Las joyas arquitectónicas de la Gran Vía, en Madrid, en su centenario

La excelencia de sus edificios ha sido siempre uno de los elementos distintivos de la Gran Vía madrileña, que ahora cumple cien años. Todas las majestuosas construcciones que jalonan la calle tienen detrás, además de la labor de reputados arquitectos y de anónimos peones, muchos secretos y anécdotas que contar. Sus muros y azoteas han vivido mucho. Algunos incluso han sido estrellas de cine.

M. Oliver, S. Medialdea, G.D. Olmo / Madrid: Las joyas arquitectónicas de la Gran Vía, ABC, 26 de marzo de 2010

1. EL EDIFICIO METRÓPOLIS, EL "RECIBIDOR" DE LA GRAN VÍA

Inaugurado el 21 de enero de 1911, el metrópolis preside el acceso a la Gran Vía. En su solar se instaló la tribuna de invitados desde la que Alfonso XIII presidió la inauguración de la calle. El concurso internacional entre arquitectos españoles y franceses fue ganado por los hermanos Jules y Reymond Fevrier, aunque la obra la llevó a cabo Luis Esteve. Es el gran anfitrión que invita a entrar en la Gran Vía. El recibidor de esta majestuosa avenida que el 4 de abril cumplirá cien años. El Edificio Metrópolis se levanta en el número 39 de la calle de Alcalá, pero ejerce como portal de bienvenida a la homenajeada. Ocupa el lugar donde se instaló la tribuna de invitados en la inauguración de las obras, en abril de 1910. El palco estaba presidido por el Rey Alfonso XIII, que dos años antes (1908), había participado en Barcelona en la primera piedra simbólica para el inicio de las obras de la Gran Vía Layetana. El Metrópolis se inauguró el 21 de enero de 1911 -la semana pasada cumplió 99 años-, cuando las obras de la Gran Vía ya habían comenzado. El concurso internacional entre arquitectos españoles y franceses fue ganado por los hermanos Jules y Reymond Fevrier, aunque la obra la llevó a cabo Luis Esteve. Se trata de un majestuoso edificio, estilo «Segundo Imperio», del que destaca su magnífica rotonda con columnas corintias y entablamentos con once grupos escultóricos de famosos artistas, entre ellos Benlliure. En esas esculturas de piedra blanca se encuentran alegorías al comercio, la industria, la minería y la agricultura.

El Metrópolis mide 45 metros y es reconocido por su cúpula de pizarra con remates dorados. Ernesto Agudo

Gusto ornamental francés

El gusto francés de sus elementos compositivos y ornamentales enmascaran el hecho de que es uno de los primeros edificios de Madrid que se construyó en hormigón. Aunque, lejos de manifestar exteriormente este rasgo de modernidad, se disimuló «para que su aspecto arquitectónico esté en armonía completa con el objeto del edificio sin sacrificar la estética», según relató la prensa especializada de la época. Fue precisamente en los bajos de este edificio donde se instaló muchas mañanas, y durante siete años, el pintor Antonio López para plasmar una de las obras pictóricas más conocidas del siglo XX: la Gran Vía desierta y barrida por la luz de Castilla.

Cúpula reconocida

Pero si por algo es conocido este inmueble, que separa Alcalá de la Gran Vía, es por la obra escultórica que remata su cúpula. En el momento de su construcción se coronó con un Ave Fénix, símbolo de la compañía La Unión y el Fénix, que había establecido su sede en el edificio. Fue en 1977 cuando, tras ocupar el inmueble la compañía Metrópolis, se sustituyó por una Victoria alada de Federico Coullaut Valera. Se trata del mismo autor que remató -lo inició su padre- el monumento a Cervantes (con Don Quijote y Sancho) que se encuentra en Plaza de España. El inmueble tiene una altura de 45 metros de alto, sin contar la escultura de su cúpula. Está repartido en seis alturas, más otras dos plantas bajo tierra. En 1988 sufrió una profunda rehabilitación.

