Santiago Calatrava, Premio Nacional de Arquitectura

Hecho un pincel llegó Santiago Calatrava a las Nuevas Arquerías para recoger el Premio Nacional de Arquitectura. Con un bronceado impecable, sólo superado por su aún más impecable traje y sus zapatos camel con puntera marrón también impecables, atendió a los medios minutos antes de recoger el galardón. Sobre la mesa, los pulsos que mantiene con los ayuntamientos de Venecia y Bilbao por algunos proyectos.

Respecto al polémico puente sobre el Gran Canal, el arquitecto valenciano aludió en un comunicado a «intereses particulares que no quieren ver el puente construido». ¿Puede concretar a qué se refería? Con diplomacia, eludió el envite: «Construir en Venecia es el mayor honor que puede tener cualquiera. Construir el cuarto puente sobre el canal grande después de 125 años requiere un tiempo de prerrecorrido. Las cimentaciones están ya construidas; estamos al final de un periplo difícil. Es difícil construir en Venecia. Pero me parece bien que así sea. Aquí, en la Castellana, ha sido enormemente fácil cargarse todos los palacetes para hacer edificios de un valor cuestionable. Es bueno que todo el mundo pueda dar su opinión. En «Il Gazzetino» de Venecia, una señora decía que su marido pensaba que este puente no aguantará. Me parece bien que se publicara».

Sobre su contencioso bilbaíno acerca de la pasarela de Isozaki junto a su puente «Zubi zuri», se limitó a decir: «He considerado siempre la arquitectura como un arte al servicio de la sociedad. Y, como arte, debe haber un mínimo de respeto por la obra». Uno de sus proyectos más llamativos es la Fordham Spire, la torre más alta de EE.UU. (con 610 metros de altura), que construirá en Chicago. ¿No ha modificado el 11-S la arquitectura? «La evolución de los actos de terrorismo en zonas urbanas ha tenido objetivos diferentes: torres, trenes, el Metro... No hay una pauta precisa del terrorismo de perseguir edificios en altura».

Calatrava defendió «la cultura como brazo de palanca para levantar zonas deprimidas». Las ciudades de tamaño medio, advierte, tienen mucho que ofrecer y por ello «hay que cuidarlas y tenerlas en cuenta. No hay que hacerse muchas ilusiones con ciudades enormes como México D.F., Calcuta o El Cairo. El gran reto que tiene la arquitectura del siglo XXI es mejorar las condiciones de vida». Le preguntan por la denuncia que la Comisión Europea ha presentado sobre el modelo urbanístico en la Comunidad valenciana. «El modelo urbanístico de esta Comunidad tiene unas raíces que se proyectan al tiempo en que todos los madrileños se compraban apartamentos en Benidorm o en Torrevieja. En la Ciudad de las Artes y las Ciencias se ha hecho un esfuerzo extraordinario en 16 años con 4 Gobiernos y el Palau de les Arts se ha colocado en dos años entre los cinco mejores del mundo, no gracias a mí, sino a aquéllos que lo gestionan». Cree que la arquitectura es muda («por eso es tan próxima a la música») y, treinta años después, se sigue considerando «un amateur, un amador de mi profesión. Tengo una gratitud enorme a mi país por las oportunidades y el cariño que siempre me ha dado».

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