«La pintura es un ejercicio mental»

Han coincidido en el tiempo, pero son dos proyectos con autonomía: «Aunque la exposición para Burgos (En la distancia verde) se inauguró antes, soy consciente de que Madrid es una plaza en la que no podía ir a rebufo de lo anterior», explica Rufo Criado (1952), su responsable. El ex miembro de Au Crag ofrece en el CAB (espacio que dirigió hasta 2007) sus últimas reflexiones en lienzos, lonas monumentales y cajas de luz, y hace públicas por primera vez sus experiencias con la foto y el vídeo. Por su parte, Cuando los sonidos sueñan, en Evelyn Botella, amplía las conclusiones alcanzadas tras intervenir los vitrales del Centro de Creación Musical Hangar (Burgos) el pasado año. En todos los casos hablamos de pintura.

Sabemos de su tendencia a «pintar» con las herramientas digitales, pero a la vista de su exposición en el CAB, ¿se le puede seguir llamando pintor?
Para mí es fundamental. De hecho, los que hemos tenido una formación «tradicional», pasar a una herramienta como la digital fue un abismo. Cambiamos una técnica colora, que huele, y hasta con sabor por algo totalmente insípido. Pero, en cualquier caso, lo pictórico debe ser entendido como ejercicio mental, no ya como concepto, sino como forma de componer. Siempre modificas la herramienta, independientemente de su naturaleza, para obtener las mejores prestaciones. Y en ambos casos debes desarrollar un trabajo procesual. En el ordenador también trabajas con «capas», aunque con otros tiempos. También el acrílico supuso en su día su pequeña revolución frente al óleo.

Lleva desde 2003 investigando la luz, básica en la pintura, como color, como experiencia visual. ¿Cuáles son sus conclusiones?
En el catálogo de la exposición Ojos de agua, que pudo verse en varias sedes del Instituto Cervantes, Armando Montesinos me preguntaba por el origen de este interés, y yo me remontaba a los trabajos de Gustavo Torner con fluorescentes. Mi intención es diferente, pues yo trabajo con la idea de la luz como color. Me interesa el concepto de experiencia sensorial envolvente ligada a la recepción de la obra. Y los resultados han sido diferentes en proyectos más instalativos como los del Centro Musical Hangar, en Burgos, origen de las piezas de Evelyn, o el mismo CAB, donde cierro el espacio para que el espectador quede «atrapado». Y los ambientes que construyo me interesan en el sentido de que facilitan que el espectador alcance un silencio en el que, a nivel interior, le ocurren o se le ocurren cosas. Ese debe ser mi objetivo, me acompañe o no el espacio de exhibición.

¿Esos proyectos a gran escala le han hecho ver que la caja de luz tiene sus límites?
Ojos de agua fue un antecendete importante para mí. Sus dos primeras itinerancias tuvieron lugar en iglesias desacralizadas de Nápoles y Palermo, dos lugares en los que las las cajas de luz circulares cobraron todo su sentido, ya que funcionaban como los rosetones en las catedrales. Esas mismas obras en espacios más convencionales otorgaban a esos ámbitos otros sentidos, pero no tan potentes. Podría decir que lo de Burgos o Hangar fueron saltos cuantitativos por su dimensión, pero a la vez, tenían una intencionalidad similar a la de cualquiera de mis trabajos.

Eso nos lleva a hablar de la autonomía de la obra. A la pintura tradicional se la daba el marco- ventana del lienzo.
Por así decirlo, nos hemos cargado una de las coordenadas que la definían, pero eso no significa que la hayamos matado. De hecho, si pensamos en la pintura mural románica, ahí también se acababa con el constreñimiento bidimensional de la estructura cuadro. El problema es que posteriormente se objetualizó demasiado. Lo bueno de nuestra época es que todo es más versátil. El artista cuenta con la libertad para forzar los límites.

Sus cajas de luz en ocasiones han abandonado la pared para convertirse en algo parecido a esculturas.
Así es. Hace unos cinco años presenté en ARCO una caja de luz que era como un soporte expositor, es decir, con su anverso y su reverso. Esa pieza tenía necesidad de un territorio propio más allá de la pared. Pero es que mis obras, en tanto que color-luz, irradian también volumen. La caja de luz se acerca entonces más a una experiencia tridimensional que a la bidimensional. Pero siempre estoy hablando de pinturas...

La fotografía sigue siendo una técnica estática y puede mirarse con ojos de pintor. ¿Pero qué ocurre con sus vídeos?
Los de Burgos son los primeros que hago, y su carácter es secuencial, algo que ya había empleado con algunas pinturas serializadas, que el espectador recorría con la mirada. Mis vídeos parten de una idea de metamorfosis, es decir, el que da título a la muestra se basa en 60 imágenes fotógraficas que se van fundiendo generando apariencias más o menos abstractas; el segundo, Transformaciones, analiza cómo una pintura se puede metamorfosear a través de su representación misma. Ya en su día un amigo bromeaba con la posibilidad de que mis archivos digitales se pusieran en movimiento. Ésta es mi forma de entender el vídeo, que me permite contar historias sin narrar, porque su argumento es puramente estético o visual.

Rosa Olivares invita en el catálogo a recorrer sus muestras como si de un paseo se tratara. Eso nos remite a una de sus fuentes fundamentales: la Naturaleza.
Es algo en lo que incido mucho. La Naturaleza es la realidad visible y próxima que deberíamos asumir como cercana. Pero para entenderla así es preciso tomar la decisión de salir de la monotonía en la que estamos sumidos. Esa proximidad que tiene un libro o una película debería tenerla la Naturaleza, que te saca de tu entorno y te reencuentra contigo mismo, tal y como quiero que funcionen las obras. Allí es además donde es posible ese cierto silencio necesario que busco. Por eso la experiencia del paseo es fundamental. Y todo lo que yo «cuento» parte de lo vivencial.

Le he leído que cree que su estilo ahora es más barroco. ¿Es así?
Lo que es cierto es que mi pintura durante los noventa tuvo un componente esencialista, porque mi trabajo anterior había sido muy expresionista. Entonces tendí a una cierta depuración que todavía se mantiene en ese tipo de obras. Pero las cajas de luz han funcionado al revés. En los vídeos hay una carga de densidad pictórica evidente. Pensándolo en frío, creo que vuelvo a necesitar una cierta depuración, lo que no significa que no pueda seguir experimentando en lo pictórico. Y siento que necesito de una vuelta a la manualidad.

Javier Díaz-Guardiola: «La pintura es un ejercicio mental», ABCD Las Artes y Las Letras, nº 942, 28 de marzo de 2010