Yves Tanguy, un surrealista anti-Dalí

"¿Si fuera un color? Sería un amarillo muy brillante. ¿Si fuera una religión? Sería una forma de fetichismo que comportase sacrificios humanos". Son sólo dos de las sorprendentes definiciones que el poeta y revolucionario Benjamin Péret dedica a su amigo Yves Tanguy, el "pintor surrealista por excelencia", el único artista a quien André Breton, padre de este movimiento, dedicó un libro. Por primera vez el público español tendrá la posibilidad de conocer el conjunto de la trayectoria de este artista -mucho más críptico y retraído y menos conocido de sus contemporáneos Dalí, Miró o Magritte- gracias a la exposición Yves Tanguy. El universo surrealista, abierta en el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC), desde mañana y hasta el 13 de enero.

La exhibición reúne más de 250 obras que incluyen dibujos, decalcomanías (que aprendió de Óscar Domínguez), fotografías y documentos originales, además de unas cincuenta pinturas, desde sus primeros óleos poscubistas de 1924 hasta el extraordinario paisaje de ciencia-ficción de la Multiplicación de los arcos, que acabó pocas semanas antes de morir a los 55 años por un infarto cerebral.

Artista puro e íntegro donde los haya, Tanguy se mantuvo fiel a los dictámenes surrealistas toda su vida: nunca quiso ser conocido ni formar parte del mercado, hasta el punto de preferir trabajar como pintor de brocha gorda antes que aceptar un contrato con el todopoderoso marchante Kahnweiler. Quizá por esto nunca fue amigo de Dalí que, cuando llegó a París aún joven e imbuido de academicismo, no pudo evitar la influencia de los paisajes oníricos y mentales de Tanguy. En cambio, apreciaba a Miró y siempre mantuvo una relación muy estrecha con Breton, incluso cuando rechazó afiliarse al Partido Comunista y votar la exclusión de Paul Éluard del grupo surrealista.

Las imágenes, a veces inéditas, de fotógrafos de la talla de Man Ray y Dora Maar, entre otros, o los dibujos eróticos contribuyen a esclarecer la compleja personalidad de este hombre misterioso, que cruzó el Atlántico y nunca fue reivindicado por sus connacionales. De hecho, en Francia hay tan sólo siete obras suyas (cuatro en España), mientras que la gran mayoría se conserva en los Estados Unidos, ya que su secunda mujer, Kay, antes de suicidarse en 1963, declaró heredero el MOMA de Nueva York, que había empezado a comprar piezas de Tanguy desde 1935. "El público francés nunca consiguió penetrar en su imaginario. En Francia, cuando era vivo, tan sólo vendió una pintura y hacía más de 25 años que no se le dedicaba ninguna exposición", indicó André Cariou, director del Musée des Beaux-Arts de Quimper, en la Bretaña francesa, organizador de la muestra junto con el MNAC.

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Teléfonos, paraguas y otras historias

El MNAC completa su inmersión surrealista con una exposición dedicada al Objeto catalán a la luz del surrealismo, tal y como indica su título, inspirado en el libro casi homónimo del crítico Joan Eduardo Cirlot. La muestra presenta unas cuarenta piezas, verdaderos collages tridimensionales, realizados con objetos encontrados y las fotografías de algunas obras desaparecidas. Además de la serie de obras de Leandre Cristòfol propiedad del MNAC y de Ángel Ferrant del Patio Herreriano de Valladolid, se exhiben tres piezas emblemáticas de Dalí, Teléfono-langosta y Busto de mujer retrospectivo, de la Fundación Dalí de Figueres, y Objeto surrealista del Museo Reina Sofía de Madrid. Miró está representado por el célebre Personaje con paraguas y por una pequeña piedra pintada inédita, que procede de la Colección Solans. La comisaria Elena Llorens, que acaba de incorporarse como conservadora de arte moderno, los define como "pequeños poemas visuales, conseguidos con un proceso espontáneo e intuitivo a partir del uso de formas orgánicas y la transformación de objetos cotidianos".

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