Miguel Oliver, El edificio Metrópolis, el «recibidor» de la Gran Vía, ABC, 30 de enero de 2010

2. CAPITOL, FARO PARA UN CENTENARIO

El cartel de Schweppes y un grupo de lunáticos colgando de él es lo que todo el mundo asocia a este clásico de la Gran Vía. Los lunáticos eran un heavy aficionado a las drogas de diseño, un sacerdote vasco y desquiciado y un astrólogo italiano, todos ellos personajes de la delirante película «El día de la bestia». Pero la leyenda del Capitol encierra muchas más cosas.Desde casi 50 metros de altura, José María -Santiago Segura-, el padre Berriartúa y el doctor Cavan cuelgan en equilibrio inestable del letrero de Schweppes que corona el edificio Capitol. Una escena de la película «El día de la bestia» -que dirigió Alex de la Iglesia en 1995- que ha hecho historia en el cine español, y que utiliza dos de los iconos de la ciudad: el propio inmueble, ahora un moderno hotel, y el luminoso amarillo. Decir Gran Vía es decir edificio Capitol. Aunque en su origen se le conoció como Carrión, en honor a su promotor, Enrique Carrión, marqués de Melín. Éste organizó un concurso por encargo a arquitectos como Gutiérrez Soto, Cárdenas y Muguruza para diseñar este edificio, pero acabó encargándoselo directamente a Luis Martínez-Feduchi Ruiz y Vicente Eced Eced, que realizaron el proyecto en 1931, inspirándose en los rascacielos de Nueva York y en el expresionismo alemán. De hecho, esta mole de mármol y granito, de 14 plantas y 54 metros de altura, tiene referencias en las que mirarse, como el edificio Flatiron de Nueva York (de 1902), y los aún más antiguos Flatiron de Atlanta (1897) y Gooderham de Toronto (1892), «primos» todos ellos.

Primer aire acondicionado

Parece un barco varado, en la esquina de Gran Vía con Jacometrezo, justo donde la avenida vira y cambia de dirección. Su construcción duró dos años, y en su día fue un ejemplo de modernidad: fue el primer inmueble que utilizó telas ignífugas, vigas de hormigón tipo Vierendell -lo último en tecnología del momento-, y una instalación de aire acondicionado en una sala de máquinas que ocupaba tanto como la superficie del cine de la planta baja. Porque en el Capitol, premiado por el Ayuntamiento madrileño en 1933 y medalla de segunda clase en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1934, había un cine. Y apartamentos, y oficinas, y cafetería, y salón de té, y sala de fiestas ... y hasta una fábrica de agua de seltz. Y unos muebles, diseño también de Feduchi, de los que desgraciadamente ahora ya no queda ni rastro. Del original, únicamente se ha conservado -tras la completa rehabilitación del inmueble, llevada a cabo en 2002 por el arquitecto Rafael de la Hoz- la carpintería de acero inoxidable, el tiro de la escalera y el patio elevado en la cuarta planta.

El luminoso de la marca de refrescos Schweppes es de los pocos de la ciudad «amnistiados» por la normativa | JORDI ROMEU

Luminoso amnistiado

El luminoso de Schweppes llegó en 1969. Antes, y simultáneamente, ha habido otros en la fachada del edificio Capitol: el de la Paramounth, el de los cigarrillos Camel... pero el único con la solera suficiente como para resistir incluso los envites de la nueva normativa municipal sobre publicidad exterior, y ser «amnistiado» por el Ayuntamiento madrileño, ha sido éste, junto con algún otro como el anuncio de Tío Pepe en la Puerta del Sol. Son especies en peligro de extinción, salvados por su arraigo y por formar ya parte del paisaje. El letrero de Schweppes sobre el edificio Capitol luce en la página principal de la web de esta marca de bebidas. Y es el mismo logotipo con el que salió al mercado, hace ahora 227 años, cuando su creador, Jacob Schweppes, inventó el primer refresco con gas, en 1783.

De película

Dicen los anecdotarios que en la famosa escena de la película «El día de la bestia», se utilizó una réplica exacta del luminoso para rodar los planos en que los tres protagonistas se «cuelgan» del rótulo. Lo cierto es que el original sigue allí, formando parte de las postales de la Gran Vía madrileña. Este inmueble se levantó en la llamada «segunda fase» de las obras de la Gran Vía, conocida en el proyecto original como «el bulevar», entre la Red de San Luis y la plaza de Callao. Se realizó entre 1917 y 1922, aunque la entrega definitiva de obras no tuvo lugar hasta agosto de 1927. Y fue llamada en principio avenida de Pi y Margall, en recuerdo al que fuera presidente de la Primera República Española.

La casa más cara

Para construir este tramo, hubo que demoler 125 fincas y cuatro calles y transformar otras 13. Desapareció todo el tramo de la calle Jacometrezo desde la plaza de Callao hasta la Red de San Luis, y su trazado sirvió de guía. Por cierto, que en el número dos de esta calle de Jacometrezo estaba la casa por la que se pagó el precio más alto en las expropiaciones de la Gran Vía: 770.439 pesetas. Aunque la idea original era instalar allí un bulevar arbolado, se dieron cuenta en 1921 de que eso dificultaría el tráfico rodado, así que la Gran Vía se quedó sin bulevar y sin árboles.

Jardín tropical

Hoy, el edificio Capitol es un hotel de la cadena Vincci. Mantiene su presencia contundente en la Gran Vía, donde en cierto modo actúa como faro que canaliza la afluencia. Bajo él, una remozada plaza del Callao ha perdido mobiliario y ha ganado en pavimentos de granito y en espacio peatonal. A su frente, el Palacio de la Prensa se ha convertido en sede del PSOE madrileño. Y a sus pies, los más osados arquitectos sueñan con un jardín tropical.

Sara Medialdea, Capitol, faro para un centenario, ABC, 24 de enero de 2010

3. EL PRIMER RASCACIELOS DE EUROPA

Inspirado en la arquitectura de Manhattan, el edificio de Telefónica era cuando se construyó el más alto de Madrid y el primer rascacielos de Europa. Otros le han superado después, pero él se mantiene ahí orgulloso, erguido frente la Red de San Luis.

El Edificio Telefónica, en el número 28 de la Gran Vía, se ha convertido en un referente visual para todos aquellos que suben desde Alcal. Ignacio Gil

El Edificio Telefónica «nació» en Nueva York. Su arquitecto, Ignacio de Cárdenas, lo concibió tras un estudio previo realizado en el estudio de Lewis S. Weeks en Manhattan. De ahí su inspiración americana. Situado en el número 28 de la Gran Vía, se construyó entre 1926 y 1929. Desde entonces no sólo fue el edificio más alto de Madrid -con sus 89,30 metros y sus 15 plantas de techos altos-, sino también el primer rascacielos de Europa. Su hegemonía en la capital duró casi 25 años -hasta 1953-, cuando se inauguró el Edificio España, en Plaza de España, con 117 metros. Ignacio de Cárdenas era responsable del departamento de edificaciones de la Compañía Telefónica Nacional de España. Para proyectar el nuevo edificio viajó a Estados Unidos, donde se reunió con su homónimo de la compañía telefónica norteamericana. De ahí deriva la inspiración yanqui del edificio. Sin embargo, fue matizada por Cárdenas en el proyecto definitivo. Su mano se nota en el tratamiento exterior, en donde adopta formas barrocas de tradición madrileña en portadas, remates y vanos.

En tiempo récord

Su estructura metálica hormigonada, al estilo americano, en soportes y losas fue levantada en un tiempo récord por aquellas fechas, de marzo a octubre de 1927, gracias a potentes grúas capaces de levantar las grandes vigas de hierro que la componen. En el exterior, el material utilizado es la piedra, granito en las primeras plantas y arenisca en el resto, para cuyo tallado y acabado se instaló un taller de cantería a pie de obra. En la resolución definitiva del proyecto intervinieron otros arquitectos como José María de Arrillaga, Manuel Aníbal Álvarez, Santiago de la Mora, José Luis Durán de Cottes y Luis Feduchi.

Finalmente, entre 1987 y 1992 fue rehabilitado con dos proyectos sucesivos que renovaron los espacios e instalaciones interiores y la fachada. En la plantas baja, entreplanta y primera se crearon salas para la colección de arte y la histórico-tecnológica. La construcción del edificio tuvo un coste de 200.000 euros (32 millones de pesetas). La actual sede de Telefónica era muy famosa en sus orígenes porque allí trabajaban centenares de mujeres jóvenes, todas solteras. A las puertas del edificio esperaban un montón de galanes dispuestos a conquistarlas. Tenían que elegir bien, ya que una vez que se casaban estaban obligadas a dejar la compañía.

Miguel Oliver, Madrid: El primer rascacielos de Europa, ABC, 14 de febrero de 2010

4. CINE CALLAO, EL SUPERVIVIENTE

Lejos quedan ya los tiempos en que la Gran Vía era conocida como el Broadway madrileño. Por sus algo más de 1.300 metros de longitud se repartían hasta 15 salas de cine, especializadas en grandes estrenos, y que daban a la calle, a las horas de salida de los espectáculos, un aire muy singular. Pero eso fue hace décadas: ahora sólo quedan tres de aquellos cines, y uno de ellos es el Callao. De los otros, algunos se han transformado en hamburguesería -como el Azul, otrora el cine más cómodo de Madrid- o en sala de espectáculos -futuro del antiguo Rex-; otros mutaron en teatros -como el Rialto, el Imperial o el Coliseum-. En cambio, el Callao, como aquel lejano 1926 en el que debutó proyectando «Luis Candelas», film que narraba la historia del mítico bandido madrileño, sigue fiel a sus orígenes. Lo suyo es el celuloide.

En sus inicios, en 1926, el Callao tenía dos salas de cine, una en el interior y otra en la terraza, con sesiones al aire libre / JAIME GARCÍA

El cine Callao sobrevive en el corazón de la Gran Vía, dentro de un edificio que es el referente del art decó en Madrid. Fue una de las primeras obras del arquitecto Luis Gutiérrez Soto, titulado en 1923 y que lo construyó en 1926. En sus inicios, el Callao tenía dos salas de cine: una convencional, en el interior, y otra de verano, en la terraza. De hecho, las sesiones al aire libre empezaban media hora más tarde que las de la sala normal, para así aprovechar las mismas copias. Cuentan las crónicas de la época que, en caso de lluvia, los espectadores de terraza tenían derecho a bajar a la sala y continuar viendo allí la proyección. El cine Callao se inauguró el 11 de diciembre de 1926 con la película «Luis Candelas, el bandido de Madrid». Y fue también la sala en la que se estrenó, el día de San Antonio de 1929, la primera película sonora en España: «El cantor de jazz».

Así lo contó ABC

Así lo contaba ABC la mañana siguiente: «Terraza del Callao: de verdadero acontecimiento puede calificarse el estreno verificado ayer en el salón y la terraza de este aristocrático cinema de la formidable película de vanguardia «El cantor de jazz», primera película parlante y sonora presentada en Madrid con el aparato Melodion, de producción nacional, que resuelve maravillosamente el doble problema de esta nueva modalidad del cinematógrafo. «El cantor de jazz», por May Mac Avoy y Al Jolson, fue visto con verdadero entusiasmo por el numeroso público que abarrotaba la sala y que con sus aplausos sancionó el moderno cinema sonoro». El Callao exhibió, el 21 de mayo de 1930, la que se considera primera película hablada del cine español, «El cuerpo del delito». Ahora, sigue emitiendo películas en sus dos salas. Y formará parte de las celebraciones del centenario de la Gran Vía, abriendo sus puertas de forma gratuita entre abril y junio a los que quieran ver el reestreno de joyas como «Casablanca» o «Lo que el viento se llevó».

Sara Medialdea, Madrid: Cine Callao: el superviviente, ABC, 21 de febrero de 2010

5. GRAN PEÑA, LA HISTORIA VIVA

Sede de una misteriosa y elitista sociedad, este edificio, levantado en 1917 por los arquitectos Eduardo Gambra Sanz y Antonio de Zumárraga, ha sido el espacio de muchas conversaciones ínitmas de reyes, generales y otros preeminentes personajes de la sociedad madrileña. Los miembros de la peña prefieren que no se hable de ellos.

Con ciento cuarenta y un años de historia a sus espaldas, la Gran Peña es una de las sociedades con más solera de Madrid. Y además, ocupa desde 1917 uno de los edificios más representativos de la Gran Vía, en el número 2 de esta calle, obra de los arquitectos Eduardo Gambra Sanz y Antonio de Zumárraga. Hablar de la Gran Vía es hacerlo de la Gran Peña. Este club privado y elitista fue uno de los primeros vecinos de la nueva avenida madrileña: su edificio se proyectó en 1914 y comenzó a construirse al año siguiente, ya como sede de esta Sociedad. Sus nueve plantas —dos bajo rasante— se levantan sobre un solar que hace esquina con la Gran Vía y las calles Reina y Marqués de Valdeiglesias. El club de peñistas ocupó los sótanos, el ático y las plantas baja y primera, mientras que el resto del edificio se destinó en principio a viviendas de alquiler.

Del café Suizo a la Gran Vía

La Sociedad Gran Peña ha estado vinculada a la historia de España desde su fundación, en 1869. Sus orígenes se hunden en el Ejército español: militares del Estado Mayor y del cuerpo de Ingenieros que hacían tertulia en el café Suizo de la calle de Sevilla terminaron uniéndose con sus compañeros de Artillería. Entre sus miembros —que prefieren mantener un discretísimo silencio—, hay militares, aristócratas, arquitectos, médicos, banqueros, ingenieros, políticos, diplomáticos... Es un club privado «con pocas reglas escritas pero muchos hábitos» que se respetan escrupulosamente. Por ejemplo, el presidente de la institución suele ser un teniente general o un grande de España. José Canalejas y José Calvo Sotelo fueron peñistas, y también el Rey Alfonso XIII, como ahora lo es Don Juan Carlos, proclamado presidente de honor por aclamación en el año 1975.

De sillones a botas

Clausurado durante la II República, en 1932 un cerrajero tuvo que acudir hasta el edificio de Gran Vía número 2 para poder cerrar las puertas. Protagonista también durante la Guerra Civil, un mismo día entraron a incautarse del edificio un grupo de hombres de las Juventudes Socialistas y otro de la CNT. El que era comedor de la Sociedad se convirtió en almacén de máquinas de coser Singer, y con el cuero de butacas y sillones se hicieron zapatos y botas.

Desde el retorno de la democracia, y hasta su fallecimiento en el año 2002, el presidente de la Gran Peña fue el Conde de Toreno, Francisco Queipo de Llano. Y hoy la dirige el Marqués de Quintanar. Allí se celebran tertulias, se juega a las cartas, se charla en el ático — con una vista espectacular— o se come o cena en su restaurante. Los peñistas tienen un salón privado, en el que únicamente pueden entrar ellos. En el resto de actividades pueden participar también personas invitadas por los peñistas. La Sociedad no admite mujeres como socias, aunque éstas pueden acceder al uso y disfrute de las instalaciones. Para hacerse socio de la Gran Peña es necesario el aval de cinco personas que ya sean socias, dos de los cuales deben pertenecer a la junta directiva de la entidad.

Reforma y hotel

Todo el edificio es propiedad del club. Cuando se trasladaron allí, a comienzos del siglo XX, las plantas dedicadas a viviendas y oficinas se alquilaban, con la idea de que la Sociedad viviera de esas rentas. Pero la situación económica se complicó, y la Gran Peña optó por otra fórmula: en 2006 el Ayuntamiento aprobó un plan especial que permitió reformar el edificio —que cuenta con protección máxima— y darle uso hotelero a parte del inmueble. En sus plantas superiores está ahora el hotel Ada Palace, inaugurado en septiembre de 2009. La reforma ha dotado al inmueble de una nueva distribución a partir de la planta primera, y lo ha adaptado a la normativa contra incendios y de accesibilidad en planta baja y sótano.

Sara Medialdea, Madrid, Gran Peña, la historia viva, ABC, 9 de marzo de 2010

6. EL CASINO MILITAR, VANGUARDIA CIVIL

Por un millón y medio de pesetas, de las de entonces, el Centro Cultural de los Ejércitos compró un solar y construyó sobre él el edificio que, todavía hoy, alberga su sede. El lugar no podía ser más representativo: la recién nacida Gran Vía. Era noviembre del año 1916. Popularmente conocido como Casino Militar, nació con el fin de difundir la actividad cultural y recreativa entre militares y civiles. Y así permanece hoy, sobreviviendo a las penurias de la economía y el paso del tiempo, a la espera ahora de una posible colaboración del Gobierno regional que ayude a su mantenimiento.

El edificio tiene una impresionante planta, con fachadas a la Gran Vía y las calles Clavel y Caballero de Gracia. Destaca su original visera en la entrada. Fue diseñado por el arquitecto Eduardo Sánchez Eznarriaga, autor también de los teatros Calderón (antes Odeón), Alcázar y Beatriz. Todo en el exterior permanece fiel a su estado original, excepto el escudo y el grupo escultórico sobre el último balcón del chaflán, que fue retirado hace unos años tras una inspección de bomberos.

El Centro Cultural de los Ejércitos es, recuerdan sus responsables, una «entidad privada, recreativa, sin ánimo de lucro, en la que caben todos: militares y civiles, hombres, mujeres y hasta niños». Esto lo dice, con algo de sorna, el coronel de Caballería Eladio Baldovín, en referencia a los niños que aún hoy acuden a la sala de esgrima del centro -«la más antigua de Europa»- para recibir clases de este noble arte, ahora deporte. El Casino Militar es una de las instituciones actuales con más solera en la ciudad. Se creó en 1871 como un Ateneo Militar, pero los años 70 del siglo XIX resultaron demasiado convulsos -reinado de Amadeo de Saboya, I República, guerra de Cuba....-, y el centro se disolvió en cuatro años.

Volvieron a la carga

Pero el mismo grupo de oficiales de la Armada que dieron lugar al primer intento volvieron a la carga en 1881, y entonces sí, crearon el Centro Cultural que entonces se llamaba del Ejército y de la Armada -y que en 1939, a raíz de la creación del Ejército del Aire, pasó a llamarse Centro Cultural de los Ejércitos-.

La de Gran Vía no fue su única sede, aunque sí la más duradera y representativa. Primero se asentaron en la calle de Fuencarral; luego en la del Príncipe, y después en el Palacio de Montijo, en la plaza del Ángel, que va a transformarse en un hotel. La apertura de la Gran Vía situó esta calle en el centro de la capital, y en el escaparate de Madrid. Y el Casino Militar no quiso perderse la oportunidad de situarse en tan singular ubicación. Así, el entonces presidente del Centro, el general Torrens, «un hombre de categoría en la guerra y en la paz», como le define Baldovín, compró varias parcelas y contrató a Blas Marco para construir el edificio. Alfonso XIII inauguró el inmueble, el 16 de noviembre de 1916. Y estampó su firma en el libro de oro del Centro Cultural. Pero no fue el primero: antes lo había hecho su padre, Alfonso XII.

En el Casino Militar se celebran comidas a diario -el restaurante abre al público-, pero además hay actos promocionales, reuniones de compañeros de armas, y un buen número de conferencias y conciertos. Además, cuenta con una importante biblioteca, tan bella como bien dotada, donde acuden los socios pero también investigadores y estudiosos de temas militares. Cuenta con miles de ejemplares, muchos de ellos de los siglos XVI y XVII, e incluso posee un incunable, que data de 1487.

Sara Medialdea, Madrid, El Casino Militar, vanguardia civil, ABC, 21 de marzo de 2010

Para saber más:
  • Historias de la Gran Via, EL PAÍS, Interesante recorrido multimedia y muy detallado sobres estos mismos aspectos y otros nuevos.
  • Cien años de la Gran Vía. EL MUNDO. Reportaje con documentación sobre su historia, arquitectura, personajes, ocio y jarana e imágenes.