El retrato holandés del siglo XVII

Ningún otro género, con la única excepción del paisaje y pese a la indudable importancia del bodegón, contribuyó tanto al esplendor de la pintura holandesa del siglo XVII como el retrato, del que la National Gallery de Londres exhibirá a partir del día 27 de junio hasta el 16 de septiembre de 2007 una muestra de excepcional valor. Impulsada por la pujanza de los comerciantes de los Países Bajos tras la independencia de su país de España, la pintura holandesa conoció en ese siglo una auténtica edad de oro, caracterizada por su interés por el mundo visible. Una nueva clase media, enriquecida con el comercio, quiso dar testimonio a través del retrato de su nuevo estatus, adquirido gracias al esfuerzo personal, conmemorar momentos importantes de su vida como el matrimonio, el nacimiento de los hijos o un nombramiento para algún cargo cívico. Aquellos comerciantes hicieron allí el papel de mecenazgo que en España o en Francia habían desempeñado la iglesia, la monarquía o la aristocracia y tuvieron la suerte de contar con numerosos artistas de talento dispuestos a cumplir sus encargos.

Titulada 'Retratos holandeses: la Edad de Rembrandt y Frans Hals', la exposición reúne sesenta y seis retratos de veintinueve artistas, procedentes de museos y colecciones privadas. Los cuadros permiten hacerse una idea cabal de la evolución del género desde el formalismo icónico de los comienzos, influido por el arte flamenco, hasta el naturalismo espontáneo de sus mejores cultivadores. Hay retratos individuales, en los que el pintor se preocupa por conseguir con la máxima fidelidad el parecido del personaje al tiempo que informa de su posición social, incorporando signos de su estatus o de su poder como el que Michiel van Mierevelt hizo en 1607 del Príncipe de Orange-Nassau, el gran estratega de la guerra con España. Los hay también de parejas recién casadas como el de Isaac Massa y Beatrix van der Laen, pintado por Frans Hals, en 1622: sentados al pie de un árbol con un jardín al fondo, los jóvenes esposos nos miran sonrientes y parecen la imagen misma de la felicidad. Otros reflejan la intimidad de una larga convivencia como el maravilloso doble retrato que hizo Rembrandt del arquitecto Jan Rijcksen y su esposa Griet Jans, en el que la mujer abre de pronto la puerta donde aquél está trabajando para entregarle una carta que acaba de llegar. Hay retratos colectivos que muestran las virtudes cívicas que se encarnan en un grupo de profesionales como uno de carácter monumental, comenzado por Frans Hals y terminado por Pieter Codde, que representa a los oficiales de la guardia del distrito 11 de Amsterdam.

Está la impresionante 'Lección de Anatomía del doctor Nicolaes Tulp' (1632), primer retrato de grupo pintado por Rembrandt, y que los organizadores han colocado junto a otro anterior, de similar temática, el titulado "La lección de Osteología del Dr. Sebastiaen Egbertsz, de Nicolaes Eliasz Pickenoy, en el que el grupo no examina un cadáver sino un esqueleto. Ambos por cierto están inspirados en una pintura anterior (1617), 'La Lección de Anatomía del Dr. Willem van der Meer', de Michiel van Mierevelt, el más viejo de aquellos retratistas y un artista de éxito gracias a su numerosa clientela de diplomáticos, militares y altos funcionarios.

A Londres ha venido también desde el Rijksmuseum, de Amsterdam, otro de los más maravillosos retratos de grupo de Rembrandt, el titulado 'Retrato de los Síndicos del Gremio de los Fabricantes de Paños' (De Staalmeesters), que representa a seis personajes reunidos en torno a una mesa cubierta de una especie de tapiz mientras consultan un libro. Los retratados parecen mirarnos e incluso querer hablarnos: tal es la sensación de verdad y de vida que ha logrado imprimir el artista en un cuadro que se caracteriza además por su monumentalidad.

La exposición de la National Gallery, fascinante en todos los sentidos, ha servido al mismo tiempo para rebarnizar algunas pinturas cuyo barniz original estaba en mal estado como los retratos de Jacob Olycan y su esposa Aletta Hanemans, de Frans Hals, que se conservan en la colección de la Mauritshuis (La Haya).

Fuente: