en tres secciones temáticas, a través de las cuales se abordan algunos de los temas recurrentes en la trayectoria del artista, así como otros de nueva inspiración. Este es el caso, por ejemplo, del primer apartado que encontramos al acceder a la exposición, en el que se presenta una serie inédita nacida del interés que el mundo del circo despierta en Botero. En 15 óleos y 25 dibujos se plasma la esencia del arte circense en clave de Botero, quien atraído por el colorido, el movimiento y los personajes tradicionalmente vinculados a este espectáculo ha captado -como lo hicieron en su momento otros creadores como Picasso, Léger o Chagall- la alegría y la melancolía que suelen convivir en este variopinto universo, tan propicio a quedar reflejado en una pintura. La monumentalidad de sus personajes, una de las características que ha hecho famosos sus voluminosos personajes en todo en mundo; la combinación de aspectos formales heredados de la tradición latinoamericana junto a otros de la pintura europea y el carácter lúdico de buena parte de las escenas que representa, han dado lugar a un estilo personalísimo e inconfundible. En este sentido, en la segunda parte de la muestra, la más amplia, es en la que encontramos sus trabajos más relacionados con la poética habitual del artista. Mujeres, hombres y parejas interpretan en escenarios vibrantes numerosas historias sobre la vida, las relaciones personales, los sentimientos y las actividades propias del ser humano. Junto a ellas, algunas pinturas inspiradas en los grandes maestros de la pintura europea, como Van Eyck, Rubens, Le Brun o Goya, introducen un guiño a la historia del arte. Y para finalizar la muestra tenemos la parte menos agradable por su temática, que contrasta con el tono casi festivo y los alegres colores que el visitante habrá percibido hasta este momento. Botero representa en la serie "Abu Ghraib" la crueldad y la tragedia desprendida de la representación de los prisioneros de guerra en la cárcel iraquí. Durante un año, a partir de la lectura de un artículo critico publicado en el New Yorker, que dio la vuelta al mundo, el artista trabajó para plasmar el drama de la tortura que sufren los presos, con la convicción de que es necesario dejar constancia de episodios históricos como éste, afirmando que ninguno recordaría hoy en día el horror de Guernika si Picasso no lo hubiera plasmado en su obra maestra.
Fernando Botero, Los Arnolfini según Van Eyck, 2006
Intensidad, emoción y dureza en este recorrido por la última década de producción de Fernando Botero, que forma parte de los eventos organizados para "La bella Estate dell’Arte 2007", iniciativa que convertirá Milán este verano en sede de numerosas exposiciones de arte contemporáneo, entre las que caben destacarse "Arte Italiana 1968 – 2007. Pintura"; "Giò Ponti Designer", ambas en el Palazzo Reale, y "Stephan Balkenhol", en el PAC Padiglione d’Arte Contemporanea.
Fuente:
- La mirada de Botero, www.masdearte.com, julio de 2007