Las aguas amenazan a la Esfinge

El hombre teme al tiempo, pero el tiempo teme a las pirámides, reza el popular dicho. Bien, pero la Gran Esfinge, centinela inmemorial de las tres grandes montañas artificiales de los faraones en la meseta de Giza, sin duda teme al tiempo: está acabando con ella, royéndola como un gran perro a un hueso descarnado. El que posiblemente sea el monumento más emblemático de Egipto, símbolo universal de la antigüedad y arquetipo de misterio, sigue desmoronándose poco a poco sin que se encuentre un método eficaz para impedirlo. ¡Y eso que las restauraciones empezaron hace tres milenios y medio!: las realizaron los propios egipcios faraónicos y siguieron en tiempos grecorromano y romano.

A los daños por los bruscos cambios de temperatura, la humedad y la condensación, la continua erosión causada por el viento arenoso del Noreste y la contaminación del vecino Cairo, y a los enormes perjuicios provocados por malas restauraciones, especialmente la realizada a inicios de los pasados años ochenta, se suma ahora un inexplicado afloramiento de agua subterránea en los alrededores de la Esfinge. El agua ya había supuesto una amenaza para la Esfinge desde su construcción en el tercer milenio antes de Cristo. La gran dama de las pirámides está tallada en la misma roca caliza que forma la meseta, de muy mala calidad, según los geólogos. Las sucesivas lluvias a lo largo de los siglos han deteriorado su silueta y algunos arqueólogos consideran que las inclemencias del tiempo pudieron ser las causantes de que la Esfinge perdiera su nariz y su barba.

"La Esfinge se hunde" es la seria advertencia que tiene a los egiptólogos preocupados por la salud del milenario coloso, tras comprobar cómo las aguas subterráneas en sus alrededores están saliendo a la superficie. Tan sólo a unos pasos de los pies de Abu el Hul, o Padre del Terror, como los egipcios llaman a la Esfinge, una capa de césped comenzó a crecer hace cuatro meses, lo que prueba la existencia de agua en la zona, explica el arqueólogo Bassam el Shammaa. "Y hace una semana vi con mis propios ojos grandes charcos de agua estancada de una profundidad de entre 30 y 40 centímetros delante del Templo del Valle, a pocos metros de la Esfinge", aseguró Shammaa. Este experto, con la ayuda de un amigo, ha lanzado una campaña de concienciación en Internet bajo el nombre de 'Salvemos la Esfinge' y en su página web (www.sossphinx.bassam.itgo.com) ha colgado fotos que confirman sus palabras. Este egiptólogo espera que los responsables de antigüedades "se muevan ya" para salvar la estatua, a la que, a su juicio, "le quedan sólo entre 30 y 35 años de vida si no se resuelve el problema". Después de 4.600 años custodiando las Pirámides de Guiza, a este monstruo de piedra caliza, mitad hombre mitad león, le ha llegado el momento de que lo protejan a él.

Hace años que el Instituto Nacional egipcio de Geofísica advierte del impacto medioambiental en la zona, especialmente en lo tocante a los vertidos de aguas residuales, de las crecientes poblaciones vecinas -de hecho suburbios de El Cairo- y señala el aumento del nivel del agua subterránea causado por el nuevo sistema de alcantarillado instalado en el pueblo de Nazlet el-Samman, a tiro de piedra de la Esfinge y en el que viven 300.000 personas. Otros expertos independientes también preocupados por los templos faraónicos, como Ayman Ahmed de la Universidad de Sohag (sur de Egipto) y el hidrogeólogo Graham Fogg, de la Universidad de California en Davis (EEUU), examinan el movimiento de las aguas subterráneas bajo los monumentos.

No opina lo mismo El Shammaa, que tiene su propia teoría sobre la procedencia de las aguas. El historiador explica que en el lugar donde se están acumulando las aguas, unos veinte metros delante de la Esfinge, se encuentra un antiguo muelle, probablemente el más antiguo del mundo. El muelle se construyó en un canal del Nilo para poder desembarcar la piedra con la que se construyeron las Pirámides y transportar a los trabajadores que las levantaron. Según El Shammaa, este canal se secó hace muchos años y ha quedado sepultado por arena y tierra. Pero el canal sigue ahí, apunta el historiador, «y ahora se debe estar llenando de agua procedente de algún sitio cercano, probablemente de otro canal que se encuentra a un kilómetro de la zona y que hace poco tiempo se sepultó para construir un jardín. El agua está saliendo por donde puede».

Un grupo de operarios trabaja en la restauración de la Gran Esfinge de Giza (2006). Reuters

Aunque quizás uno de los más importantes, el agua no es el único enemigo de la Esfinge. Las pésimas reconstrucciones del monumento que se han llevado a cabo a lo largo de los años y, aún peor, el viento y la arena del desierto, están haciendo mella en la imponente escultura. La erosión que provocan las partículas de arena empujadas por el viento podría llegar a decapitar a la Esfinge. Según explicó el director técnico de IBM, Ahmed Tantawy, a la BBC, la roca que forma la cabeza del monumento es más dura que la de la base, por lo que algunos científicos temen que el cuello podría ceder en algún momento. IBM ha creado un programa informático que realiza simulaciones con efectos de viento en su estructura, y así está ayudando a su conservación.

Además de la erosión constante, en 1981 se desprendió la capa de albañilería de la garra izquierda, en 1988 cayó un gran trozo de piedra del hombro derecho. El deterioro actual es especialmente importante en el pecho... La Esfinge permanece, herida, en "la embriaguez de inmovilidad, de silencio y de nada" en que la describió Pierre Loti. Camino de disolverse en esa nada. En 1989, por ejemplo, hubo que retirar todo el cemento empleado en la restauración anterior por el efecto pernicioso en la piedra. Es muy probable que la Esfinge estuviera mucho mejor si nadie la hubiera tocado. Especialmente si no se la hubiese desenterrado. Uno de los remedios radicales propuestos desde hace años para salvaguardarla, aunque muy impopular y antiestético, consiste, precisamente, en colocarla bajo una cúpula de plástico transparente. Desde 1990 se monitorizan los factores del medio ambiente y en 1992 se organizó un simposio internacional para velar por la Esfinge.

El nuevo asunto de los charcos de agua junto al monumento es sólo una advertencia más de que nos vamos a quedar sin Esfinge. La destrucción es, por supuesto, gradual, y llevará su tiempo acabar con la orgullosa figura leonina, pero lo que espanta es la inexorabilidad del proceso. El problema del agua no es ajeno al Consejo Superior de Antigüedades de Egipto (CSA), la máxima institución arqueológica del país, liderada por el mediático Zahi Hawass. Desde hace tiempo, los responsables de la conservación de los monumentos egipcios han visto con preocupación cómo las aguas se acercan peligrosamente a la Esfinge. Hawass, en su propia página web, reconoce que la elevación del nivel freático de las aguas bajo la Esfinge y las filtraciones del pueblo cercano son algunas de las mayores amenazas de la gigantesca estatua. No obstante, es partidario de no precipitarse y analizar bien las posibles medidas, pues se ha demostrado el enorme daño que han provocado los tratamientos anteriores poco meditados. Los dirigentes del poderoso CSA han reconocido que existen "problemas cuyo origen todavía se desconoce" con las aguas en las cercanías de la Esfinge. "Ya sea una fuga de las tuberías de agua potable, del desagüe, de los canales o de las aguas de irrigación, tenemos que descubrir el causante del problema para que no se repita", aclara el director del departamento de egiptología del CSA, Sabri Abdelaziz. Para lograr ese objetivo, un comité de especialistas de la Universidad de El Cairo comenzó hace dos meses a estudiar el nuevo fenómeno que rodea a la Esfinge, y se espera que lleguen a alguna conclusión en noviembre. "Pese a todo, la Esfinge está a salvo. No corre peligro, porque está a un nivel más alto que las aguas subterráneas. Los estudios necesitan su tiempo antes de que lancemos un proyecto para la protección del monumento", tranquiliza Abdelaziz.

El Shammaa también propone soluciones. El egiptólogo sugiere que deberían construirse pozos en un perímetro de tres o cuatro kilómetros alrededor de la meseta de las pirámides para que el agua se canalice lejos de los monumentos. «Una vez allí, se podría extraer con bombas y usarse para irrigar los cultivos de la zona», señala. Otra opción, según el historiador, sería trasladar el monumento. «Propuse hace años que se moviera a un lugar más seguro, tal y como se hizo con los templos de Abu Simbel cuando se construyó la presa de Asuán, pero nadie me hizo caso», explica El Shammaa. El egiptólogo, no obstante, no se ha dirigido de manera oficial al Consejo de Antigüedades, «porque si no eres uno de ellos, no te tienen en cuenta», critica. «Hace unos doce años fui al despacho de Zahi Hawass a presentarle mi teoría de la doble esfinge, y poco menos que se rió de mí». Esta teoría, defendida por El Shammaa, y negada por gran parte de la comunidad científica, expone que hubo dos esfinges paralelas, una de las cuales se destruyó, quizás por un rayo, y desapareció. «La Estela de los Sueños que se encuentra en el pecho de la Esfinge muestra dos esculturas, y también hay evidencias en el Museo Egipcio», defiende el historiador.

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"Padre del terror"

No sabemos cuándo exactamente se construyó y muchos misterios rodean a la bella guardiana. La misma fecha de su construcción es discutida. La ausencia epigráfica ha facilitado el que los seudoarqueólogos hayan remontado su antigüedad a unos inverosímiles 10.000 años (y la supongan anterior a los propios egipcios y la doten de una cámara con secretos). La mayor parte de los historiadores se decanta por el tercer milenio antes de Cristo, aunque algunos (pocos) opinan que podría ser incluso dos mil años más antigua. Tampoco se conoce con exactitud quién la creó o si su rostro representa a algún faraón en concreto, y es una incógnita cómo perdió la nariz. En realidad, los expertos consideran, por cuestiones estilísticas, que la hizo construir Kefrén durante su reinado (2558-2532 antes de Cristo). Se cree que la Esfinge representa al faraón como el dios Horus entregando ofrendas a su padre Keops, que es la encarnación de Ra. Las medidas del monumento son: 72 metros de largo por 20 metros de alto, y un ancho que fluctúa a lo largo de su cuerpo entre los cinco y nueve metros,. La cabeza está a escala 30:1, mientras que el cuerpo de león -el símbolo del poder divino y real- a 22:1.Los constructores empezaron excavando una zanja en U y luego esculpieron el cuerpo en un bloque del lecho de roca. Mil años después de su construcción, la arena del desierto la había cubierto. Su primer restaurador fue un príncipe, el luego faraón Tutmosis IV. En época de Ramsés II hubo otros trabajos de restauración, pero luego la arena volvió a cubrir la estatua. Lo que explica que Heródoto no la mencione. Los romanos volvieron a desenterrarla y restaurarla -las piedras de ladrillo de las garras son de entonces-. Napoleón se la encontró tapada hasta el cuello. Los árabes le dieron el nombre de Abu el Hol, "padre del terror". La nariz había desaparecido antes de que llegara Napoleón, mientras que la barba está en el British Museum.

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